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Arana vive asqueado. No es la primera vez que, sobre distintos temas del acontecer nacional, manifiesta su desagrado con el vocablo asco.
Asco le dio el proyecto de las torres y, asco también, le dio hace un año ver al Teniente General (R) Gregorio Álvarez en el estrado de autoridades cuando asumió Enrique Bonelli como Comandante en Jefe en la Fuerza Aérea.
En aquella oportunidad, consultado por la prensa el ex presidente de facto sobre los dichos de Arana fusiló: "Quien pregona asco en público, después, en privado, disfruta, y no le hace asco a nada"...le venga por donde le venga, o le duela o no". Y se acabó.
Comentario de
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"Señor niño" se hizo decir Lacalle por Marina Arismendi
Cuando se discutía la creación del Ministerio, tuvo lugar un curioso diálogo entre Arismendi y el diputado herrerista Luis Lacalle.
Arismendi, que es maestra, anticipó disculpas al legislador por la "deformación profesional" y no resistió llamarlo "niño Lacalle".
El diputado blanco replicó: "La corrijo: señor niño, porque no tenemos confianza".
"Señor niño", aceptó llamarlo Arismendi.
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LOS VIERNES SANTOS
por María E. Giribone
Era costumbre de mi Tía Irene y de mi madre, el viernes Santo, salir a caminar rumbo a la costa del Río. No para pasar una tarde de playa, -aunque en algunos años todavía se podía cuando el tiempo era agradable, depende cuándo haya caído Semana Santa-, sino a juntar yuyos, de esos medicinales. Mi tía los conocía a todos y sabía para qué era cada cual. Recuerdo algunos como, lucera, carqueja, marcela, arazá -que había blanco, rojo y rastrero-, cola de caballo, de lagarto, cocorosa, yerba la oveja, la piedra, y qué se yo cuantos más. Los juntábamos, los poníamos a secar y tomábamos té muy pocas veces. Para nosotros, los chicos, -íbamos además de mi hermana tres o cuatro primos y siempre algún vecino más-, era una tarde de aventura: Cruzábamos médanos de arena, desde los cuales, luego de treparlos desde la altura, nos deslizábamos, pasábamos algún bañado, monte no muy espeso y así caminábamos toda la tarde. Alguna vez nos agarró alguna tormenta y debíamos buscar refugio debajo de algún árbol frondoso o alguna tapera. Por supuesto allá cargábamos con la canasta de la merienda y en algún momento nos sentábamos a disfrutarla. No faltaba nunca en estas excursiones doña Elma, una vecina viuda que tenía 2 hijos de nuestras edades, muy cocinera ella además de inventora. No siempre nos gustaban sus experimentos y de alguna manera había que disimular que no nos gustaban. Yo me caractericé por decir lo que pensaba por lo tanto bastante bruta. Un día doña Elma estaba pensativa y le preguntan "en qué" y dice: "Voy a salir a caminar hasta que alguién me diga que soy linda". Y le contesto: "No se si va tener que andar". Recuerdo el pellizcón que me dio mi madre; debo de tener hasta hoy la marca.
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