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por Alejo Rivas Devecchi
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www.alejo.info
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Hace pocos días, el mandadero de acá abajo, Jorge, visitó a su homólogo en la madre patria, José María. Muchos temas se trataron en este encuentro, pero Jorge tenía en mente uno en particular, el tratado de 1870.
Un micrófono disimulado en una aceituna nos permitió enterarnos de aquellos detalles que nunca se saben, de cada palabra de la conversación entre los líderes de dos naciones (que dúo).
- Dime Jorge ¿porque te interesa tanto esto del tratado? Al fin y al cabo los que se rajaron ya no son de tu incumbencia. Me refiero a que, si los echaste de tu país y el suyo, no es que les tuvieras mucho cariño ¿no?
- No José María, no son ellos los que me preocupan, esos son tu problema ahora. Los que me preocupan son los que aún están en el paisito, esos son los peligrosos.
- Pero hombre, que los puedes echar cuando quieras, un par de subas de combustible, una nueva quita en los suelditos miserables que tienen, y se nos vienen para aquí. Y tu bien sabes que
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nosotros los tenemos calladitos, con nuestras leyes de extranjería, y otros ordenamientos dignos del Duce, que los mantienen escondidos. Porque bien saben que luego de aquí, no les
queda mucho donde ir.
Y de paso, ayudan a la economía, proveyendo mano de obra barata, que no requiere asistencia social, ni ningún otro de los “derechos” que los agitadores nacionales osan exigirnos, ¿te das cuenta? A nosotros.
- Si pero lo que vos no entendés es que ya he hecho lo imposible para que se fueran, todo. Primero los avergoncé con la declaración contra Cuba. Después me puse a llorar en cámara, después los maté de hambre, hasta los que tienen trabajo hoy en Uruguay tienen hambre. He aplicado a rajatabla las recetas mas asquerosas que el Mandamás me ha ordenado. Y sin embargo aún no conseguí echarlos a todos. Hay una sola conclusión posible, si no se han ido, es
porque no pueden.
- Bueno, si no pueden ni irse, muy peligrosos no serán, digo yo.
- Si que lo son, porque allá tienen algo de lo que al venir acá carecen, el voto.
- Shhhh, no lo nombres, que me da escalofríos.
- Es así amigo, vamos quedando pocos, vos, Alvarito, yo, vamos siendo los últimos de la vieja escuela. Los que sabemos como arrodillarnos y obedecer.
- Pero decime, ¿en que te va a ayudar que reconozcamos el tratado?
- Pero, ¿no entendés José María? Si ustedes dicen que los reciben, se van a venir todos, y me van a dejar el país para mí solito, y vos conseguís los ciudadanos de Segunda que tanto te sirven , no sólo ayudan a la economía, sino que además hacen un aporte significativo a la realidad política dándote excusas para el surgimiento de los movimientos neonazis. El Furer, que dios lo tenga en la gloria, estaría orgulloso de ti.
- El mérito no es sólo mío, no te olvides que tenemos al gran Maestro del norte, ese sí que lleva la svástica en el corazón.
Esta bien Jorge, te voy a ayudar, pero como bien sabes estoy a poco de ir a la casa matriz a recibir instrucciones, el Maestro tiene la última palabra.
- Eso es indiscutible, mándale mis respetos
- Oshtia, que están buenas esta aceitunas…
La grabación se interrumpe drásticamente en ese punto, pero lo obtenido alcanza para que los ciudadanos se sientan tranquilos habiendo tenido oportunidad de apreciar la seriedad con que nuestros líderes tratan los problemas que acucian a sus naciones.