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Año V Nro. 337 - Uruguay, 08 de mayo del 2009
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Las encuestas indican que la suma de los votos blancos y colorados están cabeza a cabeza con las intenciones de voto del Frente Amplio de Mujica. A esta altura nadie se anima a predecir que sucederá en Octubre, si habrá segunda vuelta o no, dada la paridad que arrojan algunas encuestas. A su vez, Mujica, Lacalle y Bordaberry encabezan las intenciones en sus respectivos partidos. Algunos disparados de sus oponentes, otros un poco más bajo pero con diferencias ya importantes. A esta altura de los acontecimientos, aunque aún falta correr mucha agua bajo el puente antes de llegar a Octubre, considero necesarias algunas reflexiones. Los términos izquierda y derecha se originaron en los tiempos del rey francés Luis (no recuerdo cuanto). Los partidarios del rey se ubicaban a la derecha y los otros a la izquierda. De lo cual se desprende que la derecha es el oficialismo y la izquierda es la oposición. Sin embargo, en nuestros días ambos términos se desvirtuaron totalmente gracias a la bien aceitada máquina propagandística del Partido Comunista. Pero qué sucede cuando el gobierno es de izquierda, ¿el oficialismo de izquierda es la derecha y la oposición de pseudo-derecha es la izquierda? Sería lógico ¿no? Hoy, cuando se escucha hablar de izquierda o derecha muchos simpatizantes de una u otra corriente ideológica se muestran preocupados. Nacional y Peñarol enfrentados y se busca desesperadamente vencer al otro, sea como sea. Hoy abrazamos banderías y no ideas, sin entender que tanto la derecha como la izquierda buscan los mismos fines pero con distintos métodos. Unos, la derecha, confían en el libre mercado, en la libertad y en la escasa intervención del Estado, mientras que los otros creen que el Estado es quien debe regir el bienestar de los ciudadanos. Son diferentes formas de lograr un mismo fin, pero algunos elementos de “izquierda” los aprovechan para diferenciarse radicalmente y denostar a quienes piensan diferente. Lo que ninguno de los dos bandos se da cuenta es de que no es problema de derechas o izquierdas, es simplemente una cuestión de hombres, hombres que saben y hombres que no. Hombres que construyen y hombres que destruyen. España y Chile tienen los ejemplos más recientes de lo que quiero explicar. Felipe González (PSOE) ganó las elecciones de 1982, 1986, 1989 y 1993, y siendo un hombre de izquierda llevó a España y a los españoles a un estado de bienestar desconocido en la península. Sin embargo, procedente del mismo partido de izquierda, José Luis Rodríguez Zapatero, hundió al país en un caos total con más de cuatro millones de desocupados, inflación y despilfarro. Ambos hombres con la misma ideología pero con conceptos diferentes. Algo bastante similar sucede en Chile. Después de Patricio Aylwin y Eduardo Frei, democristianos y afines a la izquierda moderada y que consolidaron la democracia chilena, Ricardo Lagos, del Partido Socialista, generó un auge económico y social en la república, inclusive firmando un Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, que no pudo firmar otro socialista, Tabaré Vázquez, porque la izquierda uruguaya lo boicoteó. La sucesora de Lagos, Michelle Bachelet, también del Partido Socialista chileno, actual presidente de Chile, transita un gobierno signado por graves problemas sociales y la falta de solución a los problemas que aquejan al país. Como podemos ver, tanto en España como en Chile, dos presidentes salidos del mismo partido, el Partido Socialista Obrero Español en el caso español, y el Partido Socialista de Chile, en el chileno, ejercieron y ejercen su mandato en formas diametralmente opuestas. Por lo tanto no es una cuestión de partido o ideologías, es una cuestión de hombres. No hay que temerle a la izquierda, hay que temerle a los hombres. Todo este prolegómeno viene al caso para analizar lo sucedido y lo que sucederá en nuestro país y no tenerle miedo a la izquierda y sí a los hombres, sus ideas y su forma de trabajar, ya que pudimos comprobar que presidentes del mismo partido y con la misma ideología generaron bienestar y desazón en sus respectivos países. Tabaré Vázquez, un hombre salido del Partido Socialista del Uruguay, no hizo un mal gobierno, y no me cansaré en decirlo aunque parezca repetitivo y no comulgue con el meollo de su ideología. Lástima que desde los sectores que hoy apoyan al tupamaro Mujica hayan presionado para que Vázquez haya tomado muchas malas decisiones para el país, pero beneficiosas para evitar el colapso de la coalición gobernante. Existen hombres de izquierda que hacen, Ricardo Lagos, Felipe González, Tabaré Vázquez, y hombres de la izquierda populista que deshacen, Néstor Kirchner, Hugo Chávez, Rafael Correa, Evo Morales, etc. ¿En qué lugar ubicamos al nuevo ejemplar de la izquierda uruguaya, José Mujica? No caben dudas de que Mujica es de la izquierda populista. Basta buscar en los diarios de tiempo atrás para ver que él acomoda su discurso a lo que el “pueblo” quiere escuchar. El problema es saber qué clase de hombre es, si de los que hacen o de los que deshacen. Mi opinión es que representa a estos últimos. Mujica deshace, pero parece ser que el cuarenta por ciento de los uruguayos no lo creen así y quedan hipnotizados con el discurso populista del tupamaro. Pero vayamos al título de este artículo y veamos quienes son los culpables de este auge del populismo en nuestro país, porque desde Luis Batlle Berres, pasando por Sanguinetti, Lacalle, Jorge Batlle, incluyendo a Bordaberry y al Gral. Alvarez, todos somos culpables, porque permitimos que se infiltraran en nuestras vidas, en nuestras instituciones, en nuestro modo de vida, y lo que es peor nos inculcaran sus falsos valores morales. Porque por inconveniencia, ineptitud, falta de interés, de visión, o lo que fuere, dejamos que poco a poco se fueran infiltrando en una sociedad que, gracias al populismo de Luis Batlle Berres, considera erróneamente que el Estado es el principal proveedor del bienestar de sus habitantes, dejando de lado el que el trabajo es el único que nos lo puede garantizar. Y el populismo, aprovechando esto, nos susurra lo que queremos oír. Y dejamos que los que antes fueron terroristas se infiltraran en la educación, en la cultura, en las instituciones públicas, en las comunicaciones y educaran a nuestros hijos con su ideología populista del estado benefactor, de los falsos derechos humanos, de la cultura del “no trabajo”. Lo vimos durante los inicios del terrorismo tupamaro en la Universidad, porque desde allí salió la "carne de cañón" que utilizaron los terroristas para su subversión. No hicimos nada, miramos para otro lado. Todos tienen derechos, todos tienen libertades, pero como fuimos permisivos ellos avanzaron y hoy tenemos lo que tenemos y vamos hacia más y peor de lo mismo. Hoy, después de dos generaciones, se perdió el valor al trabajo. Hoy “el trabajo dignifica” sólo en las pancartas de los grupos populistas, pero no en la realidad. Hoy tiene razón Luis Alberto Lacalle, se han trastocado los valores que rigen en una sociedad bien constituida. Hoy vale más lo que queremos oír y no lo que se debe hacer. El Uruguay necesita un José Mujica como próximo presidente, para que todos nos demos cuenta de que con la palabra no se hace, y sí mucho se deshace. Para que comprendamos que el Estado somos nosotros y no cuatro administradores a los que votamos cada cinco años. Que con las lindas palabras que queremos oír no se construye y sí se puede destruir. Que el trabajo y el tesón son las únicas herramientas que pueden darnos el bienestar, que el ahorro es el futuro, que la educación es mejores trabajos, porque a las palabras se las lleva el viento huracanado del populismo. Para que aprendamos todos, ciudadanos ricos y pobres, políticos y no políticos. Al igual que como los argentinos, luego de dos períodos presidenciales, se dieron cuenta de que el kirchnerismo era nefasto y que destruyó el país, los uruguayos debemos, luego de que nos demos dos veces contra la pared, que los populismos como el de Mujica generan más daño que bien a la sociedad. Nosotros, todos, somos los culpables de haber llegado a donde llegamos. En la medicina cuando un virus ataca se utiliza la penicilina. En esta sociedad infiltrada por los virus debemos buscar la penicilina adecuada para contrarrestarlos. Nosotros somos los culpables y nosotros debemos encontrar la cura.
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