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Año V Nro. 324 - Uruguay, 06 de febrero del 2009   
 

Visión Marítima

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¿Qué Piensan de Usted?
La opinión de gobierno
por Eduardo García Gaspar (Perfil)

 
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         El tema merece dos historias que lo ilustran bien. En la primera se trata un diálogo entre el doctor Quesnay, consejero económico de Luis XIV, y el Delfín, heredero de la corona.

         Hablando de la dificultad de ser rey, el Delfín pregunta al doctor qué haría si él fuera rey. Quesnay responde, “nada”. La breve respuesta genera otra pregunta, la de que entonces quién gobernaría. Quesnay responde ahora “la ley”. Se refería a la ley natural, la basada en la naturaleza humana.

         La otra historia trata otro diálogo, ahora entre Catalina la Grande y de la Rivière, un jurista famoso. Inquiriendo la mujer sobre la base de la ley, el jurista dice la ley debe estar basada en la naturaleza de las cosas y el hombre. La zarina pregunta otra vez sobre cómo sabe un monarca qué leyes dar a su pueblo.

         De la Rivière responde ahora, “Dar o hacer leyes, Madame, es una tarea que Dios ha dejado a nadie, ¿qué es un hombre que puede pensarse capaz de dar leyes a seres a los que no conoce?”

         A lo que añadió, “Querer ir más allá de esto será una gran desfortuna y una tarea destructiva”. Proponía con sencillez reconocer a la naturaleza humana y las leyes ya existentes en ella.

         Las dos historias ilustran muy bien la dualidad que hay en las posiciones que tienen los gobiernos y el papel que en eso juegan los gobernados. Tanto el Delfín, heredero de la corona, como la zarina muestran preocupación por su papel. Sienten la responsabilidad de gobernar y, por extensión de hacer cosas buenas. El Delfín quiere saber lo que es gobernar, la zarina quiere saber la base de las leyes.

         Y los dos, cada uno de distinta manera, enfrentan una respuesta directa. Quesnay tiene una contestación lapidaria: el rey debe hacer nada, la que gobierna es la ley natural y nadie más. De la Rivière es más explícito: nadie puede hacer leyes, ellas se reconocen en la naturaleza humana y hacer más que eso es negativo.

         Son ambos el lado opuesto del bien intencionado gobernante que quiere hacer lo bueno. Y enfrentan una idea extraña en nuestros tiempos: un gobierno sólo puede reconocer esa ley humana y aplicarla, nada más allá es aconsejable. El sustento de de la Rivière y de Quesnay es esa ley que está sustentada en las personas. Sin esa ley, todo se pierde y el gobernante es dejado libre con la gran desfortuna y destrucción que eso significa.

         El gran tema de las dos historias es el mismo que se tiene en la actualidad. Quien sea que haya escuchado las promesas de candidatos en campaña para puestos públicos, verá eso mismo: las ansias del gobernante por ser alguien positivo, que logre cosas buenas para su país. No hay en esto nada que pueda ser reprobable, al contrario.

         Los problemas surgirán cuando ese deseo pase de sus límites y olvide una idea básica: no hay persona que tenga la capacidad de dar leyes a terceros a quienes no conoce. Todo lo que puede ambicionar un gobernante bien intencionado es reconocer y hacer respetar las leyes que ya están en la naturaleza humana.

         El punto central de las dos historias bien vale una segunda opinión cuando es visto desde otro lado: dime qué leyes tiene tu país y te diré que piensa tu gobierno de ti y los demás ciudadanos. ¿Piensan que eres un ser capaz, inteligente, hábil, digno, o bien piensan que eres un ser inepto, de escaso intelecto, de escasa dignidad que debe ser cuidado por otros?

         Quizá así pueda ser investigada en nuestros días la opinión que los gobernantes tienen de sus ciudadanos. Todo por esa idea de la naturaleza humana que es el centro de la discusión. Si, por ejemplo, un gobierno se reserva la propiedad del petróleo, decreta precios, produce energía, obliga a la seguridad social, entonces habrá fuertes indicios de una opinión muy baja de sus ciudadanos.

         Debe pensar que la naturaleza humana es indigna e incapaz, una en la que no puede confiarse: no podrían educarse por sí mismos, no serían capaces de ser propietarios de recursos naturales, ni llegar a acuerdos en precios, ni prever su futuro, ni aprender de los errores cometidos.

         Claro que eso contiene un pequeño detalle. Si tales gobernantes piensan mal de los humanos, tendrán que reconocer que ellos también son humanos y tienen la misma naturaleza humana. Si creen que sus gobernados son tarados, debo decírseles que ellos también lo deben ser.

Post Scriptum
Las dos historias fueron tomadas de Rothbard, Murray Newton (1995). ECONOMIC THOUGHT BEFORE ADAM SMITH: AN AUSTRIAN PERSPECTIVE ON THE HISTORY OF ECONOMIC THOUGHT. Aldershot, Hants, England ; Brookfield, Vt., USA. E. Elgar Pub.

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