El Estado, siempre con las
manos en nuestros bolsillos
La mano en el bolsillo que le mete compulsivamente el Estado a todos los uruguayos, en muchos casos puede pasar hasta inadvertida por fuerza de la costumbre de años. Durante décadas ha sacado dinero de los sectores reales de la economía y del consumidor a través de impuestos directos o disfrazados, para disponer de estos recursos a su antojo y mal distribuirlos, a la vez de retener una gran tajada para cubrir sus ineficiencias y privilegios.
La historia no ha cambiado mucho con el paso del tiempo, salvo que el país se ha empobrecido y el aparato estatal sigue tan gordo como siempre, porque no ha dejado de comer pese a la crisis.
¿Como se sostiene este aparato burocrático e ineficiente? Pues a costa del esfuerzo y la pérdida de calidad de vida de todos los uruguayos, del achicamiento de las empresas, de la reducción del consumo familiar a niveles nunca vistos, y encima apretando la soga alrededor del cuello a través de los servicios monopólicos y los combustibles.
Incluso se han inventado privilegios para las corporaciones que viven del país real, con entes que tienen el doble de funcionarios de los que necesitan, los que cobran 16 a 18 sueldos al año, desde el empleado más bajo del escalafón hasta el más encumbrado gerente. Hay organismos como UTE en que se pagan sobresueldos por «productividad» (¿?), cuando no se compite con nadie.
Mientras el consumo continúa deprimido, se detecta el contrasentido que los servicios públicos han seguido aumentando como si nada a partir de la debacle de junio del año pasado, mientras los salarios del sector privado han quedado congelados o han retrocedido y las pasividades están en niveles misérrimos.
La única mejora salarial relativa se ha registrado en sectores de funcionarios públicos que han hecho valer sus privilegios una vez más, ante la pasividad o complacencia de otros sindicatos, por una pretendida solidaridad que es en realidad una burla a los grupos de trabajadores eternamente postergados.
Los usuarios cautivos solo han podido apelar a reducir al máximo posible su consumo de electricidad, agua, teléfonos y combustibles, pero a esta altura ya es imposible apretar más el cinto sin llegar a situaciones insostenibles.
A tal punto se gasta menos electricidad, se consume menos agua y se habla menos por teléfono, que por primera vez en la historia de estos organismos la recaudación ha retrocedido en el último año. Tan es así, que pese a que UTE y ANTEL se disponían a subir sus tarifas a partir de este mes, optaron finalmente por postergar el incremento al asumir que al fin de cuentas, lo que se iba a lograr era reducir aún más la recaudación.
OSE sigue en sus trece, simplemente porque no es posible cerrar las canillas más allá de lo estrictamente imprescindible. Lo mismo ocurre con los combustibles, en los que se tiene a consumidores cautivos en la producción y el transporte y a los que igualmente se «ejecuta» con aumentos significativos del gasoil, con la excusa de que está «alineado» con los valores de la región.
¿Y en las naftas, cómo andamos? Para resumirlo, nada mejor que traer a colación lo que sostiene uno de los propios directores de ANCAP, el doctor Pablo Abdala. Este afirmó recientemente, sin que nadie pudiera desmentirlo, que promedialmente las naftas están un 36 por ciento más caras que en Argentina, y un 25 por ciento que en Brasil.
¿Qué se está esperando para «alinearlas», si ese es el argumento que se usa para aumentar el gasoil? ¿De qué nos sirve la refinería de La Teja, salvo para tener el doble de funcionarios de lo que se precisa, y seguir manteniendo una superestructura burocrática tan cara como innecesaria?
El ex director nacional de Energía Enrique Patiño, que algo debe saber sobre el tema, subrayó que el sobreprecio que se paga en puerta de refinería por las naftas es de 100 millones de dólares al año, o sea casi la inversión por la reforma de la refinería. En dos años esto nos cuesta más que la nueva planta de generación de UTE (que se va para el Sur, dicho sea de paso), la que demandará 180 millones de dólares.
Esta fortuna sale del sobreprecio que pagamos todos los uruguayos. Igual que en el caso de UTE, OSE y ANTEL, éste es el costo del Estado, que se lleva lo que tenemos de menos en los bolsillos para consumir.
¿Para qué nos sirve este Estado, al que todavía algunos sectores insisten en que hay que cuidar como un tesoro?
¡Por favor!
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