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Año V Nro. 324 - Uruguay, 06 de febrero del 2009   
 

Visión Marítima

historia paralela

 

Proteccionismo ante la crisis
por Federico Steinberg

 
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         En el Foro Económico Mundial de Davos, al igual que en la cumbre del G-20 del pasado 15 de noviembre, los principales líderes mundiales hicieron un llamamiento para reducir las tentaciones proteccionistas, así como para a cerrar la Ronda de Doha de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Sin embargo, en esta ocasión fueron más cautos que en el pasado y no dieron una fecha concreta para cerrar las negociaciones porque son conscientes de que en un contexto de recesión global y con elecciones en India y una total renovación de la Comisión Europea a finales de 2009 será especialmente difícil alcanzar un acuerdo.

         A lo máximo que se puede aspirar es a que los aranceles se mantengan en los niveles actuales y que el mundo evite una espiral de movimientos proteccionistas recíprocos como los que tuvieron lugar tras el establecimiento del arancel Smoot-Hawley en Estados Unidos en 1930, justo tras el crack del 29 (que ya guarda peligrosas similitudes con el crack de 2008). Si la deseada reactivación finalmente llega en 2010 el momento será más propicio para volver a impulsar las negociaciones.

         El problema es que según el Banco Mundial, la caída de la demanda global y la falta de crédito a corto plazo para transacciones comerciales internacionales llevará en 2009 a una contracción del comercio internacional de al menos un 2%, la primera caída desde 1982. Y tanto la reducción de los intercambios como el aumento de los aranceles y de otros instrumentos proteccionistas no arancelarios (como restringir a empresas extranjeras el acceso a las obras públicas financiadas con los paquetes de estímulo fiscal) harán más difícil que la recuperación llegue en 2010.

         Esta situación es especialmente triste si se tiene en cuenta que, tras ocho años de Ronda, el paquete de concesiones recíprocas estaba prácticamente cerrado en julio pasado. Los países avanzados se habían comprometido a reducir sustancialmente tanto los aranceles como los subsidios a la agricultura a cambio de que las economías emergentes recortaran los aranceles manufactureros, siempre aplicando una fórmula que aseguraba que los aranceles más altos se reducirían más que los más bajos, lo que también beneficiaba a los países emergentes (los países más pobres podrían optar entre liberalizar o no, según sus necesidades). Pero ciertos desacuerdos en materia de salvaguardias agrícolas para países especialmente vulnerables como India o China no hicieron posible cerrar las negociaciones (los paquetes presentados en materia de servicios eran muy limitados, pero eso no fue fuente de conflictos), por lo que se perdió una oportunidad de oro para haber cerrado la ronda antes del estallido de la crisis.

         Hoy, ante el aumento del desempleo, países como Rusia, Brasil, China o Argentina están elevando sus aranceles en algunos productos, aunque también hay otros países que han rebajado su protección, sobre todo para los inputs intermedios que se utilizan en la producción nacional. El problema es que estas subidas arancelarias son legales dentro del la regulación de la OMC porque la mayoría de los países, sobre todo los emergentes y muy especialmente los latinoamericanos, redujeron sus aranceles durante las últimas dos décadas por debajo de los aranceles máximos a los que se habían comprometido en la OMC, por lo que ahora tienen margen de maniobra para subirlos sin ser susceptibles de ser sancionados.

         Por lo tanto, la gran contribución de la Ronda de Doha sería la de consolidar los aranceles existentes en la actualidad para evitar que los países puedan subirlos unilateralmente en el futuro. Esto no daría lugar a nuevo comercio, pero sería una contribución esencial para la consolidación de la OMC como institución de gobernanza global en un momento en lo que más se echa de menos en el mundo es la cooperación internacional y las reglas globales para hacer frente a nuestros retos comunes.

         Por último, desde la perspectiva de América Latina el cierre de la Ronda arrojaría grandes beneficios a largo plazo. Supondría asegurar que los mercados agrícolas mundiales estarían mucho más liberalizados, por lo que una vez que la economía mundial se hubiera recuperado, las economías latinoamericanas podrían apoyarse en las exportaciones agrícolas tanto para sostener mayores tasas de crecimiento como para volver a acumular superávit públicos.

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Fuente: Infolatam
 
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