Año III - Nº 124 - Uruguay, 01 de abril del 2005

 
¿Deben votar los uruguayos
que residen en el exterior?
 
El Voto Consular por Alvaro Kröger
 
Felicitaciones
Intendente Pérez Piera
por Helena Arce
De ascos y charlatanerías varias por Helena Arce
Cuidado con la demagogia
Inflación y Controles de Precios
Una gran patinada por Alvaro Kröger
La mujer también pega por Julio Dornel
 
Tengamos memoria, hagamos memoria por Pedro Hernández
El objeto de la lógica por Alvaro Kröger
Gracias a Drexler: Maracaná hoy se llama Oscar por Sergio Lema Riqué
Una historia de horror... pero esta vez en serio por Fernando Pintos
Reflexiones futboleras por Sergio Lema Riqué
El mono, dioses y extraterrestres por Luis Tappa
Abuso de la credulidad pública por Julio Dornel
"Million Dollar Baby" de Clint Eastwood, la vida en el ring por Juan Morena Gelabert
Del mundo del espectáculo por "Beto" Pignatario
Noticias del Brasil por Carlitos Arce
 
Morgan, un perro de vocación enfermero por Dr. Enrique Rimbaud
Cruzando la Banda Oriental III por Carlos Arce
Tomando café con la cabra "canela" por Dr. Enrique Rimbaud
 
El pequeño "Hobbit", Nueva rama del árbol humano  
El factor X  
 
Clausuras en el Este  
Inversión en Maldonado
Laventure fue duro y lo "pisó" a Mariano Arana
 
 
¿Por qué Castro necesita el ateísmo? por Reynaldo Ruiz
 
El Interior también existe  
Podcasting
Las bitácoras de Informe Uruguay  
Bitácora Política  
Bitácora Uruguaya  
 
La Cocina Uruguaya por M. E. Giribone
 
Olvidémonos de las Pálidas  
Las Locuras de El Marinero  
 
Ahora soy el Jefe por Ruben López Arce
 
 
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Arana vive asqueado. No es la primera vez que, sobre distintos temas del acontecer nacional, manifiesta su desagrado con el vocablo asco.

Asco le dio el proyecto de las torres y, asco también, le dio hace un año ver al Teniente General (R) Gregorio Álvarez en el estrado de autoridades cuando asumió Enrique Bonelli como Comandante en Jefe en la Fuerza Aérea.

En aquella oportunidad, consultado por la prensa el ex presidente de facto sobre los dichos de Arana fusiló: "Quien pregona asco en público, después, en privado, disfruta, y no le hace asco a nada"...le venga por donde le venga, o le duela o no". Y se acabó.

Comentario de

 

 

 

"Señor niño" se hizo decir Lacalle por Marina Arismendi

Cuando se discutía la creación del Ministerio, tuvo lugar un curioso diálogo entre Arismendi y el diputado herrerista Luis Lacalle.

Arismendi, que es maestra, anticipó disculpas al legislador por la "deformación profesional" y no resistió llamarlo "niño Lacalle".

El diputado blanco replicó: "La corrijo: señor niño, porque no tenemos confianza".

"Señor niño", aceptó llamarlo Arismendi.

 
 

LOS VIERNES SANTOS
por María E. Giribone

Era costumbre de mi Tía Irene y de mi madre, el viernes Santo, salir a caminar rumbo a la costa del Río. No para pasar una tarde de playa, -aunque en algunos años todavía se podía cuando el tiempo era agradable, depende cuándo haya caído Semana Santa-, sino a juntar yuyos, de esos medicinales. Mi tía los conocía a todos y sabía para qué era cada cual. Recuerdo algunos como, lucera, carqueja, marcela, arazá -que había blanco, rojo y rastrero-, cola de caballo, de lagarto, cocorosa, yerba la oveja, la piedra, y qué se yo cuantos más. Los juntábamos, los poníamos a secar y tomábamos té muy pocas veces.
Para nosotros, los chicos, -íbamos además de mi hermana tres o cuatro primos y siempre algún vecino más-, era una tarde de aventura: Cruzábamos médanos de arena, desde los cuales, luego de treparlos desde la altura, nos deslizábamos, pasábamos algún bañado, monte no muy espeso y así caminábamos toda la tarde. Alguna vez nos agarró alguna tormenta y debíamos buscar refugio debajo de algún árbol frondoso o alguna tapera.
Por supuesto allá cargábamos con la canasta de la merienda y en algún momento nos sentábamos a disfrutarla.
No faltaba nunca en estas excursiones doña Elma, una vecina viuda que tenía 2 hijos de nuestras edades, muy cocinera ella además de inventora. No siempre nos gustaban sus experimentos y de alguna manera había que disimular que no nos gustaban.
Yo me caractericé por decir lo que pensaba por lo tanto bastante bruta. Un día doña Elma estaba pensativa y le preguntan "en qué" y dice: "Voy a salir a caminar hasta que alguién me diga que soy linda". Y le contesto: "No se si va tener que andar". Recuerdo el pellizcón que me dio mi madre; debo de tener hasta hoy la marca.