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Año II - Nº 56 - Uruguay, 12 de diciembre del 2003

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Aparicio Saravia

Nacido en 1856 y fallecido en 1904, Aparicio Saravia fue criado y educado en el campo. A la muerte de su padre, los hermanos Saravia heredaron una vasta extensión de campo, designada como la “Estancia El Cordobés”, situada en el Departamento de Cerro Largo, fronterizo con el Estado brasileño de Río Grande do Sul.

Eran tiempos en que la frontera política entre el Brasil y el norte uruguayo era casi puramente formal, y ni siquiera estaba fijada con certeza. Las relaciones económicas, sociales, y aún políticas, desdibujaban las separaciones territorias de los Estados; de manera que los hermanos Saravia tenían vínculos muy estrechos con Río Grande del Sur.

A partir del establecimiento en Río de Janeiro del Imperio del Brasil, bajo la corona de Emperador Don Pedro I, el 1º de diciembre de 1822 - cuando siendo Regente de la corona portuguesa, requerido a regresar a Lisboa luego de la derrota napoleónica, pronunció su célebre declaración “Eu fico” (Yo me quedo) - en ese Estado, habían surgido movimientos separatistas, que pretendían convertir a Río Grande del Sur en un Estado independiente del Imperio, la República de Piratiní. Entre ellos, los revolucionarios conocidos como los “farroupilhos” con los cuales tuvo estrechas relaciones el Gral. Fructuoso Rivera; especialmente en los comienzos de la vida independiente, cuando se enfrentaba con su sucesor en la Presidencia de la República, el General Manuel Oribe.

También los hermanos Saravia tuvieron intensa vinculación con los movimientos revolucionarios riograndenses. Gurmercindo Saravia, acompañado de su hermano Aparicio, tuvo una importante participación en la revolución federalista riograndense de 1893. Aparicio Saravia, junto a su hermano Gumercindo, se destacó en las fuerzas revolucionarias riograndenses; lo que determinó que habiendo fallecido su hermano en 1894, Aparicio fuera designado General de dichas fuerzas revolucionarias.

En 1895, Aparicio Saravia retornó a El Cordobés. Le estaba reservado un papel de gran trascendencia en la historia política del país; que lo convertiría en el principal personaje histórico el Partido Nacional.

En el comienzo de la vida independiente de la República, las contiendas civiles se habían desenvuelto reiteradamente; desde la segunda Presidencia de la República, ejercida por Oribe entre 1835 y 1838. En esa época, si bien Oribe había sido electo como segundo Presidente de la República, su antecesor, Fructuoso Rivera continuó ejerciendo un importante poder político y militar desde el cargo de Comandante General de la Campaña.

A finales de 1835, se produjo una ruptura entre ambos caudillos, cuando Oribe, destituyó a Rivera de la Comandancia General

Campaña, asumiéndolo el mismo. Rivera se retiró entonces a su estancia de El Durazno; pero luego Oribe designó Comandante de la Campaña a su hermano Ignacio, lo que determinó que el 18 de julio de 1836 Rivera se alzara en armas contra el Gobierno, iniciándose la guerra civil.

Las estrechas relaciones que ambos caudillos tenían con las fuerzas políticas del Gobierno de Buenos Aires de Juan Manuel de Rosas, con sus rivales en las Provincias del litoral y la mesopotamia argentina, y asimismo con los revolucionarios de Río Grande del Sur - así como las intervenciones de Inglaterra, Francia y el Imperio del Brasil - determinaron que este conflicto fuera extendiéndose y prolongándose en el tiempo, hasta desembocar en la Guerra grande.

Los bandos políticos surgidos de esa contienda entre Rivera y Oribe, fueron conocidos como los “blancos” y los “colorados”; desde que en la Batalla de Carpintería, el 19 de setiembre de 1836, el bando de Oribe usara para identificarse una vincha blanca que decía “Defensores de las Leyes”, y las fuerzas de Rivera se distinguieran por usar los ponchos mostrando sus forros de color rojo. Ellos se institucionalizaron como partidos políticos, cuando en 1872 se organizó formalmente el Partido Nacional como continuador histórico del “partido blanco”; y en enero de 1881 se constituyó el Partido Colorado reuniendo en su seno, a su vez, a los seguidores y los líderes “colorados”.

Las contiendas civiles entre ambas corrientes políticas, jalonaron las primeras décadas de la vida política uruguaya; abundando los levantamientos armados contra los gobiernos de los sucesivos Presidentes de la República. Hasta que, finalmente, el 6 de abril de 1872, como culminación de la Revolución de 1870 encabezada por el Gral. Timoteo Aparicio
Aparicio Saravia en la ciudad de Minas en 1904
contra el Gobierno del Presidente Gral. Lorenzo Batlle, se realizó el acuerdo denominado “La Paz de Abril”; en la cual se estableció por primera vez el concepto de la coparticipación entre los partidos blanco y colorado en el gobierno, asignándose al Partido Nacional las “Jefaturas Políticas” de cuatro Departamentos, que constitucionalmente designaba el Presidente de la República.

Durante la Presidencia de Julio Herrera y Obes (1890 - 1894), de filiación colorada, las tensiones entre los blancos y los colorados se habían incrementado; debido a que solamente otorgó a los blancos tres Jefaturas Políticas, lo que fue considerado una violación la Paz de Abril, así como de un posterior acuerdo confirmatorio extendido el 19 de febrero de 1875 entre el Gral. Timoteo Aparicio y el Presidente Pedro Varela.

Finalizada a principios de 1894 la Presidencia de Herrera y Obes, la elección de un sucesor para el período de 1894 a 1898, mediante votación en el Senado - como establecía el procedimiento constitucional - había sido sumamente difícil. Finalmente, resultó electo Juan Idiarte Borda, contra la opinión de los blancos, que se sintieron excluídos del Gobierno, y que consideraron que nuevamente los gobernantes colorados habían violado el pacto de la Paz de Abril de 1872.

El Partido Nacional - que en 1891 había constituído una fuerza militar propia - venía considerando que la revolución armada era la única forma de hacer que los colorados cumplieran los compromisos de coparticipación política. En noviembre de 1896, mientras se realizaban las elecciones para integrar el Senado que debería elegir sucesor a Idiarte Borda, Aparicio Saravia promovió un movimiento revolucionario; pero cuando el Presidente Idiarte Borda movilizó las fuerzas gubernamentales, los revolucionarios optaron por dispersarse.

Pero en marzo de 1897, importantes fuerzas compuestas por revolucionarios blancos provenientes de la Argentina, invadieron el territorio por las costas del Departamento de Colonia, al mando del Cnel. Diego Lamas, que había sido designado Jefe de Estado Mayor de las fuerzas militares del Partido Nacional; en un ataque coordinado con otro contigente blanco al mando de José Núñez, que ingresaron por Conchillas. Simultáneamente, Aparicio Saravia tomó el mando de otro contingente revolucionario, que penetró desde el Brasil por la frontera de Aceguá.

Las fuerzas revolucionarias blancas comandadas por Lamas y Nuñez, consiguieron un importante triunfo militar contra el ejército gubernamental, en el combate de Tres Árboles. Pero días después los revolucionarios al mando de Aparicio Saravia fueron derrotados en el combate que tuvo lugar en Cerro Largo, en la cuchilla de Arbolito. En este último combate, murió el hermano menor de Aparicio, Antonio, llamado el “chiquito Saravia”.

El 25 de agosto de 1897, el Presidente Idiarte Borda fue asesinado a la salida de un oficio religioso en la Iglesia Catedral de Montevideo; lo que determinó que fuera sucedido por el entonces Presidente del Senado Juan Lindolfo Cuestas.

Cuestas emprendió rapidamente una acción conciliatoria con el Partido Nacional, que culminó el 18 de setiembre de 1897, en el llamado Pacto de La Cruz, por el cual finalizó la revolución y se reconoció al Partido Nacional la coparticipación en el gobierno. Además, se comprometió la aprobación de diversas leyes electorales; especialmente la que creó el Registro Cívico Nacional, dirigida a dar autenticidad a las elecciones, que fue votada el 24 de abril de 1898. El 24 de octubre fue aprobada otra ley, que reconocía la representación de las minorías en diversos cuerpos del gobierno de los Departamentos y en los órganos de control de las elecciones.

El 10 de febrero de 1898 Cuestas sustituyó las Cámaras por un Consejo de Estado, y el 1º de marzo de 1898 se hizo eligir Presidente de la República. Pero de hecho, Aparicio Saravia ejercía un gobierno paralelo desde El Cordobés, y dirigía su propio ejército; lo que se prolongó durante toda la presidencia de Cuestas, hasta 1903.

Aparicio Saravia en Rivera

El 1º de marzo de 1903 fue electo Presidente de la República, por primera vez, José Batlle y Ordóñez; luego de una etapa de negociaciones políticas, en que el Partido Nacional, procuró pactar para dar sus votos al Dr. Juan Carlos Blanco, que era el candidato de una fracción colorada, con el compromiso de que se mantuvieran las condiciones del Pacto de La Cruz. Pero una fracción de los blancos, encabezada por Eduardo Acevedo Díaz, en definitiva apoyó a Batlle, quien resultó electo por el Senado, con 55 votos contra 33.

Cuando Batlle y Ordóñez designó las Jefaturas políticas, Aparicio Saravia consideró que Batlle había incumplido el Pacto de La Cruz; según en cual corresponderían que las Jefaturas Políticas de los Departamentos Rivera, Cerro Largo, Treinta y Tres, Maldonado, Flores y San José fueran provistas con ciudadanos de filiación blanca, de común acuerdo entre el Gobierno y el Partido Nacional.

Como consecuencia, Saravia convocó nuevamente a la revolución de los blancos, cuyas fuerzas se movilizaron en esos Departamentos. La guerra civil fue evitada, sin embargo, por una misión que viajó a entrevistarse con Saravia, y el 22 de marzo de 1903 logró con él un nuevo pacto, en la localidad de Nico Pérez, por el cual se estableció que las Jefaturas políticas de esos Departamentos serían asignadas a ciudadanos blancos designados en consulta con el Directorio del Partido Nacional.

Sin embargo, a principios de 1904, el Gobierno resolvió enviar fuerzas militares al Departamento de Rivera - a solicitud del Jefe político (que era blanco) - por temerse una incursión brasileña, a causa de la detención efectuada por la Policía de Rivera, y siguiente
Aparicio Saravia desfilando en 1904
fuga hacia el Brasil, del hermano del Prefecto de Livramento. Aparicio Saravia proclamó entonces que ese envío de tropas violaba el pacto de los blancos con el Gobierno, e inició la guerra civil.

A partir de mediados de enero de 1904, se sucedieron varios combates entre fuerzas gubernistas y saravistas; los combates de Mansavillagra (14 de enero), Illescas (15 de enero) y especialmente la batalla de Tupambaé, el 24 de junio. La batalla decisiva se libró en la frontera con el Brasil, en Masoller, el 1º de setiembre de 1904, en el lugar de confluencia de los límites de los Departamentos de Rivera, Artigas y Salto.

En esa batalla Aparicio Saravia fue gravemente herido, de resultas de lo cual le sobrevino la muerte, ocurrida en el Brasil, el 10 de setiembre de 1904.

Los historiadores consideran la muerte de Aparicio Saravia como el final de la era de los caudillos políticos de estampa gauchesca. Aparicio Saravia fue, sin duda, un personaje caracterizado por la adhesión que como un verdadero ídolo suscitaba en grandes masas de gente de campo su imagen de guerrero ecuestre; que recorría los campos de batalla al galope, vistiendo el clásico poncho de color blanco con que es representado.

Su muerte puso fin a la guerra civil, que se cerró con la Paz de Aceguá de 24 de setiembre de 1904; tras la cual se abrió en el país un muy extenso período de paz civil; y de renovación regular de las autoridades de Gobierno, conforme a las normas de la Constitución, mediante un sistema de elecciones que ha alcanzado un reconocido prestigio por su corrección.

¿Quién mató a Aparicio Saravia?

por Tabaré Petronio

"La bala que te pegó,
a todos nos mató un poco...".
(Julián Murguía)

La tardecita se entronaba en los campos de Masoller en aquel mes de setiembre de 1904, las tropas del gobierno comenzaban a sentir que su parque de municiones disminuía vertiginosamente.

Los Blancos de Aparicio Saravia sustituyeron el choque frontal por la guerra de desgaste y se preparaban para el alba venidera a dar la estocada con la tropas de refresco.

Con esa acción "los colorados" del gobierno estarían perdidos.

Fue en esa caída del sol, cuando Aparicio Saravia comenzó a recorrer la línea de fuego alentando , como era su costumbre, a sus tropas,..."Vamos, muchachos, firmes!, mientras su sombrero y poncho blanco de destacaban en el horizonte. No iba solo, unos metros más atrás le seguían sus abanderado Germán Ponce de León, su hijo Mauro de 16 años y un soldado brasileño.

Pasaba revista a la División 9 cuyo jefe era su hermano Nepomuceno, cuando comenzó la balacera sobre el General y su equino, la tercera bala lo alcanzó en la cintura, traspasándole el vientre de izquierda a derecha.

En ese momento comenzó a diluirse la Revolución y el último caudillo rural, comenzaba su marcha hacia la muerte, que aconteció el l0 de setiembre.

Después aparecen las dudas. ¿Quién disparó contra Saravia?.

Escribe el profesor Mena Segarra...." No fue una bala perdida la que lo hirió..." Varias versiones florecieron, algunos se vanagloriaron de aquel tiro certero, corrió el rumor de que habían sido campeones de tiro argentinos contratados por el gobierno para realizar " misiones especiales" otros opinan que fueron "espías" colorados
Aparicio Saravia en su lecho de muerte
infiltrados en filas revolucionarias y otros opinan que fue algún "calepino" que no quería que se concretara un tratado de paz que dejara a Saravia como triunfador.

Antes de Masoller , "el cabo viejo" había expresado que el gobierno ..."nos ofrece partir la naranja por el medio..." por eso se iba a concentrar en Rivera, porque...." si falla el asunto, continuaremos la guerra hasta que el Presidente ( José Batlle y Ordoñez) quiera...".

Las interrogantes sobrevuelan todavía sobre los hechos de 1904 y sobre la muerte de Saravia. Muchas acusaciones, muchas de ellas silenciadas para no perjudicar la unidad del Partido Nacional se sucedieron desde aquel 10 de setiembre, sin otro cometido que dificultar el conocimiento exacto de lo ocurrido.

Es evidente que en algunos casos no se buscó la verdad ni las consecuencias que trajo aparejada la muerte de Aparicio Saravia para el país y para el Partido Nacional.

Se conformó un mito, se levantaron monumentos y homenajes y detrás de ellos se esconden aún los asesinos de Saravia.