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Año I - Nro. 24- Uruguay, 2 de mayo del 2003

Fabricación del Biodiesel
Uruguay vs. Mercosur, Nafta, Alca y U.E.
Tres Décadas de la Emigración Uruguaya en Australia
El trabajo devuelve la dignidad al ser humano
La Valija de Cartón
El que se fue a Sevilla (1)
¿Hacia donde Va Venezuela?
La pelea por el dulce
Recuerdos del Ayer
Australia en la Noticia
Ojos Uruguayos en el Brasil
 
En Marzo se Incrementaron los Depósitos en Moneda Extranjera
 
Gardel Nació en Tacuarembó
Nada se pierde, todo se transforma
 
Como siente la juventud
El Interior También Existe
Rincón de Sentimientos
Olvidémonos de las Pálidas
Carta de Lectores
Los Locos Pensamientos de El Marinero
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

El trabajo devuelve la dignidad al ser humano.

por Helena Arce

Tratemos hoy otros aspectos del  trabajo. Hemos visto las facetas puramente económicas,  que hacen de  éste una buena medida para la economía en su conjunto Existen otros motivos que hacen a la calidad del ser humano como tal, sin embargo aún en estos casos no deja de resultar un beneficio para la economía en su conjunto, y para la tranquilidad de la vida de la sociedad como tal.

Los problemas para el Ministerio del Interior son muy graves,  sin embargo  contamos con   un Ministro respetado por propios y ajenos, por partidarios y contrarios. Alguien a quien ser el titular de esa cartera por tantos años y abarcando más de dos gobiernos,  no le ha hecho perder su imagen de persona de bien. Alguien que puede  darse,  aún en estos momentos tan difíciles, el lujo,  ¿dije el lujo?, de seguir corriendo por la rambla. 

Bien,  pero pensemos en la dificultad  más graves que enfrenta hoy  el Ministerio del Interior, las cárceles.  Hay  hacinamiento, falta de comida, enfermedades, etc. Todos ellos reconocidos por el titular de la cartera. Producto, sin duda, de la  falta de recursos. Por la situación que vive el país y el crecimiento de la delincuencia, que no son lo mismo, pero  crecen juntos, la pobreza y la delincuencia.

Cada cientos de reclusos que ingresan al sistema carcelario, egresan cuatro o cinco, según los números brindados en el informativo,  por el Ministerio.  Siempre dije,   y  lo sostengo, que la pobreza no implica delincuencia. Eso sería insultar a los pobres.  Pero el crecer, generación tras generación,   sin educación, en una familia sin hábitos de trabajo, no ayuda. Por otra parte, tenemos aquello de las circunstancias, y no estoy hablando de atenuantes o agravantes, solo hablo de las circunstancias de  la vida; y de como éstas nos agarran parados. 

Antes podía ocurrir, me acuerdo de mi amiga, no daremos su nombre, ¿para qué?  Nació en una familia de "esas",  en los "cantegriles" de Aparicio Saravia. Eran 12 o 13 hermanos, ya no recuerdo. Su padre vivía de lo que le pagaban en el seguro de desempleo de la construcción. Cuando se le estaba por terminar, conseguía trabajo, pero luego otra vez tomaba, y eso le despertaba no recuerdo que enfermedad. Lo mandaban al seguro otra vez, y se quedaba en su casa tranquilo bebiendo,  hasta que un día  se murió. Su  madre pedía limosna, puerta a puerta, así   conoció a la mía, y empezó a limpiar en casa.  Su hija,  mi amiga, por mucho tiempo vino con ella. Y cuando nos íbamos de veraneo, venía a ayudar, pero además a jugar conmigo, tenía un año más que yo.

Al principio le costó, no estaba acostumbrada a dormir en una cama sólo para ella. Me enseñó la posición más cómoda, aprendida de su padre, de dormir en un banquito. Otra cosa muy importante, también recomendada por su padre, era no comer nunca más de una vez al día. No había que mal acostumbrar al estómago. Ella, sin embargo,  mi amiga, era de las hermanas mayores, tenía memoria de cuando en la habitación de lata, eran pocos. Y un día pasó, se enamoró de un muchacho de bien, un policía. Era del interior. Se casaron y tuvieron tres hijo, ni loca uno más. Vivían en una casa, era su  palacio, siempre limpio, siempre alegre.  Ella cosía y ayudaba a su marido. No, no se hicieron millonarios. La casa era humilde. Tampoco pudo sacar a toda su   familia de la pobreza. Esto es un hecho de la vida real, no es una historia de hadas. Pero sus hijos fueron a la escuela,   y aprendieron  un oficio del cual vivir.

No todos los hermanos, tuvieron el mismo destino. Una se casó con un "punguista", y su cuñado  era una gran preocupación para mi amiga, por la mala influencia para sus hermanos.

Las más chicas, repetían la historia o la  empeoraban. Se llenaban de hijos, la mayoría de padres distintos, padres a los que ni siquiera volvían a ver. Una de ellas, fue la protagonista de uno de esos incendios donde murieron sus hijos chiquitos, encerrados en el rancho de lata.

¿Ahora, que  puede ocurrir?.  Asusta pensar. ¿Los hijos de mi amiga, tendrán trabajo?.  Hace tanto que no la veo. Ellos que venían de una familia "de esas",  pudieron romper la cadena de repetición, gracias al esfuerzo de sus padres, mi amiga y su marido.

Hoy, como sabemos, está, ocurriendo al revés, familias que tenían donde vivir ya no tienen, y deben emigrar "con suerte" a un rancho de lata. Para darle de comer a sus hijos, aunque sea. Estamos engrosando, el cinturón de pobreza, aquel, del que sentí hablar técnicamente  por primera vez, cuando ingresé a facultad. Hace tantos años  que ya ni los cuento.  Familias que emigraban del campo a las ciudades, por la falta de oportunidades. Se detectaba el problema y debía analizarse como solucionarlo, creando un desarrollo sostenido en todo el país.  Claro en esos momentos, yo recordaba a mi amiga, a su padre, a la falta de  hábitos de trabajo,  al tener tantos hijos para contar con la asignación familiar.

Pero hoy, hoy no hay trabajo, entonces el problema es mayor, porque aunque quieran, ¿cómo cortar el círculo?  ¿Cómo escapar del círculo vicioso?  Si aquellos que tienen un oficio, no tienen trabajo. Los que no lo adquirieron, ¿cómo hacen para vivir, para educar a sus hijos, para ampararlos de los malos hábitos?

La mayoría termina delinquiendo, y al  pasar a convivir con otros más "preparados" aprenden a  ser más delincuentes. La droga y sus consecuencias. Delincuentes más feroces, más violentos. Crecen y van a las cárceles, y allí en el mismo ruedo,  todos hacinados.

Estamos viendo esfuerzos, grandes esfuerzos con pocos recursos. De mostrarles otra vida, de devolverles la dignidad de ser  "seres humanos", de crear con sus manos muebles, comida, juguetes para los pequeños,  de pertenecer a un grupo de teatro donde despertar su  espíritu. Esfuerzos que hace el ministerio, esfuerzos que hacen organizaciones civiles. Pero,  ¿y luego? Cuando recuperen la libertad,  ¿qué podrán hacer?   ¿Dónde irán a trabajar?  Hoy no hay trabajo para aquellos que nunca delinquieron, donde encontrarán trabajo quienes ya lo hicieron.

El trabajo  posibilita que la gente pueda tener ingresos, que pueda hacer frente a su subsistencia, que pueda criar a sus hijos, que aunque sea de doce uno se salve. ¿No vale la pena?

El trabajo posibilita que la gente tenga ingresos. Que si delinquió y vio otra forma de vivir, pueda intentar no volver a hacerlo, ganándose su subsistencia en forma honrada. ¿No vale la pena?

Cada un ser humano que sale de la rueda de miseria, cada ser humano que sale de la rueda de la delincuencia, ¿cuántos seres humanos se salvan? Además, ¿cuantos problemas menos existirán para la sociedad en su conjunto?  ¿Cuántos recursos económicos menos  habrá que destinar a ayuda social?