Los computadores de Reyes
por Saúl Hernández Bolívar
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Ahora que la Interpol ha certificado la autenticidad de los computadores del terrorista Raúl Reyes, y ha declarado contundentemente que la información allí contenida no fue manipulada de ninguna forma, queda demostrada la complicidad de los gobiernos de Venezuela y Ecuador con el grupo terrorista de las FARC pues eso es, ni más ni menos, lo que dejan en evidencia las revelaciones conocidas hasta el momento, acreditadas por periódicos como el Wall Street Journal y El País de Madrid.
Las cuatro dudas que cualquiera podría tener sobre los computadores se han ido al piso:
Que no podrían haber resistido el ataque con bombas. Hubo terroristas que sobrevivieron al ataque y en las imágenes conocidas se observa que gran parte del campamento quedó intacto; no se destruyeron la cocina ni la mayoría de camastros y hasta se observan plantas eléctricas en perfecto estado.
Que esos computadores no estaban en el campamento. Información contenida en los computadores ha servido para capturar en Tailandia al traficante de armas de nacionalidad rusa Viktor Bout, y para incautar una caleta con 480 mil dólares de las FARC en Costa Rica. Pero la prueba reina la constituyen las fotografías contenidas en los equipos. En una de ellas aparecía Reyes con alguien que el periódico El Tiempo confundió con el ministro de Seguridad del Ecuador, Gustavo Larrea, pero que resultó ser Patricio Etchagaray, dirigente del Partido Comunista argentino, quien admitió haber visitado a Reyes en ese campamento para entrevistarlo y que la foto correspondía a ese encuentro. Como si fuera poco, en los computadores había una gran cantidad de fotos de unos jóvenes chilenos que militan en partidos comunistas de ese país, Valeska López y Manuel Olate. Consultados por la prensa no tuvieron empacho alguno en afirmar que estuvieron en el campamento el 25 de febrero y que allí descargaron sus fotos en un computador de Reyes para copiarlas en un CD y poder liberar la memoria de sus cámaras fotográficas. Más claro no canta un gallo.
Que la información hubiera sido manipulada por el Gobierno colombiano. Ya Interpol dio la última palabra.
Que lo que se dice en los computadores no es necesariamente cierto. A menos que se crea que importantes miembros de las FARC estaban escribiendo, a varias manos, un best-seller de intrigas al estilo de Dominique Lapierre y Larry Collins, los textos hay que tomarlos como lo que son: comunicaciones internas, privadas y secretas de las FARC. Y cuando los amigos de una causa en armas –una organización con rigor “militar”– se dicen secretos, estos no pueden tomarse como frivolidades. Una cosa es que ellos opinen que Álvaro Uribe –su mayor enemigo– es “un paramilitar” y otra, muy distinta, es que afirmen que con Chávez o con Correa han acordado esto o lo otro. Y para desgracia de los gobernantes vecinos, los computadores de Reyes están plagados de testimonios que los hunden hasta el cuello.
Por supuesto que los implicados no pretenden reconocer nada por las graves consecuencias que podría traerles tanto al interior de sus países como en el plano internacional. Y, en ese afán, no han escatimado desaprobación alguna contra la muerte del terrorista Reyes, que consideran una vil “masacre”; contra el gobierno de Colombia, cuya cabeza visible, el presidente Uribe, ha sido víctima de toda clase de improperios; contra los computadores mismos, los cuales –según ellos– no podrían haber soportado las bombas; y, ahora, contra la Interpol, de la que Correa lleva diciendo una semana que le importa un comino su dictamen, y su secretario general, Ronald Noble, a quien Chávez califica de “corrupto” y “vagabundo internacional”.
Dice la sabiduría popular que “quien nada debe, nada teme”, pero las reacciones de Chávez y Correa no parecen las de alguien que está consciente de su inocencia sino las de aquel que sabe que lo cogieron, prácticamente, con las manos en la masa. Reacciones de quien quiere evitar a toda costa una denuncia ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas por violar la prohibición de albergar y apoyar terroristas de otros países (Resolución 1373), o la inclusión, por parte de Estados Unidos, en la lista de países que apoyan el terrorismo.
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