" Haz de Internet una gran plataforma de comunicación, no la conviertas en una cloaca de maldad" preHacker.Hacker Digital.
Año I - Nº 50 - Uruguay, 31 de octubre del 2003

Que votar y por qué, eso me gustaría saber
La polémica planta de celulosa en M'Bopicuá
Uruguay también es eso
El Castillo de San Felipe de los Escullos
Ojos Uruguayos en el Brasil
Ya no dá criollos el tiempo
Reportaje a Jorge Bonaldi
Barrio Sur: Un escenario de leyenda
Recuerdos del Ayer
Paseando por las neuronas de los recuerdos
La OMC y el Sector Agrícola
Sucedió en España
Información de novedades desde España
El Interior También Existe
Rincón de Sentimientos
Olvidémonos de las Pálidas
Correo de Lectores
El Marinero
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 

La OMC y el sector agrícola

El Gran Golpe comercial

por Devinder Sharma

Como era de esperar los Estados Unidos y la Unión Europea han llegado a un nuevo acuerdo justo antes de la quinta conferencia ministerial de la OMC que va a tener lugar en Cancún [el autor publica este texto el 2 de septiembre, N. del T.], y que en la letra y en el espíritu traza un plan de ruta para lo que podríamos llamar la segunda fase del Gran Golpe.

El nuevo marco de acción -más un "ideal común" que un plan detallado- alberga el propósito de proseguir destruyendo cualesquiera restos queden de los vigorosos fundamentos que garantizaban la autosuficiencia alimentaria en algunos de los países en vías desarrollo y que se han venido marchitando gracias al impacto combinado del Acuerdo sobre la Agricultura. Para los pequeños agricultores y las gigantes agroalimentarias en Norte América, Europa y el Pacífico, no resultará más que en un mayor negocio como viene siendo habitual. Los países ricos procuran asistencia a las agroalimentarias permitiéndolas comprar muy barato, para que luego el gobierno compense algunas de las diferencias con pagos directos a los granjeros.

Tanto es así que los beneficiarios de las subvenciones agrícolas en el 2001 incluyeron también a Ted Turner y David Rockefeller -no sorprende, pues, que la CNN continúe sofocando la voz de los campesinos en los países en vías de desarrollo-. El hombre más rico del Reino Unido, el Duque de Westminster, que es dueño de alrededor 55.000 hectáreas de terreno agrícola, recibe una media en subvenciones de 300.000 libras esterlinas en pagos directos y por añadidura 350.000 libras más al año por las 1.200 vacas lecheras que le pertenecen.

Ciertamente vivimos en un mundo desigual, pero quizá de todas las desigualdades que existen, la más degradante y humillante es la manera en que se consiente a la ganadería en los países ricos a expensas de varios centenares de millones de granjeros en el mundo en desarrollo. Cuando comparé por primera vez la vida de una vaca occidental con la vida de un campesino del Tercer Mundo no sabía que eso heriría la sensibilidad de economistas y políticos. Ahora ya se sabe que por cada vaca la UE concede un subsidio diario de 2,7 dólares y que el Japón da tres veces más, 8 dólares, mientras que la mitad de los 1.000 millones de personas que hay en la India viven con menos de 2 dólares al día.

Sin importarles estas desigualdades insalvables, el nuevo acuerdo levanta un muro protector todavía más infranqueable en torno a los productores nacionales en el bloque negociador más rico -la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE)-. Inconscientes de las consecuencias negativas infligidas con impunidad, los salteadores de caminos se están poniendo a punto una vez más. Cancún presenta el marco perfecto para torcer el brazo de los países en vías de desarrollo.

Pero primero, echemos un vistazo a la magnitud de la explotación que la OMC ya ha causado en los pobres y vulnerables -durante la primera fase del golpe- desde que la Carta Magna para el hambre, la inseguridad alimentaria y el desamparo fue promulgada en enero de 1995. En Filipinas, se esperaba que las ganancias por exportaciones agrícolas iban a incrementarse en miles de millones de pesos a partir de 1994, generando 500.000 puestos de trabajo adicionales al año. En su lugar, las exportaciones tradicionales como el coco, el abacá [Fibras del banano de Filipinas que se utilizan en cordelería. También se le conoce como el "cáñamo de Manila"; al parecer más ligero y resistente que el cáñamo ordinario, N. del T.] y el azúcar han perdido mercados. La producción de maíz sufrió una significativa pérdida entre 1994 y 2000, en parte debido a la existencia de grano subvencionado más barato. Con los ingresos de capa caída, se calcula que el sector agrícola perdió unos 710.000 puestos de trabajo y otros 2 millones en el año 2000.

La liberalización comercial ya ha expuesto a los campesinos de los países en vías de desarrollo a una competición ruinosa, arrastrando los precios a la baja, destruyendo los salarios en el campo y exacerbando el desempleo. En Filipinas, la apertura del mercado de maíz en 1997 redujo los precios en un tercio. En aquel momento los cultivadores de maíz en los EE.UU. estaban recibiendo como media 20.000 dólares al año en ayudas, mientras que los granjeros filipinos de Mindanao tenían una media de ingresos de 365 dólares. Entre 1993 y 2000, las importaciones de maíz barato desde los EE.UU. a México se incrementaron dieciocho veces, lo que condujo a una migración acelerada desde zonas rurales a centros urbanos.

En Centroamérica -Colombia, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua- el precio del grano de café ha caído hasta tan sólo el 25 por ciento del precio que tenía en 1960 y se calcula que en 2001 la región perdió 713 millones de dólares en ingresos del café. En estos países, tradicionalmente dependientes de las exportaciones de café, se han perdido alrededor de 170.000 puestos de trabajo en el mismo año con la disminución de salarios, que se calcula en 140 millones de dólares. El impacto negativo también se dejó sentir en el África subsahariana, donde Etiopía y Uganda registraron enormes pérdidas en ingresos de la exportación. Entre 2000 y 2001, Uganda exportó a penas el mismo volumen, pero el país sólo ganó 110 millones de dólares, un gran bajón si se compara con los 433 millones que había ingresado cinco años antes entre 1994 y 1995. Etiopía registró una caída en los ingresos de las exportaciones desde 257 millones a 149 millones entre 1999 y 2000. Irónicamente, en enero de 2002, la UE y el USAID advirtieron del aumento de la pobreza y la inseguridad alimentaria en Etiopía sin percatarse que gran parte de la culpa reside en sus propias políticas.

En la provincia vietnamita de Dak Lak, los granjeros que dependían únicamente del café ahora se encuentran al borde del hambre. En la India, en las provincias sureñas de Karnataka y Tamil Nadu, las plantaciones de café han despedido a más del 25 por ciento de los trabajadores. En Brasil, los escasos beneficios que reporta el café han resultado en un aumento del desempleo y del hambre. En Honduras, el impacto ha sido tan terrible que en marzo de 2002 el Programa Mundial de Alimentos anunció que la crisis del café, a lo que acompañó una sequía generalizada, había dejado a alrededor de 30.000 campesinos al borde del hambre, con miles de niños tan desnutridos que necesitaban ser hospitalizados.

En 2001, los 25.000 productores estadounidenses de algodón recibieron aproximadamente 3.900 millones de dólares en ayudas, para producir una variedad de algodón que sólo valía 3.000 millones en el mercado mundial. (Un productor de algodón en Arkansas recibió 6 millones de dólares, lo que equivale a las ganancias anuales de 25.000 cultivadores de algodón en Malí). También es más que el Producto Nacional Bruto de varios países africanos y tres veces más la cantidad que los EE.UU. gastan en ayuda para 500 millones de africanos que viven en la pobreza. En 2002, la asistencia económica directa de un gran número de países exportadores, incluyendo China, la Unión Europea y los EE.UU., que abarcan hasta el 73 por ciento de la producción de algodón mundial, destruyó los medios de subsistencia de millones de personas en los países del África occidental (Benin, Burkina Faso, Malí y el Chad). También la India y Pakistán se han visto forzados a rebajar sus aranceles aduaneros para la importación, permitiendo un incremento súbito de importaciones de algodón y por lo tanto forzando a los agricultores locales fuera del mercado.

En el sector lechero, la UE ha subvencionado exportaciones que han dañado a la industria lechera de Brasil, Jamaica y la India. Mientras los productores de leche de Jamaica han repartido en muchas ocasiones leche en la calle, los productores lecheros de la India también se quejan de dumping [El dumping es una práctica comercial prohibida que consiste en inundar el mercado con productos muy por debajo de los costes de producción para llevar a la quiebra a los competidores, N. del T.] por culpa de la exportación (es decir, la importación de leche más barata, subvencionada por la UE, a estos países(. Entre 1999 y 2000 la India importó más de 130.000 toneladas de leche desnatada en polvo altamente subvencionada. Esto fue el resultado de 5 millones de euros en subsidios para la exportación, aproximadamente 10.000 veces el ingreso anual de un productor lechero a pequeña escala. Las ayudas para la exportación de mantequilla se han incrementado en un equivalente del 60 por ciento del precio del mercado en la UE. Consecuentemente, el aceite de mantequilla importado a la India ha crecido a una media de un 7,7 por ciento anual. Esta tendencia ya ha tenido como consecuencia el hundimiento de los precios de ghee [mantequilla de leche de vaca clarificada a la que no se añade sal ni ningún otro aditivo, N. del T.] en el mercado interno. Irónicamente, India es el mayor productor de leche del mundo y no concede ninguna ayuda al sector lechero.

Antes de que la OMC fuera creada, Indonesia se contaba entre los diez mayores exportadores de arroz. Tres años más tarde, en 1998, Indonesia destacó como la mayor importadora de arroz en el mundo. En la India, el mayor productor mundial de hortalizas, la importación se ha duplicado en tan sólo un año: desde los 92,8 millones de rupias entre 2001 y 2002 hasta los 171 millones de rupias entre 2002 y 2003. Muy lejos de allí, en el Perú, las importaciones de alimentos se incrementaron dramáticamente tan pronto se produjo la liberalización. Las importaciones alimentarias ahora representan el 40 por ciento del consumo total de alimentos interno. Las importaciones de trigo se han doblado en la década de los 90, las importaciones de maíz superaron la producción interna y las importaciones de leche se incrementaron tres veces en la primera mitad de la anterior década, causando estragos entre los granjeros peruanos.

Pueda parecer chocante, pero esto no es más que un vistazo a la magnitud de la destrucción forzada por los "desacuerdos" en agricultura. Cada día, miles de agricultores y gente del campo en la mayor parte del mundo -sin tierra ni medios de sustento adecuados- están contribuyendo al acopio de frustración y desafección, mientras deambulan penosamente por las ciudades con su pobreza abyecta que contrasta vívidamente con la riqueza en los centros urbanos. Éstas son las víctimas -de hecho la primera generación de afectados- del gran golpe comercial. Estos son los pobres desdichados que están siendo alimentados con una dosis diaria de promesas: el aumento de la pobreza a corto plazo es un precio que hay que pagar para lograr un crecimiento económico a largo plazo.

El impacto total en vidas humanas -mujeres y niños en particular- y la correspondiente pérdida de los medios de subsistencia y a partir de ahí la marcha acelerada hacia el hambre y el desamparo no son fáciles de cuantificar. Las importaciones de alimentos han dañado seriamente los ingresos agrícolas y han tenido consecuencias muy severas sobre el empleo en muchos países en desarrollo. Incapaces de competir con importaciones de comida barata y a falta de cualquier medida protectora adecuada, la pérdida de ingresos y de medios de subsistencia ha perjudicado seriamente a mujeres y granjeros pobres, en su mayoría.

Los campesinos del mundo en desarrollo se han convertido de pronto en hijos de un dios menor. Son los nuevos pobres.

Mediante una variedad de instrumentos, los países ricos se han asegurado un proteccionismo completo. Por consiguiente, se han mantenido unas políticas comerciales especialmente discriminatorias contra los campesinos de los países en desarrollo. El alcance de la protección ha sido tal, que la benevolencia que la OCDE exhibe a través de la ayuda al desarrollo a todos los países -un total de 52.000 millones de dólares- queda empequeñecida ante las monumentales ayudas a la agricultura de 311.000 millones que esos países concedieron a su propio sector agrícola en 2001. En realidad, ni siquiera hace falta dar con una mano y quitar con la otra. Los países ricos usan la ayuda al desarrollo para convencer al público de su generosidad ante el sufrimiento humano, en esencia utilizando la ayuda como una cara humana de lo que en realidad es una ambiciosa operación comercial unilateral: desde la OCDE al resto del mundo.

Las coloridas bandas de las cajas -la caja verde, la azul y la ámbar- [En la terminología de la OMC las subvenciones son catalogadas como cajas a las que se atribuye un color de semáforo. Verde, permitido, ámbar significa que tiene que reducirse y rojo, prohibido. En el Acuerdo sobre la Agricultura no hay caja roja, pero hay en cambio caja azul que son las ayudas vinculadas a un programa de producción limitada, N. del T.] han venido muy a mano a los países ricos para proteger sus subvenciones a la agricultura y al mismo tiempo lanzar los excedentes por todo el mundo. Considerando que los precios de los bienes de consumo están lejos de ser los adecuados en ninguna parte para proveer con un medio de vida, estas subvenciones son en realidad la causa de una oferta excesiva en los mercados mundiales, lo que resulta en mercados a la baja generalizados. Aún más, a los EE.UU. se le permite de acuerdo con el Acuerdo sobre la Agricultura, que conceda 363 millones en subvenciones a la exportación de trigo y harina de trigo y la UE puede limitarla a 1.400 millones al año. Al mismo tiempo, los EE.UU. tienen acceso a 478 millones de ayuda anualmente, como estipula su Programa de Apoyo a la Exportación (Export Enhancement Programme (EEP)( que no está sujeto a ningún compromiso de reducción.

Con la disponibilidad de todos esos subsidios, a las compañías agroalimentarias les resulta más fácil y barato exportar. Los créditos a la exportación, usados principalmente por los EE.UU., y que no cuentan como subvenciones a la exportación, se duplicaron en tan sólo un año para alcanzar los 5.900 millones en 1998. Las ayudas a la exportación y los créditos son por lo tanto acaparados por las compañías exportadoras de alimentos. En los EE.UU., por ejemplo, más del 80 por ciento de las exportaciones de maíz fueron monopolizadas por estas tres firmas: Cargill, ADM y Zen Noh. El grado de dumping alcanzado sólo por los EE.UU., oscila alrededor del 40 por ciento en trigo, el 30 por ciento en soja, del 25 al 30 por ciento en maíz y el 57 por ciento en algodón. Es más, cada tonelada de trigo y azúcar que el Reino Unido vende en el mercado internacional está etiquetado con un precio del 40 al 60 por ciento inferior al coste de producción.

Los chocantes niveles de dumping de alimentos y su poco comprendido pero terrible impacto en el sector agrícola en los países en desarrollo es el resultado de las hábiles manipulaciones en la OMC. Los EE.UU. y la UE han tenido éxito al asegurarse de que algunas subvenciones -incluidos los pagos directos- tuvieran poco o ningún impacto en los niveles de producción como tampoco en el comercio. Utilizando sofisticados modelos y aprovechándose de la falta de preparación de los negociadores de los países en vías de desarrollo, han diseñado un complicado juego de normas llamadas ayudas de la "caja ámbar" que son las que "distorsionan el comercio" y que es necesario que sean reducidas. Como finalmente resultó, estos eran los tipos de subsidios que los pobres estaban utilizando también.

Por otro lado, las subvenciones de la "caja verde" y la "caja azul" coinciden con el apoyo a la agricultura que solamente los países ricos está procurando y que los países pobres no están en condiciones de poder ofrecer. Posteriormente, en julio de 2002, los EE.UU. propusieron cortes significativos de las medidas de apoyo internas "distorsionadoras del comercio" para todos los productos y los socios comerciales, con un techo del cinco por ciento del valor de la producción agrícola para los países industriales y del 10 por ciento para los países en desarrollo. Esto empero no significa que los EE.UU. vayan a realizar ningún corte significativo en las ayudas a la agricultura, dado que la ley de seguridad agrícola y para la inversiones rurales (US Farm Security and Rural Investment( de 2002, provee con 180.000 millones de dólares en subvenciones a la agricultura para los próximos diez años, con más de un tercio devengable en los primeros tres años.

Las nuevas propuestas de reforma de la Política Común Agraria de la UE que han sido anunciadas para la conferencia ministerial de la OMC en Cancún tampoco intentado realizar ningún cambio radical para la reducción de los compromisos. Moviéndose en la misma órbita que los EE.UU., ha cambiado de sitio subsidios de la "caja azul" a la "caja verde". El sector agrícola europeo seguirá siendo subvencionado hasta con 43.000 millones de euros durante otra década, y esa cantidad se incrementará aún más cuando nuevos miembros entren en la unión. Como si fueran trileros, tanto los EE.UU. como la UE se las han arreglado para pasar las ayudas a la agricultura de una caja a la otra sin realizar ningún compromiso a cambio. El truco de magia está ahora siendo utilizado para crear la ilusión de sinceridad de los ricos en lo que respecta al mercado "libre", utilizándola como cebo para conseguir más acceso a los mercados de los países pobres.

Como si las ayudas masivas no fueran suficientes, los países desarrollados han utilizado sus altas tarifas para bloquear con éxito las importaciones de los países en desarrollo. Han utilizado salvaguardas especiales (SSG, en inglés(, empleadas únicamente por 38 países ricos hasta el momento, para restringir las importaciones provenientes de los países en vías de desarrollo. Los países desarrollados han sacado ventaja de esta flexibilidad reservándose el derecho de utilizar las SSG para un gran número de productos: Canadá se reserva el derecho de usar las SSG para 150 líneas de tarifas, la UE para 539 líneas de tarifas, Japón para 121 líneas de tarifas, los EE.UU. para 189 líneas de tarifas y Suiza para 961 líneas de tarifas. Por otra parte, solamente 22 países en desarrollo pueden utilizar las SSG. A los miembros más vulnerables de la OMC, cuyos intercambios comerciales de productos agrícolas tienen lugar conforme a un régimen de tarifas solamente, se les ha negado el acceso a estos instrumentos.

Al mismo tiempo, estos países se las han arreglado para satisfacer los requerimientos técnicos para los recortes de tarifas, en cumplimiento del Acuerdo sobre la Agricultura, sin tener que acometer ningún recorte significativo. Aunque los EE.UU., la UE, Japón y Canadá mantienen picos tarifarios del 350 al 900 por ciento en productos alimenticios tales como el azúcar, el arroz, los productos lácteos, la carne, las frutas, las hortalizas y el pescado, el grueso de las actuales negociaciones siguen versando sobre la penetración en los mercados de los países en desarrollo de más exportaciones subvencionadas.

Teniendo en mente los intereses económicos de los países desarrollados, el presidente de las negociaciones sobre agricultura, Stuart Harbinson, ha propuesto una fórmula de compromiso que sugiere la creación de dos nuevos instrumentos: los "productos especiales" y los "mecanismos especiales de salvaguarda". Para los cultivos que son cruciales para satisfacer las necesidades de alimentación, la propuesta es ponerlas en la categoría de productos especiales para la cual la reducción tarifaria debería ser de un promedio del 10 por ciento con una reducción mínima por línea de tarifa del cinco por ciento. Para los productos restantes, la reducción tarifaria debería ser entre el 25 y el 40 por ciento. La propuesta euroestadounidense sin embargo, no menciona los productos especiales. El sentimiento generalizado es que los países en vías de desarrollo necesitan medidas de salvaguarda especial, pero éstas funcionan como una protección parcial antes que desempeñar un papel más permanente que les permita sacar partido de los "productos especiales".

En la práctica, el concepto de "productos estratégicos" o "productos especiales" es simplemente un circunloquio para llegar a la "caja para el desarrollo", una propuesta que tarde o temprano resultará ser más dañina si finalmente se pone en funcionamiento. Además, las negociaciones se van a centrar en el número de "productos especiales" que cada país puede reclamar. En otras palabras, el debate será convenientemente desviado para evitar tratar lo verdaderamente controvertido que es lo relativo a las ayudas a la agricultura en los países occidentales. El Acuerdo sobre la Agricultura no se da cuenta de que la producción de cultivos y sus importaciones a los países en vías de desarrollo no puede ser equiparado con la producción industrial. Lo que los países en desarrollo necesitan es un sistema de intercambios que reconozca sus necesidades específicas de seguridad alimentaria y desarrollo rural basadas en los principios de producción por las masas antes que la producción para las masas.

De la hipocresía de los países desarrollados se ha hecho eco el economista principal del Banco Mundial Nicholas Stern, mientras viajaba recientemente por la India, cuando denunció los pagos de los países ricos a sus agricultores como "un pecado... a muy gran escala", pero advirtió a la India de cualquier intentó de resistirse a abrir sus mercados. "Los países en desarrollo deben abrir sus barreras comerciales independientemente de lo que ocurra en los países desarrollados". No es de extrañar que mientras la negociación continúa y a los países en desarrollo se les mantiene ocupados con tácticas de distracción como los "productos especiales", las exportaciones agrícolas desde los países de la OCDE continúen yendo a más. Entre 1970 y 2000, la participación de la UE en las exportaciones agrícolas se han incrementado desde un 28,7 por ciento a un 42,7 por ciento. Francia ha incrementado su participación desde un 5,7 por ciento a un 8,1 por ciento, Alemania desde un 2,6 por ciento a un 5,9 por ciento y el Reino Unido desde un 2,7 a un 4,1 por ciento.

Los países en vías de desarrollo no pueden permitirse ser un espectador silencioso. Si los países ricos e industrializados pueden proteger su agricultura, los países en desarrollo no deberían guardarse de hacer lo mismo. En lugar de sucumbir ante tácticas de presión que vienen con una rama de olivo de "caja para el desarrollo" o "productos especiales", que ayudan parcialmente a proteger a la agricultura, todo el esfuerzo debería concentrarse en exigir la abolición de las ayudas a la agricultura en los países de la OCDE. Una plataforma colectiva basada en los tres siguientes puntos es el único modo de avanzar para que los países en vías de desarrollo puedan proteger su agricultura, que es el pilar de sus economías:

  • "Tolerancia cero" respecto de las subvenciones agrícolas: Los países en vías de desarrollo tendrían que dejar categóricamente muy claro que las negociaciones podrán seguir adelante solamente cuando las subvenciones (en todas las "cajas") sean eliminadas. El Acuerdo sobre la Agricultura debería esperar hasta que las subvenciones en los países occidentales sean eliminadas. Cualquier acuerdo sin que las subvenciones hayan sido eliminadas causará estragos en el sector agrícola de los países en vías de desarrollo.

  • Reestablecimiento de las Restricciones Cuantitativas: Los países en desarrollo deberían exigir la reinstauración de las restricciones cuantitativas (y de medidas de salvaguarda especiales para aquellos países que no elijan la opción de las RC). De hecho, la eliminación de las subvenciones debería ir vinculada a la eliminación de las restricciones cuantitativas. Ello bastará para procurar la necesaria protección de cara a la seguridad alimentaria y en la agricultura en los países en desarrollo.

  • Acuerdo Multilateral contra el Hambre: Entre los nuevos elementos para ser introducidos en Cancún, los países en vías de desarrollo necesitan esforzarse para incluir un Acuerdo Multilateral Contra el Hambre. Ello debería estar basado en el derecho a la alimentación como principio rector y tendría que ser el punto de partida de futuras negociaciones. Semejante acuerdo multilateral debería asegurarse de que los países tendrán el derecho a tomar la medidas protectoras adecuadas si sus obligaciones para con la OMC conducen a más hambre y pobreza.

Devinder Sharma es un experto en temas de política alimentaria y comercial. Entre sus trabajos más recientes se pueden incluir dos libros: "Del GATT a la OMC: las semillas de la desesperación" y "La trampa del hambre". También preside el "Forum for Biotechnology & Food Security" (Foro para la seguridad biotecnológica y alimentaria) con sede en Nueva Delhi y que es una organización para la seguridad alimentaria y en contra de los transgénicos y de las biotecnológicas. Dirección de correo electrónica: dsharma@ndf.vsnl.net.in

Material extraído de: http://www.zmag.org/spanish/index.htm