El Comandante en Jefe del Ejército
y los golpistas
Por Helena Arce
Estos días he intentado razonar si debía o no, escribir esto. Para todos los que crecimos en el largo periodo que empezó con la innecesaria guerrilla tupamara y terminó en los oscuros años de la dictadura militar, es un tema difícil.
Empecemos por ser claros, todo fue lamentable, viéndolo en retrospectiva. Cuando intento explicarle a mi niño, ya no tan niño, lo sucedido, comienzo diciéndole: Como coletazo de la guerra fría la mayor parte de América del Sur se vio sumergida por un problema que no le incumbía. Instigados por intereses ajenos, un grupo de personas se creyeron iluminados, de derecha e izquierda, y en vez de confiar en la gente y denunciar los hechos y las personas que atentaban contra nuestra libertad y nuestro futuro, apelaron a la guerrilla y a la contraguerrilla. Y metieron en ello a los adolescentes.
De un lado y del otro, del lado de la izquierda, embebidos en el folclore de la revolución por la fuerza, y del lado de la derecha, embanderados en combatirla. En medio quedamos todos los demás.
No se podía salir a la calle, ni ir a estudiar en paz, en cualquier lugar y a cualquier hora se armaban los enfrentamientos. Estábamos todos divididos, el entusiasmo de la adolescencia llevaba a muchos a encolumnarse tras unos u otros, y aquellos a quienes no terminaba de gustarnos ninguno de los dos bandos, éramos invariablemente considerados del otro por ambos.
El Presidente de este país, hizo entrar a tallar el ejército, derrotó a la guerrilla, y allí donde todo debía haber terminado, comenzó el triste periodo oscuro. Vimos caer amigos, quienes embanderados en el romanticismo de su juventud, se unieron en los hechos a aquellos que pretendieron arrasar con todo e imponer por la fuerza sus ideas. Pero luego también empezaron a caer quienes, simplemente creyeron en las ideas, aquellos que no habían pasado la barrera delictiva, aquellos que buscaban lograr que esas ideas triunfaran, pero convenciendo a los demás
Este desolador panorama se repetía en la mayoría de los países de América Latina, pero lo vivimos con un desgarrador dolor en nuestro Uruguay. Así toda nuestra juventud pasó a la clandestinidad, la clandestinidad real para algunos por haber actuado directamente y otros por apenas haber flirteado con las ideas de estos. Sin embargo cuando digo toda nuestra juventud, digo toda, pues estábamos aquellos que tuvimos que vivir en la clandestinidad de las ideas, éramos aquellos que no comulgábamos con ninguno de los dos bandos. Entramos en la clandestinidad de las ideas, cuando aprendimos a no decirles a nuestros amigos lo que pensábamos pues éramos tildados de "fachos" o "volches" inmediatamente, según a cual adherían nuestros amigos. Y seguimos en la misma clandestinidad a la que nos condenó la dictadura.
Quienes vivimos en esa época, sabemos que el Presidente Pacheco Areco tenía altos niveles de popularidad, pues la gente estaba harta, terriblemente harta de las peleas, de las muertes en medio de los encontronazos, de salir a la calle y no saber por donde volver a su casa. Sin embargo las elecciones del año 1971 fueron muy cuestionadas, pues en un intento de ser reelecto Pacheco llevó a la Presidencia, oculto tras la reforma constitucional que buscaba su reelección, a Bordaberry, el gran traidor. Siempre nos quedará la duda si hubo o no fraude en la elección que nos dejó sin la Presidencia de Wilson, sin embargo también es posible que no lo haya habido, que realmente quienes votaron en esa época, lo hicieron en su mayoría por Pacheco Areco, convencidos en que podría restablecer la paz entre los uruguayos, dentro de las Leyes. Y así de pronto asumió la Presidencia de la República, alguien que sin lugar a dudas no era republicano, alguien que cree, aun hoy, en las leyes naturales y divinas, como proceso para ser el conductor de los pueblos. Y digo cree, pues en el libro "Antes del Silencio", lo manifiesta sin rodeos. Y junto a un grupo de militares, que olvidaron haber jurado la defensa de la Constitución de la República, dio el Golpe de Estado.
Los hechos que se sucedieron, convirtieron al Ejército Nacional en el principal enemigo del pueblo que debía defender, pues allí quitaron la libertad, de hacer y de expresarse. Empezó el periodo donde también temíamos salir a la calle, pues podíamos quedar en medio de una redada, teníamos miedo cuando sonaba a horas extrañas la puerta de casa pues en cualquier momento éramos allanados, y los libros, la música podían demostrar no ser "democráticos". Y quienes por la fuerza radiaron a los políticos, por considerarlos corruptos, saborearon las mieles del poder, endulzándose en ella. Así quedaron por el camino, aun dentro del ejército, quienes no compartían el gobernar por la fuerza, quienes creían en las ideas de Voltaire.
Como siempre a la uruguaya, lentamente, pero con seguridad, encontrando caminos que nos permitían sabotear la autoridad por la fuerza, fuimos volviendo insostenible la dictadura, . y llegó 1980, cuando nadie se imaginaba que podría suceder, sin acuerdos previos, simplemente con la seguridad que dan las urnas, el pueblo uruguayo digo NO, y ese no también, significaba BASTA. Y llegamos a 1983, y estuvo el Obelisco, y de allí a las elecciones.
Dejamos atrás, años de complicidad silenciosa, donde en la medida de lo posible todos cubríamos a todos, todos amparábamos a todos, de un lado la población y del otro el ejército. El ejército rodeado de civiles, quienes tras bambalinas, recibían las ventajas del poder por la fuerza, los que tiraban la piedra pero escondían la mano.
Llevamos más de veinte años de democracia, hoy los jóvenes estudiantes de la carrera militar, no son enemigos del pueblo, no tienen que sufrir cuando suben a los ómnibus que la gente los mire con odio, ya no son vistos como los futuros dictadores. Hoy, serán los muchachos que prestan ayuda solidaria, acá y fuera de fronteras en las Misiones de Paz. Misiones de Paz que les dan posibilidades de aplicar su carrera, pero además posibilidades de mejorar su economía, y la del país, pues la ONU le paga al país por cada militar que concurre a estas, cifras considerables.
Sin embargo hay heridas abiertas, la tozudez de no decir la verdad sobre el destino de los cuerpos de los desaparecidos, ha llevado a que el ejército nacional que derrotó a la guerrilla izquierdista, ganara la batalla pero perdiera la guerra. Y en alas de esa tozudez, meten en ese silencio a quienes nada tuvieron que ver con sus actos. Seamos sinceros la mayoría de los oficiales en actividad, eran preescolares, cuando aquellos dieron el golpe, algunos quizá no habían nacido, se unieron al ejército por vocación de amor a la patria, sin considerar si esa patria era de derecha o izquierda, juraron defender la Constitución de este país, sin condiciones. Poco pueden por ello saber la realidad de lo ocurrido, no es justo hacerles pagar el precio de los actos de otros, es inmoral. Aun no se han escrito libros de historia con rigurosidad científica, que plasmen en las letras lo ocurrido sin subjetivismos propios de pasiones.
Hoy los líderes tupamaros, que se levantaron contra la constitución y las leyes, entendieron como funciona la democracia, y están defendiendo sus ideas en el Parlamento Nacional, votados por los ciudadanos, quienes no comulgan con sus ideas, simplemente no los votan. En cambio aquellos militares que cometieron el mismo delito, no aceptan entender que pueden ser cuestionados, y por ello mismo le acumulan votos a sus enemigos. .
El pueblo uruguayo les dio a unos y a otros la ventaja del perdón, hubo leyes: la de amnistía y la de la caducidad de la pretensión punitiva del Estado, que construyó caminos para salir adelante.
El pueblo uruguayo, la gran víctima de esos años que comenzaron allá por los sesenta, con generosidad, le dio la posibilidad a unos y otros del perdón.
Sin embargo encontramos que esta generosidad no fue correspondida por esos militares que se levantaron en armas contra el pueblo uruguayo, cometiendo el mismo delito de aquellos a los que querían vencer.
Y ahora agregan a ello, un paso imprudente y poco generoso.
No voy a redundar sobre el famoso tema del cuadro de Seregni, si debe estar o no en el sitio de honor, no tengo idea, se me ocurre que Seregni ha trascendido las fronteras del ejército y del mismo Frente Amplio que fundó. Como Wilson, ha sido una de los íconos de la historia uruguaya de finales del siglo XX. Y eso será así, aun para quienes no han sido, ni serán frentistas.
En los libros de historia que leerán mis nietos, se estudiará la figura de Seregni, junto a otras que han construido este país.
Sin embargo tenemos el hoy, el día a día, y en él, la juventud actual debe vivir. Y me alarma la desinformación en que vive nuestra juventud. La mayoría vive como en el limbo, alejados de lo que significa pensar y tener ideales, enajenados por escapar de este mundo que les estamos dejando. Y están los otros, a los que estamos metiendo en un mundo de extremas. Ese mundo donde nos metieron a nosotros. Por un lado los que sin saber nada de lo que pasó, son radicales de izquierda, y como tales se levantan irracionales apedreando y rompiendo, y del otro los que se afilian al otro extremo, y pretenden hacerlos desaparecer de la faz de la tierra.
Ayer miraba la televisión, donde Alvarez, Gavazzo y otros visitaron al Comandante en Jefe del Ejército, Pomoli, a manifestarle vaya a saber que, ni lo dijeron, ni importa en realidad. Pero sería bueno por el país, por nuestros hijos, que son los hijos de todos los uruguayos, militares, zapateros, cuidacoches, empleados públicos, comerciantes o agricultores, que entendieran, que el acto político, que eso fue, independientemente de lo que allí se haya conversado, el acto político decía, de ir juntos en nombre de una asociación militar, a visitar al Comandante, en ejercicio, del Ejército Nacional, a pocos días de haber cuestionado una decisión del Presidente de los uruguayos en un comunicado, es por lo menos imprudente.
Ellos sin duda, no se han arrepentido de la actuación que les cupo en ese periodo de nuestra historia, nadie les pide que lo hagan, tampoco se lo pedimos a los antiguos líderes guerrilleros. A unos y otros simplemente los amnistiamos.
Pero dejen en paz, a quienes tienen verdadera vocación democrática, y no encierren de nuevo al ejército en un corral fuera de la gente. Pues los soldados de este país, son personas, padres, hijos, hermanos, amigos y como tales tienen derecho a no tener que vivir eternamente, a la sombra de vuestros actos, hayan sido estos errados o acertados . Ustedes creen que salvaron la patria, bien es su derecho, no se los cuestiono, pero les guste o no, la mayoría de los uruguayos pensamos otra cosa, y no queremos ver otra vez una parte del Uruguay ajena a la otra. No queremos que se diga la palabra milico con odio, separados de los demás ciudadanos de este país. SI quieren hacer política, formen un partido, busquen adherentes, presenten listas a las elecciones, y pidan votos. Si no están dispuestos a ello, no busquen dividir a la gente. La que pertenece al ejército, y la que no pertenece, porque por suerte y como resultado de la democracia, todos somos habitantes del mismo país, sin exclusiones, ni categorías por letras.
Con el mismo fervor con que pedimos a quienes siguen atados a los estertores de la guerrilla revolucionaria, que nos dejen seguir, es que debemos decirles a ustedes lo mismo. Este país, debe salir de la crisis más difícil que ha tenido que sufrir, donde un tercio de la población esta bajo la línea de pobreza, es hora de construir entre todos. No hay lugar para seguir aferrados al pasado. Si cuestionamos las decisiones de nuestro Presidente podemos escribirlo, decirlo y protestar por ello, sin miedo.
En el Uruguay del futuro no hay lugar para guerrillas tupamaras, ni para autodenominados salvadores de la patria.
Si consideramos que nuestro Presidente y los integrantes del Poder Ejecutivo, no cumplió con lo que de ellos se esperaba, están las urnas para demostrarlo. Si existen políticos corruptos, mediante la libertad de prensa serán descubiertos, y la gente los censurará retirándoles el voto. Esa es la democracia, la que permite que un pueblo sea dueño de su destino, sin necesidad de mentores de ninguna clase.