LAS DUDAS DEL GAUCHO ELEUTERIO II
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por Graciela Vera
Periodista independiente
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Ac’ando, ma’burrido que perro sin cola.
La patrona se jué pa la capital pa’ser las compras de la Navidá y yo ando por darle máiz a la bataraza qu’aún quedan unos días más pa’quengorde, que la patrona leyó en una d’esas revistas que cuentan de que una china le quitó el hombre a cual otra, qu’en las mesas de altalcurnia pa’la Noche Güena se sirve pavo reyeno y como en el gallinero sólo hay tres batarazas y dos coloradas, elegimos a la más grande.
La Escularia, qu’esa es mi patrona, dice qu’é lo mismo, tuitos son pájaros de corral y ésta’nda cloqueando contenta de tanto máiz que se traga y ya está grande como pavo contento.
El que me’stá dando unos güenos digustos es el lechón que reservamo p’al Año Nuevo. La chancha s’adelantó y en vé de’un mamonsito vamo a comernos cuasi un cerdo.
Bué’ m’amigo el Agapito, el de la Juana, el que se jué pa’las Europas el otro año me mandó decir qu’allá pa’la Navidá cae nieve y tuito. Yo l’escribí y le conté qu’había visto la cosa blanca esa, un día que la Escularia me llevó a verla a la tienda grand’esa qu’está dond’antes ponían los presos y qu’ahura llaman yópen de la Punta de la Carreta.
Nosotros nos perdimos pa’ir porque el gurí que manejaba el tasí qu’agarramos en las Tres Cruces cuando bajamo del ónibu no nos entendió cuando le dijimo que queríamos ver la nieve en la carreta.
Agarró pa l’Agraciada y mire que yo le dije qu’era pal otro lau, pero él, que la carreta estaba por el viaduto y p’allá enfiló el renó negro que manejeaba y nos dejó, solos y más perdidos qu’ombú sin pampa; pero la Escularia no se m’achicó y como vide un grupo de gente p’allá se jué.
Resultó q’ademá d’indios eran d’un jierro, que despué me dijeron que se llamaba bronce. Por suerte pasó una mujé con uniforme’e milica y nos enseñó donde tiníamos qu’agarrar el coletivo p’a la punta de las carretas.
¡Cruzar l’avenida ésa, sí que risultó difícil ch’amigo! La gente andaba tan apurada por las navidades que a la Escularia, si no la cazo de la pollera, me la llevan en el capó d’un peyó qu’iba que se las pelaba.
Cuando llegamo al yópen nos paramo debajo del’arbolito, y mientras la Escularia miraba el reló porque parece ser que la nieve cáia solo cuando el reló quería, yo pensaba en cuant’abono l’habrían ponido a semejante árbol pa’que creciera tanto.
Estaba mirando p’arriba y me cayó’lgo en el ojo que m’hizo llorar. Los gurises gritaban q’era nieve, pero no’staba fría y cuand’abrí la boca p’a decirle a la patrona qu’esa nieve no era como l’había visto en las revista, m’atraganté que tuvieron que venír los paralomédico, esos q’andan por allí cuidando la gente.
Una señorita de l’aministración que me trajo un vaso’e agua para desatorarme, me dijo que esa nieve era’e artificio.
Fíjese ch’amigo, semejante viaje pa’no ver más q’una nieve de mentira y entuavía qu’esa escalera que se mueve sóla casi me traga un pié y me terminó de deflecar l’arpargata de los domingos.
¡Y todo porque la patrona quería ver una Navidá blanca como cantaban los gurises en los villan de sicos esos.