Las dos fotos de la Argentina por Nicolás Márquez

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         Como es de público conocimiento, dos actos fueron los protagonistas de la jornada de ayer. Por un lado, el inédito acto cívico-republicano en Rosario encabezado por los dirigentes rurales, quienes se expresaron ante una imponente multitud de más de trescientas mil personas que pacíficamente y con los colores patrios, acudieron (sin prebenda alguna) no sólo a apoyar al campo en esta hidalga resistencia contra la reforma agraria confiscatoria que el régimen les quiere imponer, sino a manifestar el descontento contra las políticas del régimen en general.

         Mucho más lejos, en Salta, el peronismo, con la mujer de Néstor Kirchner a la cabeza, llevó adelante un acto de modesta concurrencia (a todo vapor era diez veces menor a la de Rosario), con la presencia infaltable del domesticado Daniel Scioli, Julio Cobos, Jorge Taiana, Alberto “chirolita” Fernández y toda la habitual ralea de funcionarios serviles ovacionados artificialmente por los “aplaudidores” alquilados, a los que siempre el régimen acude para llenar sus actos (a cambio del “tetra”, el “choripán” reglamentario y alguna dádiva adicional).

         El contraste de las marchas mostraba en dos fotos la composición sociológica de la Argentina. El civismo por un lado; el clientelismo por el otro. La lucha por resistir al despotismo iletrado; la intransigencia de los Kirchner para conservar su proyecto político-conyugal. En síntesis: la civilización; la barbarie.

         Es justo reconocer, que en el acto peronista, como hecho inédito, las diferentes patotas alquiladas en calidad de asistentes no se toparon a golpes, tiros y palos entre sí (tal como es habitual en los ominosos concilios del PJ).

         ¿Qué pasará en el futuro?. Es difícil jugar a los acertijos. Pero parece difícil que el kirchnerismo diera marcha atrás con su plan confiscatorio. ¿Por qué razón?, no es sólo por soberbia o por no “pagar el costo político”, sino porque hay varios miles de millones de dólares en juego, los cuales resultan imprescindibles para tapar los grotescos agujeros financieros (espiral inflacionaria incluida) ocasionados por la pésima administración populista que se viene llevando desde hace más de cinco años.

         Efectivamente, se necesita mucho dinero para seguir comprando voluntades, subsidiar servicios (distorsionando precios relativos para que no estalle la inflación real), comprar dólares para mantener el tipo de cambio estable y, pagar la deuda externa con el dictador peronista Hugo Chávez (con una tasa “socialista” del 11% contra el 4% que teníamos contra los “chupasangres” del FMI) entre muchos otros desembolsos.

         La consigna del régimen el año pasado fue “reelección o cárcel”. Para tal fin no había que escatimar despilfarro alguno. Ahora el matrimonio fue reelecto y la fiesta populista hay que pagarla. Pero no hay plata (las reservas monetarias ya se redujeron en un 10%) y de no imponer la retención confiscatoria al campo, no habrá recaudación para anestesiar la crisis.

         Al mismo tiempo, el campo no cederá si no se cambian el porcentaje de las retenciones. Ergo, el país quedaría trabado y se vería inmerso en una crisis con mayúsculas. ¿A qué se apunta entonces en medio de un callejón sin salida con una crisis que amaga explotar a lo grande?. A que ante la crisis sea el campo quien pague el costo de las culpas (operaciones de prensa mediante) por ser “insolidarios” y tener “afán de lucro desmedido”. Hay un problema más grave aun que el confiscamiento socializante del régimen: el agotamiento del populismo económico en boga.

         Ya Juan Perón, poco antes de escaparse al Paraguay en 1955, saqueó las cajas jubilatorias para evitar el estallido de la crisis tras varios años de demagogia y dispendio. Ahora el saqueo es contra el campo. Pero el campo se plantó firme con el concurso tácito y expreso del grueso de la sociedad.

         Otra vez, en una coyuntura internacional de bonanza, el peronismo le quita a la Argentina la posibilidad de ser un país en serio. Pero todo indica que la brújula empieza a inclinarse progresivamente hacia el lado de la civilización. La paciencia es un árbol de raíces amargas y frutos dulces. Mañana habrá otra renovada reunión entre el campo y los lacayos del gobierno. En Argentina, una semana, equivale a una década en un país normal. En pocas horas veremos como siguen las cosas.