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Año V Nro. 302 - Uruguay,  05 de setiembre del 2008   
 

 
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Los monstruos de Frankenstein
La ofensiva del corporativismo
por Oscar Almada

 
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         Según la famosa novela, el Dr. Frankenstein había creado artificialmente un monstruo que con el tiempo se rebeló contra él.  Lleno de simbolismo, el personaje se recrea en forma más o menos constante, y la historia real está colmada de casos en que las creaciones del hombre se vuelven contra él.

         Las tenemos en este mismo momento en el ámbito político nacional. La seudo izquierda uruguaya ocupó gran parte del siglo pasado en crear, moldear y copar los distintos sindicatos de funcionarios y trabajadores, especialmente los públicos. Con ello formó una masa de resistencia crecientemente eficaz y sólida, que aparte de ir pugnando por mejoras en las condiciones de trabajo y las remuneraciones de sus miembros  -lo cual es formalmente legítimo- fue alineándose en la resistencia contra los gobiernos tradicionales y entró a formar parte de la oposición política. A través del F.A., los propios dirigentes sindicales fueron mostrando públicamente su filiación partidaria, y desde hace tiempo se intercambian con los militantes políticos en las listas electorales y en los cargos electivos, incluso ejerciendo ambos tipos de funciones simultáneamente.

         Todo el país sabe el papel principal que estos sindicatos han desempeñado en el advenimiento de dicho sector político al poder en las últimas elecciones. Las incansables, interminables e insaciables huelgas, paros, manifestaciones y demás “movilizaciones” tuvieron una parte muy importante de incidencia para que los partidos históricos sufrieran un considerable debilitamiento de su base social y sucumbieran finalmente, (aunque por supuesto que suyos también fueron defectos, vicios y errores que dieron buen mérito a ese decaecimiento) con el agravante de que el movimiento sindical uruguayo ha seguido férreamente apegado a sus viejas consignas de origen marxista sin darse por enterado de que el mundo ha desechado definitivamente tales pragmáticas y que los acontecimientos de los últimos veinte años del siglo pasado han puesto punto final a las reivindicaciones de esa tendencia, en todos los países.....excepto aquí.  Los legítimos derechos de los trabajadores son ahora defendidos mediante sistemas democráticos, y las sociedades discurren perfectamente cuán diversas deben ser las hojas de ruta del movimiento político y del movimiento sindical.  La infiltración y la instrumentación del sindicalismo a los fines políticos ya no se practica en ningún lado... excepto aquí.

         Pero ya en esta primera y esperemos que última experiencia del demago-populismo en el Gobierno,  se dio la contradicción esperable. No tardó el Dr. Frankenstein en notar que sus creaciones, antes instrumentadas a favor, se iban tornando adversas.  Y esto es lógico, puesto que resulta corolario elemental de una ascensión lenta pero segura a posiciones de poder, que el sindicalismo exceda su legítima función connatural y pretenda dirigir conceptualmente el funcionamiento de toda la sociedad, comenzando por las funciones gubernamentales. Véase aquí la primera objeción, la básica:  los organismos de gobierno son designados por el cuerpo electoral en comicios democráticos, públicos, libres y universales, nos guste o no su resultado; esa es la consecuencia del ejercicio de la voluntad soberana del pueblo, del auténtico pueblo. Los cuerpos sindicales se integran y manejan de maneras distintas y sin las garantías que tenemos los ciudadanos en general.

         Obviamente, la función de administrar debe ser ejercida por el Poder Ejecutivo, y las funciones de legislar y de elaborar los Presupuestos debe serlo por el Poder Legislativo, y no por la fuerza del sindicato tal o cual. Porque los paros y huelgas son hechos de fuerza,  (aunque no necesariamente de violencia) tolerados por el Derecho pero que no lo sustituyen. Como excepción que es al principio democrático general , el derecho de huelga debe interpretarse en forma restrictiva. Entonces, por más razón que asista a los sindicatos de funcionarios públicos, en cuanto a las exigencias, apetencias, necesidades y reclamos de éstos, -que muchos veces les asiste pero otras no es tan así-  los Presupuestos y las Rendiciones de Cuentas deben ser redactadas por el Ministro Astori con todas las negociaciones que Vd. quiera, y aprobadas por el Parlamento, por más que nuestra opinión sea que el Ministro Astori ha decepcionado a tirios y troyanos y por más que nuestra opinión sea que las leyes que aprueba el Parlamento están siendo un adefesio. Para decirlo más sencillamente, “yo” metafóricamente hablando, voté al presidente Vázquez y a los ministros que éste designara, y a los senadores y diputados del F.A., y no a los Sres. Abdala, Castillo, Bermúdez, Lolo y compañía. 

         Esta rebelión de los monstruos creados por el sector que hoy las padece, la tiene merecida. Hizo mucho para que ocurrieran, cuando era oposición. ¿Vds. imaginan qué “no” diría hoy el F.A. si un gobierno ajeno en este momento descontara las sanciones de los sueldos o amenazara con un decreto de esencialidad? Una parte del pueblo muchas veces no identifica responsables, no sanciona: vota ulteriormente sin que estas cosas incidan en su voto. Otra parte califica y castiga, y las tendrá en cuenta.

         Pero de cualquier manera el deber del gobierno es detener el embate del corporativismo. De lo contrario, las instituciones tambalearán. Será una especie de “golpe de Estado” no habitual. El corporativismo exige más y más remuneraciones, pero ya tiene este Gobierno bastante gastado, repartido, erogado y obsequiado, sin que se necesite más, porque quien paga es la ciudadanía, el famoso “pueblo”, Vd. y yo. El corporativismo es de esencia derechista, tiene antecedentes fascistas y falangistas, y no es afín al sistema democrático, sistema que garantiza la libertad aunque no necesariamente la felicidad, sistema que defiende el Derecho aunque no necesariamente a la justicia, y que preserva la paz, aunque no nos ahorre necesariamente privaciones.

         Y lo peor de todo es que muchas veces el pueblo queda, quedamos, como rehén de luchas internas entre fracciones sindicales. En este momento se libra un cruento combate entre los sectores más radicales y los más oficialistas, en el seno de la Intendencia de Montevideo,  y  el habitante de la Capital experimenta serios problemas por causa de esos entredichos que no puede laudar. Sigue pagando muy caro por servicios muy malos que para peor en este momento se niegan. Y, consecuencia de la doblez e hipocresía de la “izquierda”, ahora hay “carneros buenos” en los paros.

Pero, por supuesto que éstas son elucubraciones “de derecha”. A Vd. ¿qué le parece?

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© Oscar Almada para Informe Uruguay
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