Butacas del Paraninfo
por Dr. Marcelo Gioscia Civitate
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La noticia de la renovación de las butacas del “paraninfo” (salón para la realización de actos académicos existente en algunas universidades) de la Universidad de la República, a un costo de US$ 870.- (ochocientos setenta dólares americanos) la unidad y que supone un gasto de US$217.000.- (son doscientos diez y siete mil dólares americanos) ha tenido interpretaciones diferentes, pues mientras lo que para algunos es una “inversión”, que supondrá no ocuparse de este equipamiento por muchos años, para el único oferente en la licitación seguramente debió significar un “buen negocio” en tiempos de sequía y recesión.
Obsérvese que luego vendrán a sumarse los gastos de remoción de las existentes y colocación de las adquiridas, lo que seguramente no tendrá tanta prensa.
El hecho que nos ocupa, ha puesto nuevamente sobre la mesa, el tema del manejo de los dineros públicos (esto es, del dinero de todos quienes, en mayor o menor medida concurrimos a sustentar el funcionamiento del Estado). Pues más allá de la legalidad de procedimientos llevados a cabo para decidir una compra de ese monto, ha quedado en la población en general y en quienes somos universitarios en particular, la amarga sensación de que las autoridades de la UdelaR con el Rector Rodrigo Arocena a la cabeza, no actuaron mesuradamente al momento de priorizar los destinos de los recursos económicos cuya administración se les confía.
Se percibe como un gasto ostentoso, que debiera haberse evitado.
Sin desconocer que el augusto espacio del noble edificio -sede de la Universidad de la República- se merece el mayor de los cuidados, destinar la suma que se menciona al cambio de doscientas cincuenta butacas, parece en todo caso, un exceso inadmisible.
¿Se pensó acaso en restaurar o retapizar las originales butacas ya existentes? ¿No existe en el Estado un Taller Nacional de Restauración? ¿No se cuenta con maestros carpinteros y oficiales tapiceros, que podrían haberlas reparado? ¿Por qué razón se resuelve sacar las butacas que hasta hoy cumplían su cometido y cambiarlas por éstas? ¿Estaba prevista en el presupuesto universitario tal adquisición, o se debía realizar ese gasto por otras razones? ¿Cuál fue la verdadera motivación de este acto administrativo?
Responder a estas interrogantes que hacen a la economía y a la buena administración de nuestros recursos podría ser saludable, pues en tiempos de crisis financiera, pareciera de buen padre de familia haber actuado con mayor celo a la hora de disponer tales gastos.
Nadie ha hecho mención sin embargo, a que el edificio donde se ubica el paraninfo, fue erigido en todo de acuerdo con un estilo arquitectónico, que guarda en las proporciones de su diseño y decoración, una armonía que es propia del gusto elegido entonces, (que entiendo se debiera respetar y conservar) por ello, cabe preguntarse además, si se tuvo en cuenta acaso, el estilo de las butacas adquiridas y si el mismo se compadece con el que reina en dicho recinto. No sea cosa que las ya famosas butacas que se adquirieron, en su pretendida modernidad, desentonen con el ámbito donde habrán de ser colocadas, y no sólo por el precio que todos pagamos por ellas.
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