Un Policía Rural del paraje Sarandí de los Amarales
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El Sarandi de los Amarales antes del 1900 existió un núcleo de población esparcida en este extenso paraje donde escaseaban los elementos más necesarios para asegurar la vida del peligro inminente de una enfermedad o de la tentación de alguna mano criminal.
Acá vivió un acaudalado vecino llamado Carlos Amaral quien sacrificó su bienestar en beneficio de los vecinos afectados o amenazados, y su filantropía llegó a no descuidar la educación de los niños donde las Escuelas a lo largo de toda Rocha eran escasas.
Él se sumó a este reclamo junto a vecinos progresistas de la villa de Rocha y se suscribió con una cuota ilimitada, “por todo el saldo que faltase para cubrir el sostenimiento del maestro que dirigirá la Escuela” y éste educacionista resultó ser Luis Zorrilla que luego fue director del Centro Escolar. Además, Amaral estudió en los mejores libros de medicina, abandonó sus tareas y puso su inteligencia, práctica y actividad, generosa y desinteresada a disposición de quiénes la solicitaran.
Carlos Amaral al 1900 ya era una persona octogenaria y se afirmó que fue el padre de los necesitados. Cuentan que en la soledad de esta campaña se había radicado “gentes de mal vivir” formando gavillas de matreros, ladrones y asesinos. Ante esta situación Amaral solicitó y obtuvo de la Jefatura de Maldonado autorización para organizar y constituir una policía rural dirigida y subvencionada por él, para garantía de sí mismo, de los vecinos y de extraños amenazados; nos estamos refiriendo cuando Rocha aún no era Departamento.
Cuenta la historia que el jefe de la gavilla de matreros estaba en cierta casa y era necesario aprehenderlo, se tomaron las precauciones del caso. El salteador acostumbrado a estos encuentros los esperó serenamente con un trabuco cargado hasta la boca con gruesa munición y trozos de acero en su mano derecha, mientras que la izquierda sostenía una gruesa pistola calibre dieciséis. El delincuente estaba ubicado en la puerta de una habitación que se comunicaba internamente a otra.
Amaral dio la voz de preso en nombre de la autoridad que estaba investido y el bandido por toda contestación disparó con sus armas a un mismo tiempo sin herir a nadie. El espacio existente entre el bandido y la policía se cubrió de una densa nube de humo circunstancia que el matrero aprovechó para correr hacia la otra pieza interior y cargar sus armas nuevamente. De esta manera repitió varias veces sus ataques hasta que el comisario optó por seguir tras él y esperó al malevo atrás del tabique divisorio de ambas piezas y junto a la puerta por donde el malhechor debía de pasar para atacar nuevamente.
Así lo hizo y fue sorprendido por la autoridad policial quien lo tomó de los brazos hasta que sus compañeros acudieron en su ayuda. Fue conducido ante la justicia quien juzgó sus hechos delictuosos, y ésta fue una de las tantas hazañas de Carlos Amaral. Hacemos constar que este relato fue narrado por Manuel González en India Muerta en noviembre de 1901 y publicado en el Semanario de Letras y Actualidades LA ALBORADA, dirigido por el inolvidable e ilustre rochense Constancio Vigil.
DIFUNDIDO EN EL PROGRAMA DE CASA AMBIENTAL PUNTO AZUL QUE SE EMITE POR ESTEÑA FM 103.1 LOS DÍAS SÁBADOS DE 10 A 11 HORAS EN EL ESPACIO “DE NUESTROS PAGOS”.
Chuy, 05 de mayo de 2003