Envidia y Subdesarrollo
por Eduardo García Gaspar
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¿Por qué un joven en la calle daña la pintura de un carro nuevo? ¿Por qué algunas personas consideran culpables de sus propios males a otros? Las interrogantes plantean un asunto que en el fondo establece una manera de pensar por medio de la que se cree en la existencia de una relación casual: la condición en la que está la persona A se debe a las acciones realizadas por la persona B.
A esto es necesario agregar que la relación causal así establecida no se refiere a los beneficios que pueden darse en los tratos voluntarios entre las personas, por ejemplo, los intercambios que ellas realizan. Se refiere a establecer la culpabilidad de la situación negativa de la persona A en la persona B: mi mala situación actual se debe principalmente a lo que ha hecho otra persona.
Lo anterior explicaría el caso de quien es robado, estafado o dañado de alguna manera. Será perfectamente posible aceptar que estoy en una mala situación debido a que una persona ha robado mis ahorros, mi coche, o me ha dado una golpiza. Sin embargo, es necesario reconocer que existe otra faceta adicional. Es la manera de pensar que establece una relación causal entre el éxito de terceros y mi propio fracaso; entre las fortunas logradas por otros y mi falta de éxito para lograr tener una fortuna propia. El tema fue tratado hace 10 años en AmaYi, en un resumen titulado Moral del resentimiento —y que aquí se visita de nuevo.
La idea central fue encontrada en Sheaffer, Robert (1988). RESENTMENT AGAINST ACHIEVEMENT : UNDERSTANDING THE ASSAULT UPON ABILITY. Buffalo, N.Y. Prometheus Books. 0879754478, pp 7-11.
Sheaffer inicia con una definición. Llama moral a la serie de creencias, ideas y concepciones que tiene una sociedad. Esa "moral", así definida, es la manera de pensar que tiene una sociedad. La forma de pensar tiene influencia en la conducta de las personas. Por tanto, esa moral afecta la economía, el arte y la política de esa sociedad. El razonamiento es directo: lo que acontece en las acciones humanas es afectado por las ideas que las personas tienen.
Lo anterior ha sido dicho antes y tiene poco de original, pero Sheaffer da un paso ingenioso con su clasificación de esa moral dependiendo de la actitud que se tenga hacia el éxito personal, especialmente el ajeno. Concretamente, la moral puede ser de dos tipos, de acuerdo a cómo reaccionen las personas ante los triunfos de sus conciudadanos.
- El primer tipo de moral es el que tiene como base la admiración del triunfo, es la moral del éxito.
- El otro es el que tiene como base la envidia del triunfo, es la moral del resentimiento.
Son dos tipos de moral totalmente incompatibles y diferentes. Uno produce admiración por el éxito, el otro tipo de moral, lo opuesto, la envidia. En la realidad no se presentan esas dos morales en estado puro. Hay sociedades en las que uno de esos dos tipos de moral predomina. Hay sociedades en las que los ciudadanos ven con admiración los triunfos ajenos, pero también hay sociedades en las que el éxito ajeno produce envidia y recelo. Esa clasificación de la moral sería un simple ejercicio académico, de no ser por una cualidad que posee.
Esta clasificación de la manera de reaccionar ante el triunfo ajeno puede pronosticar si una sociedad progresará o no, de acuerdo con el autor. Donde impera la moral del triunfo, florecen el comercio, las artes y la ciencia y esas sociedades son recordadas en la historia como épocas de oro. Por el contrario, donde prevalece la moral del resentimiento, se padece pobreza y miseria. La justificación del pronóstico de Sheaffer es razonable.
El progreso de una sociedad es la suma total de los logros de las personas. Donde el éxito es admirado hay más logros personales y, por tanto, más progreso. Es una tesis de mero sentido común. La admiración del éxito ajeno es un incentivo para lograrlo, pero también significa la menor ausencia de obstáculos para lograr éxitos personales.
Cuando el éxito es odiado y resentido hay menos logros individuales y, consecuentemente, hay menos progreso. Es el razonamiento opuesto al anterior: existirán menos incentivos para el éxito y más obstáculos para alcanzarlo.
Por tanto, analizar esos dos tipos de moral es prometedor, pues da un conocimiento que explica las razones del progreso y de la pobreza.
Desde luego, un punto de importancia en el análisis es ver cómo se crea la moral de la envidia. El autor dice que en el ascenso de una sociedad, el progreso no es igual para todos sus miembros. Unas personas tendrán más éxito que otras. Aunque todos los ciudadanos eleven su estándar de vida, es inevitable que ese avance no sea igual para todos.
Cuando una sociedad prospera por períodos largos, quienes han hecho menores contribuciones a la prosperidad se encuentran en posiciones menos favorables que quienes han trabajado más y, por eso, han tenido más triunfos. Al darse cuenta del diferente estado que tienen los que más han progresado, aquellos que no lo han hecho en la misma proporción pueden reaccionar de dos maneras. Una es la que canaliza esa reacción hacia la mejora personal. La otra es la que convierte en envidia a esa reacción.
Dice Sheaffer que si una sociedad se identifica fuertemente con la moral del triunfo, el progreso continuará. Sí, habrá resentimientos, pero ellos serán vistos como simples quejas de fracasos debidos a la falta de trabajo, o de previsión. Sin embargo, previene Sheaffer, puede ser que la moral de la envidia se apodere de la sociedad.
Y lo peor que puede pasar es que la moral de la envidia se contagie a los triunfadores. Se presentará, entonces, una situación paradójica: los triunfadores se sentirán fracasados a causa de ser exitosos. Los triunfadores se verán a sí mismos y serán vistos por otros con odio, recelo y sospecha. Y quienes menos han logrado serán alabados como los más valiosos. El fracaso será admirado.
¿Qué sucede cuando se ataca al triunfador y se admira al fracasado? Algo muy grave. Los triunfadores que no tienen su mente ordenada empiezan a tener dudas sobre sí mismos. Ellos han trabajado, tomado riesgos, ahorrado y ahora se les considera inmorales. Ellos pueden llegar a convencerse de que lo que lo que hicieron está mal, de que su éxito ha causado el fracaso de otros. Querrán dejar de ser vistos como inmorales, querrán ser personas aprobadas por las reglas de la moral de la envidia. Para ser bien vistos tomarán decisiones torpes, asignarán sus recursos a acciones ineficientes, dejarán de hacer aquello que los llevó a ser exitosos.
Por consiguiente, esos triunfadores del pasado serán los fracasados del futuro. En la medida que esa moral de la envidia predomine, la sociedad irá alejándose del progreso porque sus miembros dejarán de querer el éxito.
Para comprender mejor esta idea de Sheaffer, es necesario saber la función del triunfador. Un triunfador es alguien sobre cuyos hombros está la responsabilidad de mantener avanzando a la sociedad. Un triunfador es un motor, alguien que busca realizaciones, que quiere cosas nuevas. Los triunfadores son personas que no actúan motivadas por culpabilidad, ni por obligación. Ellos crean no sólo porque quieren gozar de los frutos de su trabajo, sino también por un fuego interno que les lleva hacia adelante. Es un concepto muy similar al del entrepreneur.
Todos los que realizan su trabajo con gusto y con deseos de hacerlo mejor, son triunfadores. Albañiles, maestros, estudiantes, empresarios, ejecutivos, profesionales, científicos, todos los que trabajan con disciplina, que quieren mejorar, todos ellos son triunfadores. Para Sheaffer, el triunfador es un creador en pequeña o gran escala. Es un detonador de progreso. Cuantas más personas de ese tipo existan, más progresarán ellas, pero también el resto de la sociedad.
Esta es una observación crucial. Los triunfadores no son los únicos beneficiados por su trabajo. El resto de la sociedad también se beneficia de los logros del triunfador. Una nueva vacuna, una ampliación de una empresa, una tubería bien puesta, una materia bien enseñada... todo eso satisface al que lo hace posible, pero también al resto de la sociedad.
Además, según Sheaffer, el triunfador posee un rasgo derivado de su visión optimista: es una persona ansiosa de ayudar a otros, no por obligación, sino por el mero sentimiento de gozo. Por el contrario, los resentidos son personas motivadas por la envidia hacia aquellos que han triunfado. Los resentidos no tienen planes de trabajo que mejoren su posición personal. Odian a la sociedad en la que viven y la atacan. Por ejemplo, el vandalismo en pequeña escala es un producto del resentimiento en los jóvenes. Ese resentimiento puede surgir también en odios hacia grupos sociales, religiosos, o étnicos.
La moral de la envidia se reconoce en una sociedad cuando se condona ese vandalismo, cuando se justifica ese odio, cuando el fracasado se le considera moralmente superior al triunfador. Cuando el fracaso se admira y el éxito se castiga, la consecuencia es natural: menos triunfadores y, por tanto, menos progreso para todos. Donde esa moral predomina, la sociedad entera es lastimada. La moral de la envidia destruye y daña a todos.
Gentileza: Contrapeso.Info |
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