Dura puja del ALCA en Miami
GERARDO REYES y CAROLINE EDANT
El Nuevo Herald
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Eduardo Gamarra
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El tren del futuro del comercio de América Latina con Estados Unidos, un renglón que constituye la principal fuente de ingresos y de esperanzas de casi todos los países de la región, llegará a partir del próximo lunes a una difícil estación en Miami, donde arrancó hace casi 10 años.
Ministros de los gobiernos de 34 países de las Américas, armados con largas listas de aspiraciones y exigencias, se reunirán en esta ciudad para dar un impulso final al rumbo de una compleja Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) con la que se pretende crear una zona sin restricciones comerciales en un hemisferio desigual e imprevisible política y económicamente.
El ambicioso plan de integración de 800 millones de consumidores tiene tantas variables, condiciones y riesgos y depende de tan fluctuantes climas políticos de cada país, que el pronóstico entre los expertos que lo han seguido de cerca es que la cumbre de Miami sería un éxito aún si el único acuerdo alcanzado es el de seguir adelante.
''Basta con que los países se pongan de acuerdo en avanzar, con eso ya se podrá hablar de un éxito'', dijo el profesor Eduardo Gamarra de la Universidad Internacional de la Florida (FIU), al explicar que no se debe esperar grandes acuerdos en aspectos de fondo en la reunión de Miami.
Probablemente la imagen que mejor sintetiza la complejidad de los temas técnicos que están pendientes en el marco del ALCA, es la del borrador del texto del acuerdo que contiene las aspiraciones de todos los países participantes.
Se trata de un documento de más de 15,000 páginas en el que las declaraciones que están supeditadas a una decisión consensual entre corchetes. El documento contiene 5,000 corchetes.
A pesar de la desafiante realidad de los tecnicismos y las críticas de los grupos que claman por justicia primero y comercio después, los países de la región han comprendido, según los expertos, que lo que está en juego es el futuro de sus economías.
Las exportaciones de América Latina y el Caribe hacia Estados Unidos llegan a $240,000 millones anuales. Para algunas naciones latinoamericanas, especialmente de Centroamérica, el comercio con Estados Unidos puede llegar a ocupar hasta el 65 por ciento de sus exportaciones.
''El comercio con América Latina y el Caribe es más grande para Estados Unidos que el comercio con China y con Europa'', explicó Carl Cira, director del Centro de Cumbre de las Américas de FIU.
De la mano de este progreso en las relaciones comerciales va un interés específico del gobierno de Estados Unidos: seguridad nacional.
''A medida que estamos dando la guerra contra el terrorismo global, es imperativo tener vecinos fuertes y democráticos'', dijo hace dos semanas en Miami el subsecretario de Estado para asuntos hemisféricos, Roger Noriega. ``Libre comercio más democracia viene con un bono: paz''.
En medio de este catálogo de buenas intenciones, Miami también será escenario de las protestas de miles de manifestantes antiglobalización que están convencidos de que en las agendas de los negociadores del ALCA primero está la avaricia y después la gente común y corriente.
''Que se nos escuche. Queremos educar a la gente, que conozcan qué efecto va a tener el ALCA en su vida diaria, en la vida del ciudadano promedio'', dijo a El Nuevo Herald Carolina Delgado, vocera de la Coalición de Surfloridianos por un Comercio Justo.
Dos temas candentes dominarán las discusiones de las mesas de negociación en Miami: los subsidios agrícolas y la propiedad intelectual. Cada carta se jugará en los dos extremos de la mesa como un elemento de negociación.
De un lado, los países latinoamericanos, con Brasil a la cabeza, quieren usar el escenario del ALCA para exigir a Estados Unidos que desmonte el sistema de subvenciones ($19,000 millones al año) que el gobierno federal entrega a grandes empresas agroindustriales productoras de maíz, trigo, algodón, azúcar y otro productos agrícolas.
Con el respaldo de ese ''welfare'' corporativo, alega Brasil, no es posible que un país subdesarrollado en el que no existen subsidios, pueda competir en precios con sus productos agrícolas.
Estados Unidos ha respondido que el tema de los subsidios debe ser discutido en el ambito de la Organización Mundial de Comercio y no en la agenda del ALCA.
Con ese tema de fondo, el pasado fin de semana se realizó una reunión informal promovida por Robert Zoellick, representante de Comercio Exterior para Estados Unidos en un cercano club campestre de Virginia al que asistieron 15 ministros del hemisferio.
La prensa brasileña destacó que Estados Unidos y Brasil se pusieron de acuerdo para llevar a la OMC el debate sobre los subsidios agrícolas, las patentes, los derechos de autor, los servicios y las compras gubernamentales. ''Si es verdad, representa una gran concesión por parte de Brasil, y el presidente Lula y Celso Amorín (ministro brasileño de Relaciones Exteriores) serán acusados de capitular'', señala Tim Power, profesor de Ciencias Políticas especializado en Brasil.
Por su parte, Estados Unidos ha condicionado sus concesiones en las discusiones comerciales a una respuesta positiva de los países latinoamericanos a combatir eficientemente una práctica que está dejando millones de dólares en pérdidas a la industria del entretenimiento, la computación y la industria farmacéutica de este país: la piratería intelectual.
En América Latina y el Caribe, existe una amplia red de duplicadores de películas de Howllywood y programas de computadores y fábricas nacionales que no pagan las patentes de invención de los productos farmacéuticos estadounidenses. El ALCA señaló una calendario para que los gobiernos cumplieran con un plan de desmatelamiento de las organizaciones falsificadores, pero varios de los países latinoamericanos no han cumplido.
En ese punto de divergencia, donde el equilibrio es frágil y las expectativas más grandes que los logros, el próximo lunes, en el Hotel Hyatt del centro de Miami, a las 9 a.m, el tren del futuro del comercio hemisférico tratará de arrancar hacia su recta final, señalada para los primeros meses del 2005.
La reportera Jeannette Rivera-Lyles contribuyó con este reportaje
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