|
Los Casamientos de Antes
|
|
Desde Chuy por Julio Dornel
|
|
Con los cambios impuestos por la tecnología en el terreno de las comunicaciones hasta los casamientos tienen distintas motivaciones y se van realizando por caminos que en el siglo pasado nadie hubiera imaginado. Cuántos abuelos llegaron al casamiento tras largo noviazgo, después de conocerse en alguna kermés de la escuela, donde las dedicatorias amorosas se transmitían por el parlante a los efectos de recaudar fondos para el comedor escolar. Tras “bichar” un par de horas, ya sobre la madrugada el candidato arremetía violentamente como queriendo sitiar los sentimientos de la moza, jugándose la última carta en una dedicatoria: “ Este tema es para la joven de vestido azul y se lo dedica su admirador de boina blanca”. Para que nadie se enterara. El tema en cuestión era por lo general un bolero o tango, cuyos títulos no variaban mucho y eran alusivos a la situación. Las preferencias estaban centralizadas en Los Panchos, Pedro Vargas, Lucho
Gatica, Agustín Lara o Armando Manzanero que arremetían desde los discos con Esta Tarde vi Llover, Contigo Aprendí, Noche de Ronda, María Bonita, Solamente Una Vez, El Reloj o La Barca. Si sería distinto que un conocido vecino de esta ciudad, necesito dos años de parlante escolar y dos de visita oficial (jueves y domingos) para llegar finalmente al casamiento. Otros abuelos se conocían por correspondencia obedeciendo la voluntad de los familiares que habían decidido el futuro sin consultarlo con los interesados.. Un verdadero contraste entre el amor por correspondencia desde lejanos países, hasta que ella llegara en un viejo navío y él saludara desde el puerto con las cartas en |
|
Casamiento de Aecio Calabuig y Elidé Casal
|
papel rosado y el amor arroba.com que tras algunos meses de chatear suelen terminar en casamiento. Nada de conquista previa, rituales de aproximación, dedicatorias musicales ni averiguaciones familiares para saber si “es hijo de buena familia” o su “posición económica” que suele tener su prioridad. Hoy vivimos otra realidad y casi todo pasa por Internet. Existen varios casos conocidos en esta ciudad que han iniciado nueva vida sentimental mediante el teclado de la computadora. Puede ser la casualidad o quizás ese amor virtual estuviera flotando en el ciberespacio a la espera de un chat. Se envían detalles personales, gustos, preferencias y otros informes confidenciales que en algunos casos aumentan la pasión y se convierten en amor a primer chat. Es justo decir también que en los últimos meses y por culpa de esta arroba.com, varios casamientos llegaron a su fin. Dicen que por culpa de Internet las mujeres solteras de la actualidad no son tan solteras como eran antiguamente. Con estos cambios han desaparecido también algunos hábitos relacionadas con el casamiento y que fueron durante muchos años usos y costumbres de nuestros antepasados. Van quedando por el camino las alianzas que según la tradición cristiana se debía colocar en el tercer dedo de la mano izquierda, el vestido blanco de la novia y la costumbre de tirar arroz al final de la ceremonia lo que significaba buenos deseos de prosperidad para los recién casados. Por lo general el novio no debería ver la novia vestida (ni desnuda) antes del casamiento porque traería mala onda y otras interpretaciones que no permitirían agudizar la imaginación.
|
Existía además una vieja costumbre por la cual el novio debería quebrar una copa al final de la ceremonia para que el ruido de los vidrios ahuyentara las tristezas y los malos pensamientos. Otros aseguran que la copa quebrada simboliza la ruptura definitiva con el pasado de la pareja. Pero la que tiene mayor asidero entre los novios está vinculada a una interpretación más sentimental: este acto simboliza la |
fragilidad de la vida, señalando a los recién casados que deben tener mucho cuidado, delicadeza y sensibilidad en el trato diario. En la actualidad pocos deben recordar los ajuares de aquellas novias totalmente bordados a mano con orgullo y dedicación. Era un oficio tradicional que fue desapareciendo con los años llevándose consigo los encajes, bordados y puntillas que lucían los vestidos y otras prendas de la intimidad femenina. Claro que con el tiempo la moral se fue adaptando a los buenos deseos. Las feroces vigilancias fueron desapareciendo y también la arcaica costumbre de colgar la sábana nupcial en el balcón para que el pueblo se enterara de la consumación de los hechos. No podemos finalizar la crónica sin dedicar algunos párrafos a los novios que por lo general y para demostrar sus buena intenciones terminaba pidiendo la mano ( y el cuerpo) de su prometida. Era la manera civilizada de lograr algo más que el abrazo momentáneo o el beso furtivo en el viejo y destartalado sofá siempre vigilado por algún familiar. Era lo máximo que se podía aspirar antes de contratar el casamiento, salvo raras excepciones (que siempre las hay) donde los deseos expansionistas tomaban cuenta de la situación. También estaban y es justo reconocerlo, los profesionales del sofá que le daban largas al “noviazgo” y ganaban por cansancio la confianza familiar.
|
|
|