Año II - Nº 93 - Uruguay, 27 de agosto del 2004
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1 Campaa Mundial Seguridad en la Red

 
Sobre las migraciones transnacionales y los uruguayos emigrados a Australia

por: Walter Amaro
Sydney/Australia

Indudablemente que unos de los puntales que han caracterizado a Informe Uruguay a través de sus 92 publicaciones es el pluralismo. Esta comunicación nos permite exteriorizarnos en la medida que nuestras inquietudes se manifiestan, claro está, siempre amparados en el respeto mutuo. Ello nos permite exponer nuestros puntos de vista, algunas veces acertados y tal vez otras no tanto. Pero, sin lugar a dudas, con la certeza de que polemizar también es parte de nuestra típica idiosincrasia uruguaya.

También, y eso lo habrá notado con frecuencia, permite que los lectores ingresen su aporte y nutran a nuestros subscriptores de ocurrencias, datos, recuerdos, opiniones, etc. Algunos de esos trabajos pueden ser meramente  ilustrativos y amenos. Otros desmenuzan a conciencia el acontecer nacional e internacional con una autonomía propia de las grandes editoriales, y siempre tan genuinos como inéditos. Otros, se han llevado a cabo luego de un importante esfuerzo, que ha requerido hurgar con infinita  paciencia en decenas de fuentes fidedignas en pos de concretar un trabajo a conciencia que, quizás, ha demandado infinitas horas de trabajo y concentración antes de llegar a su dominio.

Este prólogo me permite presentar a una compañera en el arte comunicacional: Mabel Zeballos,  una estudiante uruguaya de apenas 29 años, que ha dedicado parte de su vida a la ciencia de la Antropología.  Mabel, egresa este año gracias a una beca otorgada por la Fundación Chamangá, que le permitirá culminar su trabajo sobre el campo -suspendido luego de la crisis de 2002.

Antes de incursionar en Antropología Social, Mabel tuvo un pasaje por Licenciatura de Historia, que si bien -según nos contaba- enriqueció su carrera, no tuvo casi ningún resultado en términos de certificaciones de estudio, pero que indudablemente la marca en su posición y óptica del mundo. Además, estuvo involucrada en la producción cultural, en docencia no formal a nivel barrial, en la creación de un proyecto de turismo antropológico, etc.

Digamos que desde los 19 años se interesó por diversos aspectos sociales: violencia intrafamiliar, socialización de género, educación, producción artística. Pero, como la mayoría de los jóvenes en Uruguay, estuvo durante mucho tiempo vinculada a tareas que nada tienen que ver con su vocación, como medio de vida.-

Actualmente realiza una etnografía con los niños de la comunidad de la Escuela Nº 132 del Barrio Palermo. En dicho trabajo también investiga sobre las construcciones de identidad, sólo que a nivel barrial.

Mabel ha realizado recientemente una ponencia dirigida a un congreso de estudiantes de antropología, la cual es una síntesis del estado actual de su trabajo, y si bien sus afirmaciones no son concluyentes, se ve sumamente positivo que aquellos que emigramos, demos un vistazo a su trabajo.

Finalmente, y antes de dar paso a la ponencia, les adelantó que Mabel Zeballos nos confió que su trabajo continúa, y que le encantaría que aquellos que andamos por el mundo le ayudáramos aportando informaciones. A los efectos le hago saber su correo electrónico para que puedan ponerse en contacto con ella:

Identidad y Narrativa: Tres Décadas de Emigración a Australia
Mabel Zeballos Videla (FHCE-UDELAR)
Julio 2004

“En 2001 se expidieron más pasaportes que en 1974(…) según datos proporcionados por la Dirección Nacional de Identificación Civil, se expidieron, en todo el territorio nacional, 58761 pasaportes, cifra que marcó el índice más alto desde la restauración de la democracia. El récord anterior fue en 1974, cuando 62380 personas abandonaron Uruguay por motivos económicos y, especialmente, políticos. (…)”

(La República, 15 de abril de 2002, p. 29)

El siglo XXI se estrenó en Uruguay con la actualización de un fenómeno que, como ilustra este artículo de prensa, se identifica con circunstancias específicas de su pasado cercano. Nos referimos a un empuje emigratorio que remite al de la década de 1970. Diversos científicos sociales han señalado y fundamentado una cierta tendencia expulsiva de población “de naturaleza estructural” desde la constitución del Uruguay como Estado-nación independiente. No obstante, entre 1965 y 1974 se registra un crecimiento sostenido de los volúmenes de emigrantes, que produce un importante saldo demográfico negativo: Wonsewer y Teja (1985: 9) sostienen que unas 218.000 personas salieron del país entre 1963 y 1975 (8% de la población de 1963). Petruccelli (1977: 5) eleva esa estimación a 250.000 o 290.000. Los años de mayor número de pérdida de población según Petruccelli coinciden con “tiempos de agitación política”, entre 1970 y 1974 (1977: 6). Cerca del 50% de esta emigración tuvo como destino Argentina, país que recibió de forma constante en el siglo XX no sólo a uruguayos sino también a inmigrantes europeos que el Uruguay no lograba retener (Aguiar, 1982). Lo novedoso, sin embargo, de este empuje emigratorio lo constituye el volumen de salidas, y, el aumento de las salidas con destinos lejanos, con altos costos de traslado y diferencias culturales más marcadas que las existentes entre los países del Cono Sur.

En este contexto, la emigración de uruguayos a Australia adquirió una nueva magnitud y comenzó a delinear sus peculiaridades. En 1966, los censos australianos no individualizaban en cuanto al origen a los inmigrantes uruguayos dado su escaso número. En 1971, menos de 2000 uruguayos vivían en Australia. Sin embargo, a partir de 1974 –año en que entraron 3500 uruguayos a Australia- aparecen como una categoría diferenciada en el Cuatrimestre Estadístico publicado en ese país (Petruccelli, 1977: 6-7). El censo australiano de 1986 informaba que 9585 uruguayos residían en Australia (cabe señalar que este número se compone de los emigrantes originales y de sus hijos que, aunque nacidos en Australia pueden definirse por la nacionalidad de sus padres). La mayoría de esos uruguayos (7543) vivían en Nueva Gales del Sur (donde se concentran a su vez en la ciudad de Sydney).

En el momento en que aparecía el artículo citado en el inicio de esta exposición, surgía –como trabajo del Taller de Investigación en Antropología Social de FHCE- “Construcciones de sentido entre los uruguayos emigrados a Australia entre 1968 y 1980”. Tiene por objetivo general contribuir a interpretar los procesos de construcción de identidad de los uruguayos en situación de migración transnacional (v. infra). En un nivel particular, la búsqueda apunta a las representaciones por medio de las que definen/construyen su identidad los que emigraron a Australia en los años definidos.

Identidad y narrativa. El caso de las migraciones transnacionales Consideramos a la identidad como un proceso de construcción de sentido. Es decir, la identidad no es una esencia, ni una entidad estable y permanente. Al respecto, Manuel Castells señala que los actores sociales construyen identidad atendiendo a un atributo cultural,  o un conjunto de ellos, al que se da prioridad sobre el resto de las fuentes de sentido (1998; 2: 28). El modelo de identidad impuesto por los estados modernos anudó cultura y territorio dentro de un número finito de envases jurídicos. Como señala García Canclini, para este modelo “tener una identidad equivale a ser parte de una nación, una entidad espacialmente delimitada, donde todo lo compartido por quienes la habitan –lengua, objetos, costumbres los diferenciaría en forma nítida de los demás.” (1995: 18). No obstante, esta forma de construir identidad se ve desafiada por fenómenos como la migración transnacional. Constanza Moreira y Adela Pellegrino, siguiendo a Glick Schiller (1999), consideran bajo esta denominación un patrón migratorio que se caracteriza por estar integrado por individuos que se desplazan a través de las fronteras, se establecen y forman vínculos sociales en los Estados de residencia pero mantienen un reracionamiento intenso con sus comunidades de origen (2001: 122). En un trabajo en que se ocupan de la problemática de las afiliaciones nacionales, en particular en relación al ejercicio de la ciudadanía, no sólo dan cuenta de las políticas multiculturales de muchos estados receptores de migración, sino también de sus consecuencias para los modelos de construcción identitaria. La aceptación por parte de los países huéspedes de múltiples lealtades simultáneas de los migrantes, “estimula el fortalecimiento de los lazos con las comunidades de origen, la conservación de rasgos y símbolos identitarios y la extensión de esos rasgos a las segundas y terceras generaciones nacidas fuera del territorio de origen” (2001: 120). En relación a este fenómeno de desterritorialización de las referencias identitarias, García Canclini propone concebir la identidad “no como una esencia intemporal que se expresa, sino como una construcción imaginaria que se relata” (1995: 19).En tanto relato que se construye, en la conformación de la identidad el lenguaje juega un rol fundamental: el de posibilitar, habilitar, pero también de-limitar el encuentro con el otro. Un “otro” que es contexto y texto al mismo tiempo, en la medida en que el sí mismo surge por medio de la interacción. No hay pues, identidad sin alteridad. Y toda identidad es relacional: una serie de representaciones que generan diferencia, marcas, en un espacio social. Hemos encontrado en la narrativa una analogía que permite traducir de modo sencillo nuestra concepción de identidad, especialmente de cara al trabajo de campo. Así pues, la búsqueda de las representaciones por medio de las que se definen los uruguayos emigrados a Australia entre 1968 y 1980, es la búsqueda de un conjunto peculiar de narraciones. Interpretarlas implica poner en juego varias estructuras de significación –para usar el lenguaje de Geertz (1987)- o, siguiendo con la analogía propuesta, varias narrativas. Los procesos de significación de experiencias están orientados por las narrativas previas de los sujetos. Y, a su vez, estas narrativas no son neutrales, son ellas mismas parte de un relato cultural, productos de luchas simbólicas (tal como plantea Bourdieu) por el monopolio de la clasificación y la  nominación, en última instancia de la construcción social de la realidad.

En el estudio del grupo migratorio elegido interviene una narrativa relativa a la situación de migración transnacional, que conecta, a su vez, otras dos series: la del país receptor y la del país de origen. Si bien los presentes énfasis interpretativos de la investigación refieren a esta última, nos interesa más bien el conjunto de narraciones personales en las que, al definirse e interpretar sus más peculiares experiencias, los sujetos dejan entrever su relación con ese decir identitario más “generalizado”: el del Estado-nación.

Narraciones identitarias nacionales: Uruguay.
El Uruguay surge como Estado independiente siendo un país vacío (74000 habitantes), signado por su situación de frontera entre Argentina y Brasil, y más bien como producto de un pacto creador de una comunidad de convivencia política. La búsqueda de los sustentos simbólicos de una identidad nacional era ya problemática a fines del siglo XIX. Ya en el período posterior al fin de las guerras civiles (1903-1904) y anterior al golpe de Estado de 1933 “la nación –como vínculo identificatorio por excelencia de la vida moderna- fue la comunidad política: el país buscó su integración interna a través de las instituciones públicas del Estado y a través de los partidos.” (Moreira y Pellegrino, 2001: 127). Es pues a partir de la “modernización” que empieza a definirse un Uruguay laico, sin indios, con pocos negros, y, con un sujeto-ciudadano o sujeto democrático como eje central de la identidad nacional. Como señala Juan Rial, para la década de 1950 y en concordancia con lo que venimos reseñando, estaban vigentes en Uruguay al menos cuatro fuertes mitos políticos: el de la medianía, el de la diferencia, el del consenso, y el de un país de ciudadanos cultos (Rial, 1986). El primero, producto de un Estado “asistencial” que desde principios del siglo XX favoreció la creación de capas medias y acentuó lo valores culturales de esos estratos, es garante de un nivel alto de estabilidad social (Rial, 1986: 22). El mito de la diferencia, refiere a la construcción de una “uruguayidad” por distinción no sólo de nuestros vecinos latinoamericanos (a través de mayores índices de alfabetización, la negación del elemento indígena y la marginalización del negro), sino también de Europa: “europeizado uruguayo, pero no precisamente de ningún modo europeo” (Rial, 1986: 23). El mito del consenso, es el de la ley impersonal que se impone. Es el mito del orden, del mantenimiento de un estado de derecho (Ibídem). Y el último, es el que dice que Uruguay es un país de “culturosos”. Uno de los objetivos del Estado asistencial fue lograr una clase subalterna altamente alfabetizada, suficientemente educada como para seguir sosteniendo la diferencia como país y la homogeneidad cultural interna (Rial, 1986: 24).

Nacer uruguayo, emigrar a Australia.
La naturalización del mito es parte de la mito-praxis. Las diversas apropiaciones que de él realizan lo sujetos nunca aparecen denunciadas como míticas. Ellas siguen resignificándose a pesar, y a través, de las crisis, en constantes procesos de coproducción. Es en relación a este último punto que decidimos nuestro recorte temporal del objeto. El flujo emigratorio de la década de 1970 hacia Australia, se inscribe dentro de un proceso de generalización de las transnacionalización de la fuerza de trabajo. Se vio alentado por las políticas inmigratorias del Estado australiano, especialmente hasta 1974, y por la exacerbación de las condiciones expulsivas del mercado laboral uruguayo (especialmente bajos salarios y altos índices de desempleo). No obstante, no puede ser interpretado como un proceso exclusivamente económico. En este sentido, y desde un punto de vista antropológico, tampoco es viable considerarlo como un fenómeno independiente del actual empuje emigratorio (2001-2003).
A partir de 1968 comienza a perfilarse la ruptura democrática que dio paso a la dictadura militar (1973-1985). Teniendo en cuenta la mencionada centralidad del sujeto-ciudadano en las formas de integración de la sociedad uruguaya, y la conjunción de mitos a su alrededor, el cese de los derechos políticos y la violencia represiva por parte del Estado (otrora garante de consensos y medianías), puede entenderse como un ataque directo a los cimientos de  la identidad nacional. Al margen del exilio forzado por la amenaza directa de persecución, cárcel y hasta muerte, cabe señalar que las circunstancias de quiebre institucional jugaron un papel importante en muchas decisiones migratorias aparentemente económicas. Por otra parte, como señalan Moreira y Pellegrino, a los factores de expulsión políticos y económicos, se agregó “una cierta propensión cultural a considerar al Uruguay un país ‘inviable’ y de escasos horizontes” 2001: 131). Los mitos dejaban de funcionar. En este sentido se orientan las narraciones identitarias después de la crisis.

La etnografía en proceso: estado actual.
La etnografía está, como es visible, en pleno desarrollo. Se han realizado entrevistas cara a cara a retornados y a retornados que luego reemigraron. Se sostienen contactos por correo electrónico con residentes en Australia. Los contactos se han ido realizando siguiendo el efecto bola de nieve, con varias puertas de entrada al campo. De esta  forma,  tenemos a esta altura un panorama de diversidad y un cierto nivel de saturación para un sector reducido de ese campo diverso. En diferentes formas las representaciones identitarias nacionales arriba expuestas aparecen conjugadas en las narraciones hasta ahora conocidas. La gama de matices es amplia. Lejos de pretender establecer generalizaciones, consideramos que el rescate de las peculiaridades del caso distingue al trabajo etnográfico. Lo que presentaré a continuación son pequeñas muestras del universo narrativo al que me enfrento. Ese sector  mejor conocido al que aludíamos, tiene como principal emergente de su discurso el libro Tres décadas de la emigración uruguaya en Australia. Editado con posterioridad al 11 de setiembre de 2001, reúne relatos de diversos autores sobre diversos campos en los que estos migrantes se desempeñaron como agentes: Uruguayan Social and Sporting Club Pty Ltd (Club Uruguayo de Sydney); el deporte; el arte; la radio, la prensa y la televisión; la preservación del patrimonio cultural; la política; el campo de los profesionales uruguayos [en ese orden en la fuente]. Tres décadas…se constituyó en una fuente interpretativa de primera mano. Cabe subrayar, que trabajamos en procura de jerarquizar dichas interpretaciones en el contexto de una sociedad marcadamente multicultural como la australiana, y fundamentalmente, en relación a las interpretaciones que otros uruguayos realizan de su experiencia de emigración. En ningún modo, consideramos que dicha fuente constituya la voz de la “comunidad” uruguaya en Australia, poniendo en cuestión la existencia de una comunidad uruguaya en dicho país. En dicha fuente parece fuerte la adhesión a la narración identitaria nacional tal como la describimos arriba. Cito sólo algunos ejemplos de entre sus siete artículos.

Sobre la emigración de los ’70, Estela Valverde escribe en el prólogo:
A diferencia de otros países latinoamericanos, los uruguayos no estábamos acostumbrados a la dictadura, dado que nuestro país había sido una de las democracias más estables de América Latina, ‘la Suiza de América’. Esto dio como resultado una enorme cantidad de emigración al extranjero…” (op. cit.: 7)

Aparecen aquí –siguiendo la descripción de Rial citada antes- el mito de la diferencia, en este caso en relación al contexto latinoamericano, y el del consenso, violentado por la instauración de la dictadura.

En su artículo “Los uruguayos y la política en Australia”, Víctor Avero escribe:
“…el hombre uruguayo siempre fue un ser muy politizado, y lo que vivió en este país, en torno a ese tema, está dentro de las pautas normales del carácter uruguayo. En realidad nos hubiera llamado la atención si hubiera ignorado los acontecimientos de gravedad que ocurrían en Uruguay, y se hubiera marginado con indiferencia.” (op. cit.: 125). Y más adelante, luego de reseñar el proceso de deterioro institucional de fines de los ’60, señala:

La desesperanza invade a la mayoría de la población, y aparecen marcadamente los deseos de salir cuanto antes del Uruguay. Cuando llega el golpe militar de 1973, ya son miles los orientales que han dejado el país…” (op. cit.: 127).

El mismo autor, sobre los motivos para elegir Australia como destino migratorio, retoma la centralidad de la seguridad y la estabilidad garantizada por un estado protector, y la importancia de la educación:
 “Uno de ellos, el más importante pensamos nosotros, es la seguridad que ofrecía un país que tenía una política real de inmigración organizada desde el gobierno mismo; el sistema de alojamiento del recién llegado, la seguridad social, el clima, el sistema democrático de sus instituciones, y por encima de todo eso, la posibilidad de trabajo y de estudio para nuestros hijos que, en nuestro país, desafortunadamente, cada día estaba más lejana.” (op. cit.: 127)

Nótese como asoma aquí la idea de inviabilidad de aquel Uruguay culto y de las medianías.
Se vuelve difícil relativizar el peso de la narración identitaria nacional en el discurso de los emigrados. Aún, cuando se toma en cuenta a aquellos sujetos con un nivel de participación escaso o nulo en actividades asociativas como las reseñadas en Tres décadas… Un informante que se distancia un poco de este sector referido sostenía:
“ (…) La oportunidad hace al ladrón, dice el refrán y en mi caso se cumplió. Por lo menos en que me enamoré de una mujer que había vivido aquí un año, tenía entrada irrestricta a Australia por tener aquí al resto de su familia, y era difícil para las autoridades australianas, dada la legislación vigente entonces, rechazarme como emigrante. De modo que el primer planteo de dejar el Uruguay también vino por el lado de la oportunidad (o del destino, si preferís). Vivir juntos en aquella situación era casi imposible, la única manera era emigrar, y no había mucho más que pensar por ese lado.
Por último (o para empezar, no sé bien) la dictadura. Un ambiente insoportable tanto como docente o como estudiante, como ciudadano o como joven. Reglas y límites para cada cosa (el pelo por encima del cuello de la camisa, el bigote por encima de la comisura de los labios, la patilla por encima del lóbulo de la oreja, en fin, había que vivir con un metro). Cosas que hoy parecen intangibles, eran molestias reales.” (Comunicación electrónica).
Finalmente, quisiera rescatar un par de aspectos peculiares de la emigración a Australia de aquellos años. El sistema de recepción de inmigrantes implementado por el gobierno australiano, jugó un importante rol vinculante, entre connacionales, claro. Muchas de las actividades sociales que ayudaron a sostener un sentimiento de comunidad entre los migrantes tuvieron origen en la vida colectiva de los hostels. Incluso la concentración de migrantes en determinadas zonas de la ciudad de Sydney se relaciona con esa estrategia de llegada. Aun aquellos que no participaron directa y activamente en redes asociativas, permanecieron más o menos próximos. Un informante (retornado y ahora reemigrado) relataba que en Sydney, el barrio de Fairfield llegó a conocerse como “el barrio de los uruguayos” (curiosa forma de apropiación por vía de la nominación de la geografía del país de destino). Siguiendo la pista de esta representación identitaria, obtuve la siguiente “corrección” de un emigrado que aun permanece en Australia:
En cuanto al barrio de los uruguayos, me parece que alguien exagera. Sucede que mucha gente vino aquí "asistida" por el gobierno (…). El alojamiento eran "hostels", complejos de edificios antes utilizados por las fuerzas armadas y readaptados para recibir a los inmigrantes, y uno de esos "hostels" estaba en la zona de Villawood y otro en la de East Hills. Fairfield está entre esos dos puntos, de modo que mucha gente se asentó, al salir del "hostel", en las inmediaciones porque era el barrio que mejor conocían.” (Comunicación electrónica).
En esta peculiar vivencia migratoria, se conjuga otra característica del flujo migratorio hacia Australia: la emigración de unidades familiares jóvenes, muchas de ellas con hijos pequeños, lo que señala la pauta de decisiones de emigración relativamente permanentes, según Petruccelli (1977: 15-16). Al respecto señala Némesis Moreno en “La trayectoria artística de la colonia uruguaya en Australia” (parte de Tres décadas…):
Todas las familias que vivieron en “Hosteles” comenzaron a agruparse con el fin de llenar ese vacío enorme que les producía aquel alejamiento o pérdida de sus raíces primarias…” (op. cit.: 50).
Y la misma autora, luego:
Todo un espíritu “rioplatense-oriental” nace en los “Hosteles”, se extiende a los hogares y termina desarrollándose en la comunidad. Gracias damos a todos los que pusieron su más mínimo terroncito de arena para que hoy la comunidad uruguaya no sea una dispersa masa de personas, sino una comunidad que posee su lugar y jerarquía en la gran comunidad étnica australiana.” (op. cit.: 51).

La etnografía en proceso: rumbos futuros.

Para concluir, quiero justificar la vinculación  hecha entre el empuje emigratorio de los ’70 y el actual. En particular para el caso que aquí nos ocupa, es posible observar cómo unas redes de reracionamiento entre los migrantes y sus vínculos en el país de origen realimentan una especie de “cultura migratoria”. Avanzando ya en el trabajo de campo, constato varias reemigraciones y emigraciones primarias hacia Australia. ¿Quiénes reemigran? Quienes a su retorno dejaron parte de su familia u otros vínculos sociales estrechos. ¿Quiénes emigran por primera vez, cuando las políticas de inmigración australiana no son tan ventajosas como hace treinta años? En su mayoría, quienes tienen en Australia lazos –especialmente de parentesco- que “patrocinan” su traslado e inserción. De aquí, la necesidad de insistir en el papel de las redes en la emigración. En lo que resta de trabajo etnográfico, las estrategias se desplazarán hacia “un uso fuerte del concepto de red” (Ramella, 1995), que contribuirá a dimensionar más justamente el peso de los mitos políticos de la identidad uruguaya entre los sujetos en situación de migración trasnacional, y, sobre todo, hará posible un encuentro con la heterogeneidad.
En la medida en que progresa el trabajo de campo, las conjeturas interpretativas siguen reordenando narraciones. Por el momento, no es mucho lo que se puede arriesgar.

Agradecimiento.
Quiero agradecer especialmente a todos los uruguayos que una vez emigraron a Australia y que hoy, desde allá o aquí, se atreven a contar, a decir, a compartir sus interpretaciones conmigo.-

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Fuente: Tres décadas de la emigración uruguaya en Australia: Folladosa, Rodríguez, Moreno, Aroche, Centurión, Avero, Bielli (s/d, edición auspiciada por SLASA y apoyada por el Ministry of Arts y el Club Uruguayo de Sydney).-