LA VALIJA DE CARTON
Una valija de cartón, un par de zapatos gastados, un pantalón atado con una cuerda, era todo lo que nuestros antepasados se llevaron de recuerdo cuando llegaron a "L'america" buscando un futuro.
Algunos tuvieron suerte, otros no tanta, pero todos supieron hacer de esta experiencia una razón, .
Muchos de ellos formaron familia, trasmitieron a sus hijos y nietos sus costumbres, sus tradiciones, sus miedos y sus llantos, parados en la rambla montevideana miraban el mar y sus ojos se les llenaban de lágrimas recordando tierras lejanas, montañas y flores, dialectos y olores que habian dejado hace tiempo.
El mundo siguió girando, y las valijas de cartón cambiaron continente, fue asi que los nietos de aquellos "viejos", volvieron atrás a ocupar aquel lugar que el abuelo habia dejado vacío muchos años atrás.
Con los mismos miedos, llantos y esperanzas empezaron una nueva vida, soñando las tierras lejanas, el mar, la rambla y la brisa de una ciudad, hicimos familia, tuvimos hijos y trasmitimos a ellos nuestras tradiciones, nuestro idioma, nuestras costumbres.
No existe la historia, los hechos se repiten una y mil veces, lo que existen son las experiencias y de estas tenemos que sacar nuestro jugo.
Estamos lejos, trabajamos y soñamos al mismo tiempo, en volver, en regresar a nuestras tierras, caminar por un sendero de eucaliptus, recorrer una calle desierta en plena noche sintiendo los sonidos del silencio, pero hay mil cosas que impiden que nuestros sueños se hagan realidad, porque tenemos hijos y estos hijos se sienten identificados con esta tierra, hablan su lengua, han asimilado sus costumbres, la manera de ser de la gente del lugar, y esto es un freno que nos para y nos hace reflexionar.
La vida del imigrante es complicada, pasa por distintas etapas, al principio todo nos parece extraordinario, nos asombramos de todo, de las máquinas de café en los aeropuertos, los distribuidores de preservativos en los baños de la estación, la velociad de los autos o la gran cantidad de aviones que pasan por nuestras cabezas; Con el primer sueldo nos sentimos en el aire, hacemos cuentas, cálculos, estimamos, tenemos el mundo en el bolsillo.
Pasan los meses, los primeros años en estas nuevas tierras y las cosas empiezan a cambiar color, aquel sueldo que nos llenaba los bolsillos empieza a no alcanzar, las máquinas de café nos parecen obsoletas, y cuando entramos en un baño público nos dan asco la idea que alguien pueda usar los preservativos que alli se distribuyen, despues de un lustro de estar lejos de casa, críticamos abiertamente el gobierno del pais donde vivimos, nos lamentamos de los impuestos y vemos con sospechas a los nuevos imigrantes que quieren dejar el pais para mejorar la vida.
Esta es la regla del imigrante, y le guste a quien le guste funciona de esta manera, es una especie de adaptación gradual, lenta e igual para todos.
Pero no hay día que no nos paremos por lo menos un minuto, un segundo, un momento en la jornada a recordar, a sacar de la vieja válija de cartón que todos llevamos dentro, un recuerdo
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