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Año V Nro. 332 - Uruguay, 03 de abril del 2009   
 

 
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Ignacio de Posadas

Vuelta al país de la frazada corta
por Ignacio de Posadas

 
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          Las cifras del último trimestre del 2008 confirman un parate en la economía y pronostican una probable recesión ya para el primer semestre de este año, contrario a lo afirmado por el presidente Vázquez en su reciente discurso político (alguien lo indujo a engañar a la gente) anunciando con ironía hacia la oposición, que el país crecería el 3%. Paralelamente, el gasto público, inflado por este gobierno, sobre todo en el año preelectoral, volverá a ser un peso sobre la sociedad uruguaya, superior a lo que la misma puede soportar.

          La extrapolación de la geometría a la economía, el "espacio fiscal", con que se quiso hacer creer a la gente que existían los reyes magos, permitieron gastar hasta que se derramara, sin temor a que el viento cambiara. ¿Consecuencias? Otra vez pérdida de competitividad, estancamiento, y reclamos tanto sectoriales como sociales. Cada uno tironeando para su lado y el gobierno al golpe del balde.

          En tiempos normales el paso siguiente sería la inflación, pero con la deflación mundial en curso es probable que eso no ocurra, al menos por los próximos dieciocho meses. El país perdió otra oportunidad. La tercera desde el retorno a la democracia. El segundo gobierno de Sanguinetti desperdició el envión que le dejó la administración Lacalle (habíamos pago todos los platos rotos y lo único que se precisaba era aprovechar la inercia y hacer los cambios que faltaban; hasta tenían el compromiso formal de nuestro apoyo en el parlamento). Al Dr. Batlle se le fue el primer año y medio sin las tan anunciadas reformas liberales; después se lo comió el barbudo.

          Pero ningún gobierno, al menos desde que yo tengo uso de razón, embocó como éste la doble condición de formidable bonanza mundial y férreas mayorías parlamentarias: el sueño del pibe. Sólo que el pibe no tenía sueño alguno, ni agenda, ni grandes inquietudes (con excepción del área de la salud, donde sí hicieron una reforma trascendente, sólo que a contrapie de la realidad y de la historia: ¿el Estado no funciona? Dos platos.)

          Pero, ta (como dice un aspirante presidencial): ¿ahora qué? ¿Qué es lo que razonablemente se podría hacer, más allá de cinchar la cobija hacia arriba hasta que se nos enfrían los pies, bajarla hasta que se nos enfría el pecho y así otra vez, por quién sabe cuánto tiempo?

          Pues hay cosas que se pueden hacer. Cosas relevantes, me refiero. No bajar algún punto de IVA, derogar el secreto bancario, terminar con la banca privada, prohibir la compra de campos a extranjeros y otras genialidades propuestas en estos días.

          Tampoco son muchas las cosas posibles. Las que realmente importan, me refiero. Pero sí que las hay. Veamos.

          Lo más básico: dar certeza a quienes quieran invertir y trabajar (y a los que pretendan quedarse en el país, sin miedo por su seguridad personal).

          Respeto por la Constitución y las leyes, lo que incluye no legislar salvo que sea necesario y en tal caso hacerlo técnicamente bien. Segunda línea fundamental de política: abrir. Abrir el país al mundo. Comercialmente, para que pueda competir y así mejorar su productividad y aumentar su producción. Abrirlo a la innovación, abrirlo en materia educativa.

          No más monopolio estatal uniformizando (hacia abajo) al sistema educativo público. Descentralizar las decisiones, abrir el abanico de opciones y experiencias, premiar la excelencia, desterrar la igualación como meta e ideal.

          Abrir también el país en sus prácticas internas: desmonopolizar. Tenemos que ser un país con una estructura energética óptima y no un país al servicio de empresas como Ancap y UTE.

          Desregular: somos uno de los países en el mundo donde es absurdamente difícil montar una empresa. La filosofía dominante es que todo empresario es un chorro, salvo que pruebe lo contrario. Privatizar. ¡Perdón! Eso no se dice. Quise decir, "asociarse con privados". Permitir que el Estado haga bien lo que debe hacer y que la sociedad también lo haga.

          Y flexibilizar el mercado laboral. No para despedir, ni para "negrear", abusar o aprovecharse. De todo lo cual hay un peligro muy relativo, en un país chico, con una fuerte cultura solidaria y un Ministerio ducho en vigilar. Flexibilizar para poder trabajar. Para que haya demanda. Con la realidad actual, regulatoria y sindical, sólo contrata gente el que no tiene más remedio.

          Por último, para poder llegar a cosechar los resultados positivos que esas medidas sin duda producirán, tenemos que sobrevivir la tenaza del gasto público excesivo y el endeudamiento, apenas menos pesado. Puentear esa situación requerirá como mínimo de un acuerdo político para contener el gasto (lo ideal sería modificar aspectos presupuestales de la constitución) y de una renegociación de la deuda, área en la cual el gobierno lega al país un excelente equipo especializado.

          El camino no es fácil, pero tampoco es estéril, como el cinchar permanentemente de la cobija. 

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© Ignacio de Posadas
 
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