El Grupo de Viaje de Ciencias Económicas
Por Helena Arce
Cuarta Nota
Quisiera en esta penúltima nota dejarles un resumen de lo que aportó a mi vida personal el Viaje de Ciencias Económicas. Antes que nada deseo aclararles que venía de una familia de clase media, en la cual se vivía bien, pero que no se hubiera podido dar el lujo de regalar a su hija un viaje de esta magnitud, por lo cual mi viaje se financió exclusivamente con el trabajo desarrollado en el Grupo, con la venta de las rifas. Sí debo agradecer a toda mi familia y amigos que no sólo compraron rifas, sino que me ayudaron en la venta de las mismas. También debo aclarar que era soltera y vivía con mis padres, si bien trabajaba, desde hacía muchos años, para mi sustento. Cuando realicé el viaje estaba a punto de recibirme, me faltaban dos materias y ya había entregado la monografía. La mayoría de mis compañeros de estudios habían viajado antes, o habían decidido no viajar, por lo que conocía a muy pocos compañeros antes en forma cercana. Hice el viaje completo por lo que recorrí además de Usa y Europa, parte de Asia y Egipto, como aún la dictadura en este país existía, a pesar de que ya había pasado el plebiscito del 80, no pudimos ir a Rusia, si bien pudimos visitar Berlín Oriental, pues tuvieron la gentileza de no marcarnos el pasaporte en la frontera.
La experiencia humana que se adquiere en este grupo es imposible de describir con palabras, uno debe convivir permanentemente con más de 80 personas diferentes, lo cual no es fácil, pero permite que uno adquiera la cualidad de la adaptación. Es importante señalar que en estos grupos de viaje, si bien parecieran viajes turísticos, no se concurre a hoteles cinco estrellas, ni a restaurantes lujosos, normalmente se va a albergues, o donde no los hay a hoteles baratos, sólo en algunos lugares donde es imposible acceder a ninguna de estas cosas, o porque el precio lo permitía se iba a un hotel de buena calidad. Se trata de comer de la forma más barata posible. En muy contadas ocasiones nos dábamos algún lujo extra, utilizando nuestros viáticos, o el dinero que se hubiese podido ahorrar para llevar.
Recorriendo el mundo lejos de casa, y de mi familia que para mí era muy importante, teniendo como único marco de referencia el grupo uno aprende a convivir, con todo lo que ello significa. También aprende a conocer a las personas y a darles a cada una su justa medida, sabiendo que por entender que son mejores o peores no se puede prescindir de ellos. También se aprende que no todos somos del todo malos, ni del todo buenos, y que aún los que entendemos mejores personas, en momentos difíciles pueden no estar a la altura de las circunstancias, y sin embargo alguien a quien de pronto no consideramos desde nuestra óptica de lo mejor, si puede estarlo. Sin embargo también uno aprende que cuando se comparte una experiencia tan atípica y tan larga con tantas personas, se crean códigos que hacen que uno tenga a todos en un lugar especial en su vida. A través de la convivencia se “descubren” facetas de la gente que de otra forma, jamás se hubiesen siquiera sospechado. Y ese aprendizaje queda para toda la vida pues en la medida que el tiempo transcurre y se vive y se madura, se va aprovechando más la experiencia adquirida, pues ésta va creciendo con uno.
Sin duda si uno quiere, en este viaje se adquiere una vasta cultura, a través de las visitas a los museos, a los monumentos históricos, uno se sorprende a sí mismo, detectando que en una sala de Rembrandt ese cuadro no es de él, y se pone a analizar como fue que se dio cuenta, y descubre que luego de admirar varias veces distintas obras de un artista, uno puede instintivamente reconocerle su sello propio. También al largarse a caminar por las calles uno descubre la forma de vida de la gente, como son sus casas, sus muebles.
Al conocer otras culturas, otras civilizaciones, uno va aprendiendo a dar un valor más justo a lo que tiene: a la libertad, aún en aquellos años tristes de la dictadura uruguaya; a la cultura que tenemos; a lo que es realmente la discriminación o la miseria; las diferencias en la alimentación de los distintos pueblos.
Para no extenderme demasiado, pues este es un tema que daría para muchos artículos, quiero compartir con ustedes únicamente algunos hechos:
1. En un albergue de Austria, compartíamos la habitación general con unas chicas de la prestigiosa universidad de Utretch, que estaban allí. Me puse a hablar con una de ellas en inglés, contándole quienes éramos y de donde veníamos, les ahorraré todo el esfuerzo para explicarle que era Uruguay y donde quedaba, pero les diré que hasta le dibujé un mapa. En determinado momento mi inglés me falló y no sabía como expresarle algo. Al lado nuestro estaba una compañera del grupo del grupo descansando en su cama, que es profesora de inglés, por lo que le hablé en español pidiéndole ayuda sobre como se decía esa palabra. Al retomar nuestra conversación la chica holandesa me miraba extrañada y me preguntó que pasaba, por lo que le pedí disculpas y le expliqué que yo no sabía como se decía lo que le quería decir y que la otra era profesora de inglés, que por eso le había pedido ayuda. Pero mi interlocutora lo que no entendía era en que idioma había hablado y por que yo no sabía decir algo en inglés, si este era mi idioma. Allí tuve que explicarle de nuevo de donde yo era, y ella quedó estupefacta pues creía que en toda América se hablaba en inglés, ni siquiera sabía que en Brasil se hablaba portugués, si bien en Utretch cuando mi termo tuvo la mala idea de romperse, concurrí a un comercio y compré uno “Made in Brazil”.
2. Obviamente que al mejor estilo uruguayo todos teníamos apodos: Turco, Judas, Quique, Juancho, etc. En el aeropuerto de El Cairo, cuando estábamos siendo recibidos por el personal de la Compañía El Al, que nos trataron muy bien, a pesar de todas las preguntas que nos tenían que hacer respecto a las valijas, como las habíamos armado, si alguien nos había dado algo, pues aún en tiempos de esa semi-paz, había mucho miedo a las bombas; nos pidieron por favor que no le dijésemos Judas a nuestro amigo en Egipto, ni Turco al Turco en Israel porque los poníamos en peligro.
3. En los hoteles de Egipto sufrimos mucho por el calor, y las bebidas estaban todas calientes, pedíamos hielo y no había. Un día cenando con unos amigos, vimos que a una mesa llevaban hielo y le pedimos al mozo que nos diera a nosotros también. Y nos explicó que a ellos si les daban pues eran turistas franceses. Pensar que fue allí , uno de los sitios donde no tuvimos más remedio que ir a hoteles buenos y caros, por no haber otros sitios donde alojarse.
4. Uno de los mayores problemas mientras viajábamos era el baño, pues para entrar a un baño había que pagar, eso si estaban todos limpios.
5. No pudimos entrar a China, pero fuimos a Hong Kong, allí en lo que es la Isla deslumbraba el lujo, pero la parte continental era más vieja, había edificios de varios pisos, y allí nos explicaron que vivían más de mil personas con un único baño por piso. Esto nos fue confirmado por unos venezolanos de ascendencia china que conocimos, ellos justamente nos decían que lo que más los complicaba de visitar a su familia eran las condiciones en que vivían, muy diferentes a los que ellos estaban acostumbrados en Venezuela, como ser tener en cada casa un baño.
6. En Japón alguien del grupo dejó olvidado en el hall del hotel, en una mesita, un bolso con todo el dinero del grupo que se había retirado del banco, cuando se dio cuenta, mucho tiempo después, fue corriendo y allí estaba.
7. Cuando estaba en Italia mis padres cumplían 40 años de casados, había arreglado con mi hermana que ella le mandaba un ramo de flores de parte mía, pero además quería llamarlos, ese día íbamos de viaje desde el sur hacia Como, y dejé para llamar allí porque llegaríamos a eso de las 7 de la tarde, como efectivamente fue. Pero cuando quise llamar no pude hacerlo porque a esa hora la Central de Teléfono estaba cerrada.
Estas situaciones, y todas las vividas a lo largo de 6 meses, me hicieron valorar a mi país y entender que si bien hay cosas mejorables, es un excelente país para vivir.
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