Wilson y la unidad por Javier García

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         El miércoles cumplió años Wilson. No está y está a la misma vez y prueba de ello es que es difícil no encontrar en los labios de nuestros compañeros su nombre, su evocación y su añoranza. Fue líder en sus días y maestro en su legado. Me niego a que aquellos que lo seguimos, defendimos y acompañamos siempre, y sobre todo cuando la soledad de las decisiones difíciles, reclamemos el monopolio de su memoria. Wilson fue Blanco, ante todo Blanco.

         Su letra y su verbo fueron pasión profunda, no hubo tibiezas en sus definiciones ni transacción en los valores. Es nuestro estigma, es el ADN nacionalista.

         Cuando el Partido se debatía en un conservadurismo que lo alejaba de la gente y que lo postraba, apareció su figura y relanzó ideológicamente a la colectividad. Fueron otros tiempos, claro que sí, y otro mundo también que ya desapareció.

         "Nuestro Compromiso con usted" revolucionó el programa partidario: reforma de las estructuras agropecuarias, reforma del sistema financiero, nacionalización de la banca y reforma del comercio exterior. Llevó al Partido de la derrota del 66 a la victoria del 71, y en el conteo se la robaron con descaro. Después, en tiempos de pinzas ideológicas cuando, como él decía, la derecha más conservadora y la izquierda guerrillera se alimentaban entre sí, representó al Uruguay más auténtico, que no se identificaba con esos extremos y proclamó el orgullo de ser Blancos.

         Fue la libertad y también la conciliación, fue viento imparable, fue huracán y también remanso apacible.

         Por estas horas el Partido se apresta a encarar la elección interna. Jorge Larrañaga y Luis Alberto Lacalle disputarán la preferencia de los Blancos y de aquellos miles de uruguayos que ven a nuestro Partido como la alternativa. Es el Partido de la Nación, como siempre.

         Como hay dos precandidatos pero sólo uno nos representará luego de junio, habrá que elegir. Entre iguales no hay opción, se elige -lógicamente- entre diferentes. Lo rico es la unidad que se gesta de los aportes distintos, nada más lejano de una colectividad viva como la nuestra que el prolijo silencio de los pantanos que contiene aguas quietas, pero no cristalinas.

         El ciudadano tiene que elegir y por lo tanto debe saber qué diferencia a uno y otro. Diferimos, por ejemplo, en materia de seguridad pública, aunque queremos, todos los blancos, mayor seguridad. Es el instrumento lo distinto.

         Larrañaga adelantó su equipo económico, Abreu y de Haedo, nuestros compañeros del Herrerismo prefieren no hacerlo. Se habla de Uruguay plaza financiera pero desde Alianza Nacional se cree en el sistema financiero como una herramienta más, pero no en solo en él. En fin, no hay agravios, hay ideas. Si no se dicen estas cosas, ¿por qué habría dos precandidatos? O se debate políticamente o terminamos en jingles y cantitos, con moñas escolares y banderas en publicidades enlatadas.

         Ni en la intimidad de una familia son todas coincidencias, padres entre sí e hijos con sus padres opinan diferente sobre muchos temas, ¿eso los impide vivir en familia? Esa es su fortaleza, estar unidos en los valores y aportar cada uno sus visiones particulares.

         Aprendimos la lección de 1999.

         La unidad no es silencio sino respeto, como existe entre los nacionalistas. ¿Cuál es el drama?

         Por eso hay que elegir entre diferentes, porque como Wilson decía "lo importante no es sólo ganar, sino que valga la pena".

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