En homenaje a Joaquín Torres García
El Patrimonio uruguayo estuvo de fiesta en dos jornadas
Por Juan Morena Gelabert
El sábado 18 y el domingo 19 se celebró el "Día del Patrimonio" (vaya contradicción sí pensamos que se efectuó en dos jornadas), este año en homenaje a Joaquín Torres García. Este periodista recorrió, el sábado, el punto neurálgico del "Día del Patrimonio", yendo a la Ciudad Vieja, el barrio histórico por excelencia.
El sábado 18 de septiembre, a las 15 y 28, me encaminé a la Ciudad Vieja. Allí la vereda empedrada convive con la calle de asfalto, las casas de próceres con sucursales de bancos nacionales e internacionales, con comercios minoristas y mayoristas e instituciones públicas.
A las cuatro de la tarde, por el acceso a la ciudad de Montevideo, se podía ver a lo lejos la Torre de Antel, símbolo de la Aguada para bien o para mal. La cola para entrar al edificio estatal era grande como en otras construcciones del estado; un ejemplo de ello fue el Banco Central con la exposición de obras en el museo Numismático.
La Ciudad Vieja, entretanto, se encontraba repleta de uruguayos y algunos extranjeros. Las calles estrechas, que en otros tiempos albergaron a coches tirado por caballos, no dieron a vasto con el tránsito propio de esa jornada cultural. Las bocinas de los vehículos y los apuros de los transeúntes, como en un mar tecnicolor, inundaron el barrio histórico.

La Plaza Zabala, un de los lugares más bellos de Montevideo, se encontraba lleno de madres, de padres, de abuelos, de niños que aprovechaban la tardecita para comer algo o para dormir, aunque muchos de las personas que visitaron la plaza veían con ojos atentos el espectáculo que distintas instituciones realizaron para el placer de los presentes. También, en la circunvalación de la Plaza Zabala, se podía apreciar distintos autos clásicos, deportivos y de carreras de la mitad del siglo XX en adelante; Volkswagen y Jaguar eran algunos de las marcas de vehículos.
Si bien el día era propicio para pasear al aire libre, las casas de distintos próceres, ahora museos, y algunas instituciones privadas fueron elegidos por muchos para recorrer sus instalaciones. Se destacó la Casa de Rivera, de Lavalleja y de Garibaldi.
Los visitantes que llegaron a la Casa de Rivera (emplazada en la calle Rincón), primer presidente de la República, serían recibidos por un guardia de seguridad que controlaba el grupo de personas que podían entrar o no a la casa del líder colorado. Sin desmedro del trabajo del funcionario, que fue eficiente y buena, tal vez hubiera sido mejor que una guía o un guía turístico recibiera al público porque, después de todo, se trata de un museo.
A pesar de los objetos y obras pictóricas que se podía ver como por ejemplo el óleo sobre Artigas dictando a su secretario José S. Monterroso, del artista Pedro Blanes Viale, o una copia de la Declaratoria de la Independencia de la Banda Oriental del Río de la Plata, los visitantes se encontraron con la mala noticia de que la planta alta de la Casa de Rivera se encontraba cerrada por un desprendimiento de la estructura.
La calle Zabala, mientras tanto, contaba con la residencia de Juan Antonio Lavalleja. La casa de dos plantas, como todas las construcciones más distinguidas de aquella época, tenía un gran patio de baldosa gris, destacándose la "Sala del Gaucho", habitación del casa de Lavalleja que hoy en día sirve para albergar distintos elementos que componen al habitante natural de nuestro campo.
Y, por la calle 25 de Mayo uno se pudo encontrar con la casa de un italiano del mundo, Giuseppe Garibaldi; europeo que habiéndose marchado de su país natal (y que fuera un personaje importante en la unificación del país italiano) llegó primero a Brasil y luego a Uruguay. La residencia de este ilustre ciudadano contaba con distintos retratos suyos y de Anita Garibaldi (que tiene su monumento en la plazoleta comprendida en las intersecciones de las calles de Julio Herrera y Reissig, Gonzalo Ramírez y 21 de Septiembre), esposa del mencionado prócer de la unificación de Italia.
Cabe destacar que las residencias de Lavalleja y de Garibaldi no se encuentran abiertas al público durante el año.
La jornada del sábado del Día del Patrimonio, en contraste con la del domingo, gris y triste, fue histórica por las distintas actividades al aire libre y por el mar de gente que rodeó, por ejemplo, la peatonal Sarandí al finalizar la tarde impidiendo, casi, el libre tránsito de los que se congregaron alrededor de esa zona de Montevideo.
Esperamos ansiosos el Día del Patrimonio de 2005.