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¿Hacia dónde vamos?
por Raúl Seoane
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Según un informe del Banco Mundial la crisis financiera mundial producirá 6 millones de nuevos pobres en Latinoamérica. Es cierto que existen diferentes grados de países de acuerdo a sus gobernantes, pero donde más se va a sentir es en los países con gobiernos de izquierda populista al estilo bolivariano.
En Argentina ya la recesión y el descontento popular se hace sentir muy fuerte. La pobreza comienza a notarse insistentemente en el interior del país. Bolivia y Venezuela son otros dos ejemplos de países que tienen y tendrán grandes problemas. Bolivia por la persecución de opositores al igual que Venezuela, pero en este último la caída del precio internacional del petróleo acota todas las medidas que se pudieran instrumentar para hacer frente a la recesión inminente.
El vertiginoso avance de la izquierda en Latinoamérica es más la culpa directa de malos gobernantes anteriores que de un fenómeno social lógico y natural. Gobernantes que se enriquecieron, gobernantes ineptos que en épocas de bonanza dilapidaron los dineros del estado y no generaron las condiciones necesarias para beneficiar al pueblo que los votó, gobernantes que pugnaron la presidencia para tener una cucarda que mostrar en sus curriculums, como en el caso de la presidente argentina o gobernantes que hicieron oídos sordos al reclamo ciudadano. Es una falacia el dicho que nos quieren hacer creer de que “el pueblo no se equivoca”, Argentina, Bolivia, Ecuador y Venezuela son las pruebas vivientes. En las últimas semanas El Salvador se sumó a esta ola cuando el FMLN ganó las elecciones.
Existen dos tipos de izquierdas bien definidas, la de Tabaré, Lula y Michelle Bachelet y la de Chávez, Kirchner, Morales, Ortega, Correa y Mujica. Mientras las primeras son beneficiosas y se desarrollan y aprovechan la tendencia política y económica mundial actual, las otras, populistas por esencia, son patoteras, ineptas y frontales y se caracterizan por ir directamente al choque contra sus contrincantes ante cualquier interferencia a sus aviesas intenciones.
En este último contexto se encuentra la izquierda que copó al Frente Amplio. Basta releer el artículo de Walter Sánchez Sedez, integrante del Plenario Departamental del Frente Amplio de Montevideo, para formarse una idea de lo que nos espera si el MPP gana las internas frentistas: El país productivo del ex ministro Mujica y del hoy ministro Agazzi es una verdadera falacia y no menos cierto es que Uruguay hoy tiene una maquina política de destruir formidable que se llama Movimiento de Participación Popular. Todo lo que toca el MPP, lo destruye como por arte de magia convirtiéndose en un instrumento mortífero de la mano de su hoy líder y del cuidadoso mandado de los “perros cobradores” que aviesamente se prestan a los objetivos de la destrucción.
No podemos dejar de lado el que lo dicho por Sánchez Sedez pueda estar imbuido de internismo, teniendo en cuenta las próximas elecciones internas para definir candidatos en la fuerza, sin embargo el copamiento del congreso frenteamplista que en forma antidemocrática dio un unánime respaldo a José Mujica en desmedro de los demás candidatos, es otro signo de la forma en que el MPP gobernará al país si logran ser electos.
El líder del MPP es un individuo avieso. Recordemos sus primigenias declaraciones asegurando que él no tenía ningún deseo de candidatearse a la presidencia de la Nación. Posteriormente fue variando su posición previendo que podía obtener buenos resultados. Mujica viajó a Venezuela con la excusa de reforzar el intercambio comercial con nuestro país, cuando su verdadero objetivo era conseguir petrodólares bolivarianos para iniciar su campaña. De la misma forma se entrevistó con sus “amigos” los Kirchner para conseguir que los uruguayos en Argentina pudieran viajar a nuestro país para votarlo. Hizo campaña del otro lado del charco hasta que los propios kirchneristas lo deschavaron y confirmaron que el matrimonio reinante le financiaba la campaña en ese país.
Mujica es muy hábil. Su imagen humilde y chabacana es una postura estudiada y llevada a cabo con el propósito de hacerlo parecer como un ciudadano pobre e inculto, pero si uno lo escucha hablar, con toda la palabrería soez y vulgar que le gusta utilizar, se da cuenta de que su postura es estudiada. De sus palabras, si sabemos escucharlas e interpretarlas correctamente, nos podemos dar cuenta, entre otras cosas, de que su principal objetivo es la igualdad, pero su propuesta de igualdad es rasar hacia abajo. La clase rica caerá a la media y la media a la pobre.
A pesar de haber pasado más de 30 años, Mujica sigue fiel a sus principios terroristas de los que jamás se arrepintió. Sigue creyendo en la división del país entre buenos y malos, ricos y pobres, obreros y patrones y que el enfrentamiento de clases es lo que le dará el triunfo. Por eso declaró, y copio textualmente lo que publicó el diario El País: Mujica había afirmado días atrás que si gana Lacalle en el Partido Nacional y Pedro Bordaberry entre los colorados, gana el Frente "porque será como enfrentar a La Teja y el Cerro contra Carrasco". Dentro de esta división de clases, de enfrentamientos, de partir al país entre “los de ellos” y “los demás”, se encuentra la intención de anular la Ley de Caducidad, a la que se sumó el órgano oficial del retro-progresismo, el diario La República, intentando lograr, antes del vencimiento legal para poder presentarlo, las firmas necesarias para volver a llamar a un plebiscito a un pueblo que ya lo ha votado anteriormente y que YA decidió, pero como los resultados no fueron favorables a las hordas de Mujica, hay que tratar de revertir la decisión popular, sea como sea.
Nadie definió mejor al candidato frentista que el ex presidente Luis Alberto Lacalle cuando dijo que “Mujica es como Néstor Kirchner”. No debemos olvidar que los Kirchner, amigos de José Mujica según sus propias palabras, pagaron la campaña del líder tupamaro en Argentina para que éste conquistara el voto de la diáspora uruguaya. El viejo dicho de “dime con quién andas y te diré quién eres” nos muestra el país que debemos esperar si el líder del retro-progresismo llega a sentarse en el sillón presidencial: caos, enfrentamientos, expropiaciones caprichosas, economía digitada, más impuestos, porque según el criterio sustentado por ellos para lograr la igualdad hay que repartir -dar generosamente sin pedir nada a cambio- y la única forma de repartir es creando más impuestos.
En los últimos días, al inimputable José Mujica se le ocurrió decir a los cuatro vientos que había que levantar el secreto bancario en nuestro país, con lo que desató el nerviosismo de gran parte del mundo financiero que se apresuró a consultar al BCU sobre lo dicho por el irresponsable candidato. Las principales crónicas que pude leer más que nada se referían al enfrentamiento entre el Pepe y el presidente Vázquez, pero no ahondaban sobre las consecuencias de los dichos del terrorista tupamaro. Más allá de la polémica de levantarlo o no, el sistema bancario uruguayo cumple un fin y gracias al mismo es una fuente de trabajo para muchos uruguayos y un importante beneficio para el país. Si es necesario eliminarlo, hay que buscar alternativas porque la eliminación representa un fuerte golpe a la economía nacional, pero como Mujica habla únicamente por boca de ganso, es indudable que él no tiene estudiada una alternativa viable para proceder al levantamiento. Además, el secreto bancario no implica que el país sea un paraíso fiscal, porque se han votado leyes para que eso no suceda y se han eliminado las sociedades económicas o de inversión que podrían prestarse al lavado de dinero. Hoy en día, Uruguay no está calificado como un paraíso fiscal, pero lo que hace Mujica es echarle más agua al cántaro para ver si el desborde lo beneficia. Lo más probable es que haya querido tener un gesto con sus íntimos amigos y mentores, los Kirchner, los más interesados en eliminar el secreto bancario en Uruguay ya que por sus ineptitudes los capitales argentinos están huyendo de ese país y recalan en Uruguay, amparados al, según Mujica, nefasto secreto bancario. Es indudable que Mujica intenta comenzar a pagar la deuda que él personalmente tiene con los Kirchner, ofreciéndoles la posibilidad de que puedan avanzar sobre los fondos argentinos depositados en nuestro país, al igual que avanzaron sobre los agricultores, los fondos de pensión y probablemente sobre los ahorros actualmente depositados en los bancos argentinos, de acuerdo a las últimas informaciones.
Mientras tanto, su rival en las internas frenteamplistas, el Ctdor. Danilo Astori promete bajar en dos puntos el IVA si él es ungido presidente. ¿Por qué no lo hizo antes cuando era Ministro de Economía y nos atropelló con el IRPF y dijo que bajaría el IVA en varios puntos? Me hacen acordar a aquella canción de Mina: “Parole, parole, parole”. Y son eso, sólo palabras.
Es cierto que todos quieren alcanzar el sillón presidencial. Todos quieren ganar, pero en algunos casos para lograrlo atacan, ensucian y rebuscan opciones no tradicionales o reñidas con la realidad para poder llegar, inclusive contra contendientes del propio partido.
Leo los titulares de los diarios y son todas promesas que al final, cuando son electos, se tiran a la basura por inaplicables, sin embargo todos prometen, juran y rejuran que ellos son diferentes, distintos, que con ellos el país avanzará, cambiará, ¿para bien o para mal?, esa es la disyuntiva en la que debemos pensar antes de emitir nuestro voto.
Cuando el Frente encabezaba las encuestas en el 2004 muchos de mis amigos estaban asustados, yo les dije que lo mejor que podía suceder era que ganara las elecciones el Frente Amplio porque sería la forma de que el pueblo uruguayo despertara y se diera cuenta de que no existen fórmulas mágicas como las prometidas por la izquierda, que cuando vieran los desastres realizados se consolidaría la democracia y se olvidarían de las utopías.
En parte mi profecía se cumplió. Las encuestas lo están demostrando, pero Tabaré Vázquez impidió que la misma se realizara plenamente, porque su gobierno no fue malo, fue, dentro del encorsetamiento al que lo sometió su propio partido, bastante bueno. Sin embargo, ahora todo puede cambiar para mal con un nuevo gobierno frenteamplista. Hoy estoy asustado, porque no quiero un Uruguay como la Argentina kirchnerista, o la Venezuela chavista. No quiero el Uruguay del reparto sin esfuerzo, quiero un Uruguay con un gobierno pragmático que sepa llevarnos a buen puerto dentro del mar embravecido del mundo actual. No importa el signo político, de derecha, de centro o de izquierda. Quiero un verdadero timonel y el retro-progresismo de Mujica, el M.P.P., los tupamaros, el partido comunista y sus adláteres NO me lo garantizan.
No me asusta la izquierda, tampoco el socialismo, me asustan los extremos, los populismos, los que venden utopías, me asusta el terror y la mentira, por eso espero que el pueblo uruguayo sepa elegir.
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