EL ESTADO, tan querido y tan vilipendiado.
Por Pedro Hernández
Es muy “lindo” y acorde con el modelo económico que recorre el mundo, hablar de la “libre empresa” y del “mercado”. Quizás concordemos con los títulos pero no con la realidad. Las grandes empresas en sus crisis, terminan socializando las pérdidas a través del rescate por el estado. Rescate que se hace con el argumento del impacto social, pero en el fondo se favorece a los empresarios cuyas responsabilidades nunca son aclaradas.
Tenemos notorios ejemplos de esta conducta a lo largo y ancho del mundo -Enron, Parmalat, etc -.
En Uruguay este manejo desde la década del 60 es un abuso histórico-Bancos, Frigoríficos, FUNSA, Industrias Textiles, grandes productores agropecuarios, etc, etc -.
Así el estado vilipendiado por los defensores del “mercado” es aplaudido a la hora de apuntalar lo que la libre empresa no puede cumplir, por incapacidad o por dolo.
Estos son los hechos que pueblan las crónicas de las últimas cinco décadas.
En este modelo económico que se lleva adelante, la “libre empresa” y el “mercado” en puridad sólo existen en la academia.
La realidad, una maraña de situaciones que van desde los subsidios encubiertos, el tráfico de influencias por los grupos dominantes y todo tipo de triquiñuelas que depende del poder de presión de cada sector. Los monopolios existen en los estados y fuera de ellos así como los oligopolios o los carteles, como es el caso de la industria petrolera donde el mercado es un “adorno”.
El resultado de estos enredos-funcionales a los más poderosos- es una modelo de economía desintegrada a escala mundial - donde los países subdesarrollados son los rehenes de la misma, tomadores de precios y sometidos a relaciones de intercambio siempre desfavorables.
Esta es la realidad descarnada que nos toca vivir más allá de toda la parafernalia dialéctica desplegada por la burotecnocracia.
Esta economía mundial así desplegada ha contado con la sumisión de los dirigentes de los países de la periferia más allá de los discursos seudo opositores.
En el caso de Uruguay tiene siempre vigencia la expresión de Artigas: “los malos europeos y peores americanos”. No hay ninguna duda, los que han servido - en función de su interés- a otros intereses que no los de su pueblo, son los grandes responsables de las crisis y todo el dolor social que venimos soportando.
Ni hablar de los gobernantes que en los últimos 50 años han hipotecado el poder de decisión del país con sucesivos endeudamientos. Endeudamiento que hoy supera la realidad empresarial y del cual no se habla. Endeudamiento del país cuyo “servicio” de deuda supera ampliamente el mítico 20% - de las exportaciones - que en la década del 60 los organismos financieros Internacionales consideraban muy grave.
El país debe conocer la magnitud de este problema, así el “optimismo”- interesado - que intenta quitar trascendencia a la dura y para muchos sectores “humillante” realidad, de lugar a una toma de conciencia de que el País es uno.
Para entendernos mejor recordemos la historia; el 12 de julio de 1968 el Dr. Carlos Quijano escribía en Marcha un artículo - “salvar al País”- entre otros conceptos lo que sigue:
“¿Cómo no se comprende, por otra parte, que el problema raigal es el económico?
¿Qué todo lo demás es fachada y retórica, adjetivo y anecdótico?
Durante años, muchos años hemos, acumulado errores tras errores, sordos a los requerimientos de la realidad, eufóricos y presuntuosos. De un tiempo a esta parte, se nos ha aplicado - a semejanza de una camisa de fuerza –una concepción económica, ordenada desde afuera y manejada por tecnócratas supuestamente apartidarios que han servido– el hecho es sintomático – a los más diverso y opuestos gobiernos.
Esa política del cambio único y fluctuante, de la sedicente libertad, de las sedicentes refinanciaciones, de los esquemas y los diagnósticos triviales y de los lugares comunes vacíos, aderezados con palabras difíciles, ha hecho sus pruebas.
Ninguna de las previsiones se han cumplido. Todos, sin excepción sus cálculos fallaron.
Todos, sin excepción, sus promesas han sido negadas. La historia de estos últimos tiempos es la historia de una gran frustración y de una gran mentira. Nos prometieron la estabilidad cambiaria y hemos conocido las devaluaciones en cadena siempre mayores.
Nos prometieron el aumento de la producción; pero el producto bruto interno no ha hecho más que descender y el año pasado, sin ir más lejos, Uruguay ha tenido el privilegio de ser el único país de América Latina donde dicho producto ha descendido – 5% -.
Nos prometieron que la inflación sería contenida y el año pasado, también sin ir más lejos, el costo de la vida fue del 136% lo que nos permitió ocupara el primer puesto en la tabla continental, seguidos muy de lejos por Argentina – 27% - y Brasil –26% - y este año, en el primer semestre, alcanzamos un tope cercano al 65%, contra un aumento del 36.5% en igual período del que parecía imbatible 1967.
La misma tecnocracia, armada con la misma teoría es la que ahora, decreta la congelación de precios y salarios para reparar los reiterados e ininterrumpidos yerros que cometiera.
Si una política fracasa, el sentido común – medicamento que al parecer por su plebeyez, no figura en el botiquín de los tecnócratas - indica que hay que buscar otra. No obstante, seguimos utilizando la misma y confiando en los mismos Escapularios, que supuestamente, siguen produciendo sesudos informes y vomitando insulsas pedanterías”.- Los subrayados son nuestros, hasta aquí parte de ese artículo –
Nunca más ciertas las palabras de Santayana:
“Aquellos que no recuerdan su pasado están condenados a revivirlo”.
El pueblo ha pagado con su trabajo la formación de técnicos-esto también es un subsidio- que después son tecnócratas que mal venden el trabajo del país, es más, muchas veces asesoran para que nos puedan dominar más fácilmente.
El manejo del partido único a partir del pacto del “chinchulín”- reparto de cargos públicos por el régimen del 3 y 2- de 1931, es el que ha potenciado los “corporativismos” funcionales a ese manejo.
Estos “corporativismos” son posibles y tienen el ámbito propicio en un modelo de economía desintegrada, donde los más fuertes son los que se llevan la mejor parte. Se habla de la solidaridad en cada crisis y se practica lo contrario, al dar “soluciones” generales a temas bien diferenciados.
De ahí las enormes asimetrías salariales y sociales que se han estado profundizando en los últimos 60 año y hoy se nos muestran en toda su magnitud vergonzante.
Nuestra economía que sale de una crisis y entra en la siguiente, recorre el camino lógico del manejo del partido único-el del 3 y2- en todas sus versiones.
Un modelo desintegrado donde no hay necesidad de ser eficiente, mientras existan los rehenes y los “economistas” afines al mismo, que en cada crisis siguen discutiendo como salir de la misma.
Los economistas del modelo no cuantifican el costo-país de los que emigran en sus dos vertientes, lo que se pagó para formarlos y el no contar con esa capacidad intelectual en el país.
Tampoco cuantifican la subutilización del capital humano en cada crisis.
Tampoco cuantifican el lucro cesante de las inversiones realizadas en cada período de crecimiento.
Sólo hablan de los “negocios” que se hacen a precio de “mercadería robada”, transferencia de la tierra y de las inversiones – maquinas, autos, etc. - devaluadas por la crisis.
Negocios de los “especuladores” en las crisis sin importar el aspecto humano.
Es la economía de la impunidad de los más fuertes y a eso le llaman economía “libre” y de “mercado”.
Vivimos la gran paradoja, en el mundo del “libre mercado” el dinero es una “mercadería privilegiada”.
El costo social no se resuelve porque el modelo económico esta armado teniendo al “lucro” como motor y fin principal.
Todo esto nos pone frente a una concepción inmoral y fatalista del manejo de la economía que debemos enfrentar.
El mercado debe ser un instrumento y no un dogma.
Hoy estamos frente a los economistas economicistas, a los que conviene recordarles, con palabras de Stuart Mill.
“Un economista que sólo fuera economista, sería un bien mediocre economista.”
O la máxima de Schumpeter:
“Los economistas cometen más errores por olvidar la historia que por desconocer la teoría”.
No podemos seguir aceptando el “fatalismo”- ¿fatalismo?- de los economistas, de que no hay un modelo económico que pueda atender a todos los sectores sociales.
Estamos apuntalando un modelo económico inequitativo e inmoral en sus resultados. Esto nos debe hacer reflexionar y trabajar por un cambio impostergable, por el que valga la pena luchar y pedir un nuevo sacrificio – otro ajuste y van... – a la mayoría del pueblo.
Hoy los dirigentes del partido “único”- 3 y 2 - critican este estado “anárquico”, que ellos han construido funcional a ciertos intereses y claman por la vigencia del “mercado”.
En realidad quieren ocultar su responsabilidad en esta tragedia social que por tercera vez en 40 años nos conmueve. Ellos ya están embarcados en la campaña electoral como sino no tuvieran nada que ver con la crisis. Esta conducta es el principal problema del País.
Una vez más se recrea lo que me parece más repudiable y es el cinismo de algunos dirigentes del 3 y 2 que se quieren desmarcar de sus responsabilidades y salen a pedir el voto para el partido. Han usado al 3 y 2 en todos sus “beneficios”, ahora en campaña electoral, están en “contra” de las políticas aplicadas, una muestra una vez más de la conducta que tanto daño le ha hecho al país.
Ahora “descubren” la inequidad de la política tributaria, la extrema pobreza, la marginación social, que el 50% de los niños nacen en hogares pobres, la despoblación del campo, etc, etc.
Estos son los frutos del manejo del 3 y 2.
El estado “paternalista” es otro eufemismo escapista utilizado por los que se han servido de él.
No es y no fue paternalista sino clientelístico, como herramienta para mantener el poder el partido único –el del 3 y 2- y los grupos económicos dominantes.
Hay que hacer una profunda reflexión sobre la conducta y el comportamiento de los dirigentes del 3 y 2 y los tecnócratas que los han apoyado en los últimos 50 años.
No es de recibo seguir escuchando argumentos “descalificatorios” por los “poseedores” de las grandes “verdades” económicas y políticas. No tienen autoridad para hacerlo, los “resultados” están a la vista y lo obvio no necesita demostración.
Tenemos que asumir la responsabilidad de enfrentarlos en el terreno de las realidades y no en el de los discursos.
El modelo económico debe ser cambiado por sus resultados sociales y económicos.
La magnitud de los mismos y cuya profundidad escapa a nuestra imaginación no pueden ser explicadas con ese simplismo -para desinformados- de que la responsabilidad es de otros. Las “bondades” de las políticas que nos vendieron en los 90 y sus resultados son la prueba más contundente de que muchos no sabían de que se trataba y otros trabajaron para otros intereses que no los del País.
Un modelo de economía desintegrada y el manejo del partido único - reparto del 3 y 2- es lo que hay que cambiar si el País aspira a no seguir desintegrándose.
La economía integrada es el camino nunca recorrido y la única chance de iniciar un crecimiento sostenido y sustentable.
La tecnocracia sigue escribiendo a raudales, sólo se escuchan entre ellos.
¿A quien más le pueden llegar, sino hablan de las “causas” reales de los problemas?.
Escriben para una elite que siempre defendió sus intereses-de adentro y de afuera- no los del país.
La economía se comenzó a mover y ya están haciendo pronósticos como si no hubiera pasado nada.
No analizemos, no pensemos, ya que “nosotros mismos” estamos involucrados, parece ser el eje del discurso oficial y oficialista, e ahí la médula del problema central para el país.
Esta dirigencia política del 3 y 2 y la buro-tecnocrácia creada –a su medida - no puede sacar el país adelante, porque no asume su responsabilidad en las crisis.
Sin autocrítica, sin transparencia y sin ética seguiremos transitando los mismos caminos.
- Febrero 2004