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Año II - Nº 58 - Uruguay, 26 de diciembre del 2003

Con amigos así quien necesita enemigos
Galicia ¿La otra puerta de Europa?
¿Por qué vinimos a Europa?
El tesoro de los Ventura
Unas fiestas diferentes
Preocupación en el colectivo inmigrante
El ejercicio de la democracia
Economía Conductista
Hurgando en la Web
Sucedió en España
Poesía
El Interior También Existe
Rincón de Sentimientos
Olvidémonos de las Pálidas
Correo de Lectores
El Marinero
 
 
 
 
 

 

UNAS FIESTAS DIFERENTES

Por: Walter Amaro - Sydney/Australia

Practicamente al filo de fin de año, se nos ocurre hacer algunas precisiones acerca de este maravilloso lugar en el cual, y por arte de magia, dado que los dados de la vida rodaron para este entorno, hemos elegido para vivir.
Australia, si bien no es la que fue (y presumimos que nunca más lo será), todavía conserva ciertos encantos que la hacen incomparable. Los cambios operados en los últimos años, sin embargo, son clara y evidentemente producto de una inmigración que, en muchos casos, no ha favorecido a esta isla continente. A ello podemos sumarle ciertos tópicos endémicos, como la inestable situación política internacional, la famosa "globalización" y el reciente síndrome de el terrorismo.

Juntos, han resultado ser explosivos. Pero de todas formas, es menester reconocer que la economía del país es una de las más saneadas en el continente, que el índice del desempleo no asusta a nadie y que la seguridad ciudadana se ve más afectada clara y evidentemente por las mafias de comunidades en particular, que por el típificado policial del delito común.

Acerca de la inmigración de los últimos 20 años, y particularmente la de la última década, podemos establecer que si bien hubo una necesidad perentoria de permitir la entrada al país de un importante número de inmigrantes, Australia no se vio favorecida en mucho que digamos. Sin ánimo de discriminar, y simplemente con la sana intención de ubicar al lector, se nos antoja que el período de integración a este estupendo estilo de vida que se estiliza en Australia, es muy dificil de asimilar por diferentes razas que llegan al país, bajo diferentes programas de emigración establecidos por el gobierno. El período de adaptación no se tiene en cuenta, permitiendo que gente que ha vivido y se ha desarrollado en un mundo hostil, se integre a un método de vida completamente avanzado.
Ciudadanos que provienen de lugares selváticos o desérticos que se han vistos privados desde su niñez de todo derecho, y que se han debatido por supervivir en hambientes asolados por el hambre, la guerra y la falta de los más elementales servicios de salud y educación, deben insertarse en un país desarrollado y convivir con sus congéneres e inclusive -si se me permite el humor- cambiar un camello por un auto, o la liana por el tren, en poco menos de 24 horas.

Los servicios de desempleo, sufrieron los primeros cambios, abusados por los "piolas" que reclamaban el pago de la bonificación y trabajaban con nombres cambiados o por pagos en efectivo. Las oficinas de impuestos hicieron lo propio en un país donde no existe el documento de identidad, y uno debe de imprimir sus propias y graciosas huellas digitales sólo si es procesado por algún delito. Ocurrió lo mismo con la Dirección de Tránsito, sólo que estos adornaron la tarjeta de conducir con una de esas tristes fotos carnet que siempre odiamos, y que solapadamente se usa como identificación válida en momentos oportunos.

De todas formas, y como quien no quiere la cosa, más de uno de estos miles de uruguayos ya se han resignado por echar raíces en estas tierras. No es momento de dar marcha atrás, particularmente luego de ver a sus hijos desarrollados en un hambiente de oportunidades y con un futuro por delante, la seguridad de una vejez decorosa y, por sobre todo, la certeza de que sus nietos no deberán superar las angustias de sus hijos, amenazadas por el crimen, la inestabilidad, y en muchos casos la pobreza. Han aprendido a morderse los labios y dejar colgaditos de un quizás, montones de sueños y nostalgias.
Se ha dejado archivado por impráctico el regreso, concientes de que el tiempo ha jugado en su contra, y el almanaque de la vida les muestra sólo pocas páginas en sus destinos, como para poder revertir algo abandonado hace tiempo por imposible.

Seguirán como en nuestro caso, recibiendo navidades en silencio. Frías como las típicas europeas, donde la mesa familiar sólo es válida el 25, mientras coronan el almuerzo con un pavo más seco que un palo. Ya no hay "cuetes ni cañitas" ni la típica algarabía de un 24 a la noche y se antoja lejano un 31 bullicioso, lleno de brindis y festejos. Nadie arroja el agua a la calle para lavarle le "jeta" al año nuevo, tal vez porque no necesitan, como nuestros hermanos en el continente, cambiarle la cara al futuro. Según un decir popular australiano: "para que cambiar lo que está funcionando bien".

Australia nos hace acordar cada vez más a una recordada obra teatral de Narciso Ibañez Menta, "Un Pacto Con Los Brujos". En ella te daban lo más anhelado en los mometos más cruciales de la vida, a cambio de tu alma. Estimo que muchos hemos firmado ese pacto en Australia, si se nos permite la metáfora. Sólo que varios están pagando en vida el precio del contrato. Pero créanme, los "yorugas" tratamos de romper la rigidez y el esquema imperante. Por ello nos juntamos cada 24 o 31 a la noche y, a escondidas muchas veces, por las prohibiciones de encender fuego por temor a los incendios forestales, asamos nuestro lechoncito al mejor estilo criollo, y nos empachamos con nueces y pan dulce aunque luego transpiremos como bestias. Porque seguimos porfiadamente siendo los hijos del Uruguay que viven en Australia. Y aunque nos falten los tambores recorriendo las callecitas de nuestro país, nos juntamos con otros charrúas para mantener nuestras costumbres y tradiciones, emulando prolijamente las enseñanzas de nuestros viejos.

Sólo me resta en este abrazo de despedida de fin de año, elevar mis mejores pensamientos y deseos para todos mis hermanos en el continente en que se encuentren. Agradecerles una vez más por la deferencia y el alago con que nos premian al ser fieles lectores de Informe Uruguay. Augurarles que de una vez por todas podamos pisar terreno firme y que nuestro país pueda acogernos con las posibilidades que todos esperamos. Que no haya hijos de Uruguay ni de uruguayos desparramados por el mundo obligados por circunstancias socio-económicas, y que la inmigración sólo sea un recurso extremo y no una sangría permanente de nuestros hermanos hacia el exterior.

Que podamos seguir compartiendo estas lecturas que además de hermanarnos cada semana, ofertan la posibilidad de manifestar nuestros diferentes puntos de vista. Que exista siempre el interes de plantear temas y entregar la vigencia del comentario. De establecer pautas que nos permitan respetarnos cada día más, y finalmente, de revalidar el concepto de la honestidad por sobre todas las cosas.
A nuestros amigos y compañeros del "boletín", simplemente agradecerles la posibilidad de integrar este completísimo cuerpo humano, donde se nos abre la posibilidad de establecer un vínculo maravilloso con todos nuestros amigos a través de cada una de sus notas.
Párrafo especial para nuestro "web master" Raúl, un excelente diagramador, que además de aguantar todas nuestras "agachadas", tiene la paciencia que sólo entregan los grandes amigos.

A nuestra familia, por supuesto, por acompañarnos y respaldarnos en este camino con la eterna cuota de amor y compañerismo que debe imperar en todo buen hogar. A mis compañeros y dirección de Radio Río FM, Sydney, Australia, desde donde, y a través de sus ondas, se nos permite comunicar con la comunidad de habla hispana en esta ciudad, a las directivas de la comunidad uruguaya en Australia, y finalmente a las autoridades diplomáticas y consulares por facilitarnos nuestra tarea y ofertarnos una sincera amistad.
A todos, espero encontrarlos Dios mediante el próximo año 2004 en las páginas de Informe Uruguay con la sinceridad acostumbrada. Hasta entonces y camiones de felicidades.