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Bomberos que incendian
por Alberto Benegas Lynch
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En un mundo globalizado las noticias corren a velocidades tales que prácticamente en todas partes se trasmiten las novedades en tiempo real. Cuando observamos a políticos en campaña todos sin excepción prometen terminar con la corrupción y que, finalmente, brindarán justicia y seguridad (que es lo que por regla general no ofrecen y, en su lugar se lanzan a actividades incompatibles con un gobierno republicano).
Paradójicamente, la teoría enseña que los monopolios de la fuerza que llamamos gobiernos se han constituido para proteger los derechos de los gobernados pero, henos aquí que son los enemigos más férreos de esos derechos y el ciudadano debe estar permanentemente al acecho para ver como se defiende de las gabelas siempre crecientes y expoliadoras, reglamentaciones absurdas y asfixiantes en el contexto de interminables manotazos al erario público y privado que alimentan las arcas personales de funcionarios en el contexto de discursos altisonantes e hipócritas que gritan a los cuatro vientos de la preocupación por los más necesitados.
Y esto ocurre en los llamados gobiernos de los países libres y democráticos para no decir nada de las hordas criminales de los Stalin, Mao, Pol Pot, Hitler y Castro de nuestra época. Tal como ha imaginado Ray Bradbury son los bomberos a quienes se les encarga incendiar. Son los encargados de pacificar que promueven la guerra. Son los guardianes de los derechos de propiedad que roban a manos llenas. Son los que alardean de republicanos y actúan en las sombras. Son los demócratas que aplastan de modo inmisericorde a las minorías. Son los que en nombre de la redistribución de ingresos empobrecen a todos. Son, por fin, los que en nombre de la igualdad decapitan con una devastadora guillotina horizontal haciendo tabla rasa con la igualdad ante la ley.
Lo mismo que se lee en la entrada de algunas casas: "tenga cuidado, perro suelto", a la llegada a un país hay, de hecho, un letrero invisible pero no por ello menos real que dice "cuidado, gobierno suelto". El liberalismo ha significado un progreso notable al demoler la idea del derecho divino de los reyes pero ahora la tarea es combatir el espejismo del derecho divino de las turbas. Desde Aristóteles en adelante la democracia ha estado vinculada a la libertad. Mayorías ilimitadas significan una ruleta rusa pero no un régimen democrático. El asunto es estudiar cuidadosamente los incentivos naturales que existen para saltar las vallas de contención y proteger los derechos de todos. Al fin y al cabo todos los límites y contralores se pueden dejar sin efecto con solo levantar la mano en el recinto de la Legislatura.
Es el momento de estar atentos a otras contribuciones al efecto de lograr la meta de que la fuerza se utilice exclusivamente con carácter defensivo y nunca ofensivo. Como he dicho antes, una de las avenidas fértiles que ayudan a remover telarañas mentales y estimulan el pensamiento son los múltiples trabajos de autores como De Jasay, Benson y Barnett que dan los primeros pasos para el estudio y la investigación que pueden abrir puertas al futuro y oxigenar el ambiente con debates que incorporan perspectivas que serán tomadas en cuenta por mentes abiertas en un proceso evolutivo que no tiene término. De lo contrario esto se asemeja a una pervertida marcha de Aída o, más bien, se parece a dar vueltas a la noria sin ir a ninguna parte.
Los sabios Padres Fundadores en Estados Unidos insistían en extender el federalismo al efecto de descentralizar el poder y fraccionar las mayorías compactas pero, como ellos mismo advirtieron para estar alertas y a la defensiva, con el tiempo aparece una fuerza centrífuga que conduce al unitarismo. En esta misma línea argumental elaboran los autores antes mencionados. Si no se agudiza el ingenio en debates de esta naturaleza corremos el riesgo del peligro que señalaba Einstein: "la vida se vuelve peligrosa no tanto por las personas que hacen el mal, sino por aquellas que se sientan a ver que pasa", el mismo pensador sentenciaba que "No se pueden esperar resultados distintos con las mismas causas", y la conclusión einsteniana más grave: "Solamente dos cosas son infinitas, el universo y la estupidez humana y no estoy seguro de lo primero".
Cierro esta columna con un pensamiento de Erich Fromm en El miedo a la libertad donde se explica la raíz del problema de que avancen los bomberos piromaniacos, que consiste en la renuncia al propio yo de cada cual: "en su mayoría los psiquiatras aceptan como un supuesto indiscutible la estructura de su propia sociedad, de tal manera que, para ellos, la persona no del todo adaptada lleva el estigma de individuo poco valioso; por el contrario, suponen que la persona bien adaptada socialmente es muy valiosa desde el punto de vista humano y personal. Si diferenciamos estos dos conceptos de normal y neurótico de la manera indicada, llegamos a esta conclusión: la persona considerada normal en razón de su buena adaptación, de su eficiencia social, es a menudo menos sana que la neurótica, cuando se juzga según una escala de valores humanos. Frecuentemente está bien adaptada tan solo porque se ha despojado de su yo con el fin de transformarse, en mayor o menor grado, en el tipo de persona que cree se espera socialmente que ella debe ser".
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