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Año V Nro. 332 - Uruguay, 03 de abril del 2009   
 

 
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Manuel Flores Silva

La sociedad civil en la
construcción de ciudadanías

por Manuel Flores Silva
Ex Senador - Periodista
Fue director de la revista Jaque y Posdata
 
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         La evolución de la sociedad va naturalmente modificando los problemas y, consecuentemente, los paradigmas deben necesariamente enriquecerse con nuevos conceptos. Esto es bastante difícil, por veces, en un país donde los partidos políticos tienen sus afectos tan afincados en el pasado.

Mañana no es ayer

         La sociedad que hay que resolver para el bicentenario, por ejemplo, enfrenta problemas, obviamente bien diferentes a los de 1904, a los de la década del 60 y aún a los de la década del 90 del siglo pasado. Deberá, sí, construirse ciudadanía cívica, política y social para cada ciudadano –trípode republicano pero los caminos serán necesariamente diferentes a los intentados, con éxito y sin él, en el pasado.

         Un republicano y socialdemócrata de 1910 no puede tener el mismo programa en el 2010.

         Tanto Estado como sea necesario (para la igual oportunidad) y tanta iniciativa privada como sea posible (para la mayor productividad) –dice la máxima socialdemócrata- y, por sobre los intereses de ambos, del Estado y de lo privado, debe estar la cosa pública, la “res” pública, la República, dirá el republicano, para proteger, mediante un sistema de reglas de juego garantistas, de pesos y contrapesos, de responsabilidades y contralores democráticos, los derechos de los ciudadanos respecto de la natural tendencia al exceso de poder estatal y privado. Unos defienden al Estado contra lo privado, otros defienden lo privado contra el Estado, los republicanos socialdemócratas deben siempre encontrar la fórmula de poner al Estado y al privado a favor del ciudadano, así como deben defender siempre al ciudadano contra el abuso estatal o el abuso privado. Esos principios deben, sí, persistir, como los principios del liberalismo político que parten de la base de que el otro puede tener razón y hacen de ello pie para legitimar siempre la tolerancia, pero las fórmulas para implementarlos han cambiado tanto como han cambiado los tiempos.

La sociedad civil organizada como nuevo actor

         No habrá democracia si el monopolio de la representación política de los ciudadanos no la tienen los partidos políticos. Ello no quiere decir que no haya en el escenario nuevas representaciones: la sociedad civil organizada en función de tareas que son necesarias y que le dan a las organizaciones de la sociedad civil una fuerte legitimidad. Por ejemplo, las organizaciones de derechos del consumidor en el mundo desarrollado estallan por todos lados, en los años 70 del siglo pasado, sobre la base de comparar precios, comparar calidades, denunciar defectos de fabricación y trampas contractuales de “letra chica”, etc. Quién esté leyendo estas líneas en Uruguay nunca pudo tener idea, muy posiblemente, de cuál es la tasa de interés real que paga por el dinero de su tarjeta de crédito, de modo que sabe bien de qué hablo. En los 80, en el mundo desarrollado surgen también por todos lados las organizaciones ambientalistas y es por la acción de ellas, por ejemplo, que se cambió la tecnología celulósica y así, luego, la planta de Botnia que ahora se instala no contamina, si se le controla que gaste suficiente dinero en ello.

         Hubo tres tipos de reacciones desde los partidos políticos a la legitimidad social que obtuvieron las organizaciones del tipo de los antedichos ejemplos y muchas otras.

         Unos, los conservadores, sostuvieron que las Ong’s eran competidoras desleales y antidemocráticas de los partidos –¿quién las había elegido?- y que eran opositores camuflados: ¡que quién se imaginaba la sociedad gobernada por las Ong’s!. En la otra punta, hubo académicos y pequeños núcleos partidarios antisistema – coincidía con el vació dejado por la caída del Muro de Berlín- que dijeron que las Ong’s eran la última trinchera de resistencia frente al avance capitalista.

         Entre ambas hubo, sin embargo, una postura que -conservando siempre el monopolio de la representación política en los partidos políticos empezó a considerar imprescindible que éstos fueren permeables a estos nuevos sujetos de representación.

         Que tuvieran con ellos intercambios normales. Es más, que, aunque para mejorar a la república es necesario adaptar a los partidos a los nuevos tiempos –reformularlos, en suma- la sociedad civil puede ser un formidable socio de los partidos en la construcción republicana, en la construcción de ciudadanías.

         La relación no dejó, sin embargo, de tener turbulencias. Pues los tiempos históricos trajeron una crisis de la política. Como dice Kumi Naidoo, Secretario General de Civicus, una de las más grandes y prestigiosas organizaciones de Ong’s del mundo –presidida por la uruguaya Anabel Cruz- refiriéndose al planeta Tierra y no a Uruguay aunque le quepa, “La elección corre el riesgo de convertirse en un proceso legitimador de la elite y, en algunos casos, no representa la verdadera democracia. La afiliación a los partidos políticos tradicionales ha disminuido, ya que éstos se caracterizan por una falta cada vez mayor de democracia interna y no tratan temas que son de importancia para los ciudadanos”. (“Ver a través. Poder, rendición de cuentas y sociedad civil”, Anabel Cruz e Inés Pousadela, ICD, 2008)

         Los partidos son acusados en los últimos 20 años en particular, de ser portadores de un déficit democrático, y la sociedad demanda entonces una mayor transparencia, una mayor legitimidad y una mejor rendición de cuentas, entendida esta no sólo que los números sean claros, que el Estado sea de información accesible, sino más globalmente que los gobernantes estén mejor controlados y en capacidad de brindar respuestas sobre si han cumplido o no con lo que han prometido.

         La sociedad va sintiendo la necesidad, pues, de un mayor control sobre los estamentos superiores y colabora con ese sentimiento la idea de manipulación de imágenes que dan los medios de comunicación audiovisual y masivos.

         La “revolución asociativa global” entonces toma, como ya habíamos visto en los casos del consumidor y del medioambiente, un giro al contralor social.

         Es la propia sociedad civil, sin embargo, la que se encarga de no sobrestimar su valor. Dicen las autoras en la obra mencionada “Así son numerosas las voces que reclaman la igualación de las reglas de juego, el abandono del mito de la ‘bondad’ de la sociedad civil”. No se trata de “bienhechores autodesignados” sino de entidades que se legitimarán o no según sirvan bien o mal al público.

Construyendo ciudadanías

         La construcción de ciudadanía fue históricamente en Uruguay una tarea del Estado (su sistema educativo, su Justicia, etc.), de los partidos y de la prensa partidaria.

         Pongamos ejemplos sobre cómo la sociedad civil en otros países construye ciudadanía. Por ejemplo, construcción de la ciudadanía política. En buena parte de América Latina los padrones de electores y el recuento de los votos no se hace bien. Hay Ong’s especializadas en ambas funciones que en varios países tiene más credibilidad que los organismos electorales estatales. La Ong Transparencia Internacional –de la cual Uruguay Transparente es capítulo uruguayo- viene midiendo desde hace tres años en 8 países de la región y el año que viene en toda la región, la transparencia del financiamiento de los partidos, mediante un sistema de 114 variables. Dice cuán opacamente o cuán transparente se financian los partidos, con las consecuencias que ello trae. Diversas entidades miden en la región el rendimiento de parlamentarios uno por uno, o la producción del Parlamento en su conjunto, o promueven la iniciativa popular en las leyes, etc.. Es decir, por ejemplo, colaboran para que se cumpla la ciudadanía política electoral de los ciudadanos, que no les corrompan los partidos, que el ciudadano pueda mejor controlar a sus representantes, sea a nivel nacional o local.

         En cuanto a la ciudadanía cívica, diversas entidades hacen auditoria a la selección de jueces de primera instancia o a sus ascensos, o al presentismo de los jueces en la Suprema Corte incluso, o promueven y logran que las audiencias de la Suprema Corte sean públicas, al margen de que en muchos países de la región los colegios de abogados (sociedad civil) participan en la designación de Jueces de la Suprema Corte, del Tribunal Constitucional o del Consejo de la Judicatura. En algunos países se ha logrado que la selección de jueces se haga televisada o que ello ocurra con las sesiones comunes de la Suprema Corte. En cuanto a la prensa, se hacen programas sobre la accesibilidad de cada organismo público a la prensa, con calificaciones anuales para cada uno de ellos, o se difunde el minutaje que los informativos televisivos dan a cada partido por mes, se controla la duración de las tandas, violatoria muchas veces de disposiciones, o se lleva la cuenta de la distribución de la publicidad oficial. En cuanto a la ciudadanía social, están todas las Ong’s que capacitan gente, o que protegen condiciones sociales desfavorables, pero también aquellas que controlan las contrataciones públicas o aquellas que llevan índices y contralores de gestión la presupuestaria. Que están presentes desde las sesiones mismas de discusión de las comisiones parlamentarias hasta que finaliza el gasto resuelto. Es decir, se construye el derecho ciudadano a una buena justicia, a que la prensa y la información no sean manipuladas, a mejorar su capacitación laboral, a no ser perjudicados por las compras públicas o el gasto presupuestario que pagan los ciudadanos con sus impuestos.

         Los partidos políticos modernos no deben ver en la sociedad civil organizada, pues, a un adversario sino a un aliado en la construcción republicana.

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