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Muchas izquierdas
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por Danilo Arbilla |
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Esta XIV reunión del Foro de San Pablo (FSP) que se realizó en Montevideo (22 a 25 de mayo) fue bastante diferente a las anteriores. Para empezar, es difícil de definir si el balance final fue positivo o negativo. Muchos de sus participantes no se fueron contentos y hubo quienes hubieran preferido no haberse reunido.
Por supuesto que hubo acuerdo total en algunas cosas; por ejemplo, en acusar a EEUU de todo lo malo que pasa en el mundo y en la región; en insultar a Bush y también a Uribe y en cargar al neoliberalismo y a los bancos internacionales todas las culpas por los padecimientos de la humanidad. Los tratados de libre comercio no se salvaron y como siempre ni se habló de hacer, por lo menos, una mínima autocrítica.
En otros temas, menos retóricos, hubo roces y faltaron acuerdos. No prosperó una condena a la producción de biocombustibles -Brasil no lo permitió- ni hubo declaración de apoyo a las FARC. Es más, se condenó el terrorismo. Una diferencia importante.
Lo que pasa es que algunas cosas cambiaron: según se consigna en la propia declaración final hoy son trece los gobiernos latinoamericanos conquistados por fuerzas pertenecientes al FSP. Y eso es precisamente lo que genera la diferencia: siendo oposición es fácil decir que no a todo, apoyar cualquier tipo de resolución por muy extremista o utópica que sea, pero desde los gobiernos ya no es lo mismo. Por eso se produjeron algunos roces e inconvenientes; caso de los biocombustibles, tratados y terrorismo. También fueron notorios los fastidios con algunos desubicados, como ocurrió con el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega.
El rol del nicaragüense dejó mucho que desear. Durante su discurso se oyó decir a uno de los participantes: " no se le podrá desenchufar el micrófono". Ortega, fue el único que se refirió a la muerte de "Tiro Fijo" e hizo una arenga por las FARC. "Yo quiero expresar mis condolencias, mi solidaridad, para con las FARC y para con la familia del comandante Marulanda, un luchador extraordinario…", dijo ante el silencio y extrañeza de la mayoría.
Pero no sólo fueron sus dichos, su presencia motivó protestas y el repudio de movimientos feministas y de izquierda, por haber repenalizado el aborto terapéutico para conseguir el apoyo de la Iglesia católica en las elecciones, por las denuncias por violación de su hijastra y por sus negociaciones y alianzas con los "más acérrimos enemigos de la revolución sandinista". Fue llover sobre mojado, porque ya en la cumbre presidencial de Lima organizaciones feministas de toda la región lo calificaron como " uno de los grandes violadores de derechos contra las mujeres" y de los derechos humanos en general, a cuyos defensores ha denunciado ante la justicia.
Fue muy triste lo de Ortega; y por si fuera poco, se supo a última hora que justificó ante el presidente uruguayo Tabaré Vázquez el ingreso de Nicaragua en el Tratado de Libre Comercio con EEUU, que, como se dijo, fue uno de los villanos de la reunión.
Esta nueva "diversidad" en el seno del Foro generó discusiones, lógicamente, sobre la propia identidad y condición de la izquierda y sobre cuántas izquierdas hay. Por ejemplo, un representante de la Unión Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) aclaró que el presidente Álvaro Colom nada tenía de izquierdista y en el mismo sentido un dirigente del Partido Humanista de Chile afirmó que es erróneo considerar de izquierda a la presidenta Bachelet.
Representantes del socialismo uruguayo se desesperaban en sostener que había una sola izquierda y no estaba bien decir que hay dos izquierdas: una "supuestamente revolucionaria" y otra " supuestamente reformista", o una izquierda "que desafía el sistema" y otra " que se amolda".
No convencieron. El propio Marco Aurelio García, un peso pesado, asesor y hombre de confianza de Lula y vicepresidente del Partido de los Trabajadores de Brasil, dijo que en el propio PT " hay mucho más que dos izquierdas".
García fue más lejos: afirmó que "hay muchísimas izquierdas en Latinoamérica".
Y quizás tenga razón, deben ser muchas y de todo tipo y eso es lo que permite darle cabida en la izquierda a Daniel Ortega. Lo que no queda bien claro es, qué es lo que hay que hacer o tener para ser de izquierda.
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