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Año V Nro. 332 - Uruguay, 03 de abril del 2009   
 

 
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Obama decidió ignorar a Chávez
por Orlando Ochoa Terán

 
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         Si Chávez pensara en el interés nacional no habría acudido a Lula, un supuesto amigo personal, para que le sirviera de intermediario con Obama. Como rival estratégico y potencial sustituto-suplidor de crudo está en el interés nacional de Brasil separar a Venezuela de EE UU, su principal cliente, con o sin revolución.
 
         En muy probable que el presidente Chávez haya leído en alguna parte que una de las más influyentes teorías de las relaciones internacionales modernas es el realismo político. Esta noción asume que no están sujetas a ningún orden. No existe una entidad supranacional que gobierne a los estados soberanos y en consecuencia los jefes de Estado son los verdaderos actores de las relaciones internacionales. Visto así, el presidente Chávez debe haber asumido que la realpolitik se adapta perfectamente a su disparatado manejo de la política exterior. 
 
         Nadie debe haberle aclarado que esta concepción asume también que todos los jefes de Estado actúan con racionalidad en la búsqueda del interés nacional. Hans Morguenthau, uno de los más destacados proponentes del realismo político, sostiene que esta teoría evita la falacia de igualar la política exterior “con la filosofía o las simpatías políticas de un jefe de Estado”.
 
         Para la realpolitik los estadistas siempre distinguirán entre el interés nacional y el deseo personal. El realismo político dice Morguenthau, no promueve ni rechaza principios políticos o morales sólo exige “una clara distinción entre lo deseable y lo posible, entre lo que es posible y deseable en todas partes todo el tiempo y lo que es posible bajo concretas circunstancias de tiempo y lugar”.
 
Pedir cacao

         Como en Chávez no existe una clara distinción entre lo deseable y lo posible y entre lo que es posible en circunstancias de tiempo y lugar, sus enredos en la arena internacional han sido mayúsculos y con frecuencia bufonescos, pero tolerados por algunos jefes de Estado en quienes  igualmente se funden los intereses de su país y los de Venezuela, con los suyos.
 
         Sin embargo, pese a la estridente retórica antiimperialista, una recurrente coartada del presidente Chávez ha sido tratar de salirse de algunos enredos con el imperio pidiendo cacao, especialmente cuando se ha encontrado en condiciones de debilidad.
 
         La primera oportunidad fue en enero de 1999, entonces presidente electo y con el precio del barril de petróleo a , visitó la Casa Blanca y aceptó con humildad que el presidente Bill Clinton lo saludara displicentemente en las oficinas del asesor del Consejo Nacional de Seguridad, Samuel Bergen.
 
         La otra ocasión fue después de los eventos del 11 de abril de 2002. En otro impromptu de humildad, jamás visto con sus adversarios venezolanos, se dirigió al presidente Bush en un corredor de la ONU para decirle, “I want to be your friend”.
 
         El más reciente acto de pedir cacao ha sido con el presidente Barack Obama, esta vez a través del presidente Lula da Silva, a quien le pidió que intermediara para reiniciar relaciones “normales” con EE UU en un encuentro formal en la cumbre de Trinidad. Lula le informó que Obama prácticamente ignoró su propuesta. No tiene pues nada de raro que como reacción, el indignado líder bolivariano, haya dicho que el presidente Barack Obama era un “pobre ignorante” y como un adolescente anunciara  de inmediato un viaje a Irán. 
 
La pesadilla

         Lo que hace de la diplomacia un juego geopolítico de alto vuelo son precisamente las formas, a veces sutiles, que adquieren los mensajes cuando están bajo el control de quien los transmite. Si el presidente Chávez entendiera esto no hubiera acudido al presidente Lula, a quien supone un amigo personal, pero que la realpolitik lo define como el jefe de Estado de un país rival o competidor estratégico de Venezuela.
 
         Brasil no sólo desplaza a Venezuela en los intercambios comerciales y en influencia en la región sino que está en vías de ser uno de los más cercanos aliados, potencial sustituto-suplidor del crudo venezolano a EE UU, el principal cliente de Venezuela, con o sin revolución.
 
         Que EE UU permanezca distante de Venezuela está en el interés estratégico del Palacio Itamaraty, donde siempre se ha creído que Brasil está destinado a liderar permanentemente la región. En 2007 el presidente Chávez, en ejercicio de esa diplomacia bravucona, amenazó con retirar la solicitud de ingreso a MERCOSUR si al final de septiembre de ese año no se hubiera aprobado. El principio diplomático que indica que “decir es hacer y hacer es decir” no tiene cabida en la Venezuela bolivariana.
 
         Mientras tanto, a diferencia de su posición despectiva contra Chávez, el presidente Obama “resetea” las relaciones con Rusia, abre un camino hacia Cuba, propone un diálogo con Irán, envía ayuda a Gaza y refuerza las relaciones con Corea del Norte. A excepción de este último, todos son “aliados estratégicos” de Chávez. Naturalmente, estas aperturas no son contra Chávez, sino que la diplomacia de EE UU decidió ignorarlo en esta ofensiva.
 
         La explicación no es muy compleja. Desde que Barack Obama fue electo Presidente de EE UU las reacciones del líder bolivariano se han balanceado entre alusiones racistas, peyorativas y elogios que rayan en la adulancia, lo cual confirma que la política exterior venezolana es inseparable del carácter de un hombre vengativo, impredecible, impulsivo e intemperante.
 
         La pesadilla de cualquier cancillería del mundo. 

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Fuente: Diario de América
 
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