RUANDA, EL RECUERDO DEL OLVIDO
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por Graciela Vera
Periodista independiente
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El diccionario especifica:
GENOCIDIO: Muerte o eliminación sistemática de un grupo social por motivo de raza, religión, política, etcétera.
Quizás porque el significado de la palabra se sintetice con tanta facilidad, con igual facilidad nos hayamos acostumbrado a convivir con él.
Parte del mundo recuerda que hace diez años en Ruanda fueron asesinados más de novecientos mil seres humanos ante la impasibilidad de ese mismo mundo.
La Organización de las Naciones Unidas declaró el 7 de abril como el Día Internacional sobre la reflexión del genocidio de Ruanda y el Secretario General del organismo, el ghanés Kofi Annan, reconociendo la culpabilidad por pasividad del organismo pidió perdón en nombre de la comunidad internacional, o sea de cada uno de nosotros, por la indiferencia de entonces y por la que durante estos diez años hemos derrochado.
¿Reflexionará el mundo sobre las atrocidades que sucedieron hace una década en un pobre país pobre del África del que la mayoría ignora todo, incluso su ubicación geográfica?
¿Recordaba hace una semana aquellos sucesos? Dicen que en los pueblos que olvidan su pasado está latente el repetirlo.
Quizás se deba a que la humanidad olvida tan fácilmente los pasados que éstos se repiten en presentes que los que invariablemente nos negamos a reconocernos.
Mientras la humanidad se divida en ellos y nosotros; en los de allá y los de acá; en los pobres y los ricos; mientras encontremos un mundo de primera y un mundo de tercera; mientras haya quienes miren por encima del hombro a los demás; mientras nos empeñemos en querer olvidar, Ruanda se repetirá y se repite todos los días en distintos sitios del mundo.
Colombia, Irak, Bosnia, Darfur… no voy a continuar, la lista está, o debería estar, en la mente de cada uno y desde allí extenderse hacia la razón, si no es así no servirá nada de lo que hoy nos propongamos.
Y hoy, el mundo sigue matando al mundo.
Durante la ceremonia en recuerdo de las víctimas de aquel holocausto, el presidente de Ruanda, Paul Kagame señaló a la comunidad internacional como culpable del genocidio porque, como dijera, los países de occidente se mostraron indiferentes y no hicieron nada para evitarlo.
El Secretario General de la ONU develó que se ha proyectado un plan para prevenir futuros genocidios y si fallaran las medidas previas adoptar acciones para detenerlos. Manifestó que es necesario atacar las raíces de la violencia y del genocidio que son el odio, la intolerancia y el racismo.
El segundo cometido de este plan es la protección de los civiles en zonas de conflicto.
Annan consideró la necesidad imperiosa de acabar con la impunidad subrayando que quedan pocas esperanzas de prevenir el genocidio si aquellos que cometieron los peores crímenes no son llevados ante la justicia. Para lograrlo la ONU creará un puesto de asesor especial para la prevención del genocidio cuyo mandato se extenderá también a otras violaciones masivas de los derechos humanos.
No dudamos de las buenas intenciones que han calado en los sentimientos de quienes integran la Organización de las Naciones Unidas pero ¿podemos olvidar que en aquel trágico mes de abril de 1994 la ONU tenía una fuerza de paz desplegada en Ruanda, la cual no impidió -porque cuando se le ordenó que lo hiciera ya era muy tarde para un millón de personas- la terrible matanza.
Si busco referencias sobre el territorio ruandés su descripción se asemeja a una poesía que habla del país de las mil colinas, que se encuentra entre dos macizos montañosos; un país que ocupa parte del mismo corazón del África, bañado por infinidad de ríos y lagos y con una rica y bella fauna.
Pero los poemas también hablan de dolor y entonces tropezamos con la descripción de un país donde la población se concentra en las zonas altas porque las bajas están afectadas por la erosión producto del sobrepastoreo y que sobrevive de una agricultura que apenas le da para mal subsistir.
Y la poesía puede convertirse en tragedia y la tragedia e horror como el que se inició el 6 de abril de 1994 cuando el entonces presidente Juvenal Habyarimana fue asesinado al ser, el avión en el que viajaba derribado por un misil.
El magnicidio fue un detonante para que soldados y milicias hutus que iniciaron una matanza sin control de tutsis y hutus renuentes a unirse al baño de sangre.
Entre los meses de abril y julio casi un millón de personas fueron masacradas, muertas a golpes de machete y por tiros de fusil.
Tan terrible fue aquella matanza que actualmente cuarenta y dos mil hogares ruandeses tienen niños como cabezas de familia.
Son parte de los 95.000 que quedaron huérfanos y son tan niños como los trescientos mil menores de dieciocho años asesinados en una guerra civil tan cruenta como inútil.
Almería (el sur del norte), 7 abril 2004