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“No se puede entender…”
por Marcelo Ostria Trigo (Perfil)
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Con frecuencia, el presidente repite “no se puede entender…”, cuando se refiere a lo que él considera insólito, censurable o increíble, especialmente cuando se trata de conductas o acciones de personas o agrupaciones políticas que no son adherentes de su partido, el Movimiento al Socialismo (MAS).
Parecería que los populistas realmente creen que su conducta siempre es diáfana y que la de los otros, es aborrecible y malvada. Veamos: en Cochabamba (enero de 2007) y Sucre (noviembre de 2007) el oficialismo lanzó sus huestes a “combatir” a sus enemigos, reales o imaginarios, lo que fue consecuente con la práctica del MAS y del gobierno de provocar, desatando el terror que es el arma de los sectarios. Y fue también consecuente con su constante prédica de odio, incitando a la violencia –víctimas incluidas– y desconociendo los derechos individuales como el de discrepar.
Si lo negativo y reprobable proviene del adversario político, o de quien disputa una medida del oficialismo, se desatan los cielos, con admoniciones terribles y con amenazas de juicios y de represalias, dando lugar a peculiares pugnas de sus adherentes por demostrar quién es el más duro defensor del honor, la vida y la propiedad de… los masistas.
Esto, que sucede a diario, algunas veces se vuelve dramático. Lo que se hizo en Sucre el 24 de mayo pasado con un grupo de campesinos aleccionados, es reprobable; de eso no hay duda. Pero esto dio lugar a ese juego ambivalente del oficialismo, que impunemente provoca, usando abusivamente a soldados y a policías contra el sentimiento popular, sabiendo que puede desatarse la barbarie. El gobierno, ahora, usa todos sus recursos políticos, propagandísticos y otros menos dignos, como las amenazas y el chantaje. Los que fueron incitados a la violencia, son exhibidos como solitarios damnificados.
Hay que repetirlo: lo que hizo en Sucre un grupo –no la ciudadanía– estuvo mal. Tomar ciudadanos como rehenes y obligarlos a exhibirse semidesnudos, es humillante y reprobable. Los autores merecen ser castigados por la justicia. Pero, “no se puede entender” que, por hechos mucho más graves, como los que sucedieron en Cochabamba y en el ya llamado “noviembre negro” en Sucre, la reacción del gobierno haya sido la indolencia y la inacción. Entonces hubo muertos, con la participación de fuerzas represoras y de “combatientes” cocaleros. Y hasta hubo altos funcionarios que fueron también a provocar. Para el gobierno valen menos los tres jóvenes chuquisaqueños muertos y las decenas de heridos, que el grupo campesinos vejados, no heridos ni muertos.
Si no es admisible el abuso, tampoco son las amenazas de dirigentes campesinos del MAS de sitiar una ciudad, de impedir el flujo de alimentos, de aplicar la llamada “justicia comunitaria” –esto proviene de un desorientado funcionario–, de conformar una “policía sindical” para “controlar” la circulación de ciudadanos por la provincias chuquisaqueñas, de los denuestos, ni de rasgaduras de vestiduras en actos de supuesto desagravio, porque también vimos una agresión innecesaria de soldados a un solitario ciudadano que se les acercó sin ánimo beligerante, en las puertas del Estadio de Sucre.
Y para dar un broche de distinción a la torpeza, el oficialismo anuncia que recurrirá por los sucesos recientes de Sucre a organismos internacionales, lo que no se hizo luego de los enfrentamientos de Cochabamba que fue una poblada con el saldo de un estudiante muerto, ni en los de Sucre en noviembre con tres víctimas fatales.
Ahora, el presidente tuviera razón de repetir “no se puede entender”, pero esta vez las diferencias, las incongruencias y el sectarismo que ostenta el oficialismo, en hechos igualmente condenables.
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