En los tiempos que corren se ven las cosas mas increíbles; en el nuevo siglo se continúan y profundizan las barbaridades del anterior. Desgraciadamente hace unos doscientos años, alguien tuvo la malísima idea de educar a las mujeres, craso error. “Si seguimos transitando este camino, en poco tiempo van a pretender votar”, se quejaba el senador Zorrilla de San Martín, ante la ridícula propuesta del lunático José Pedro Varela. Afortunadamente para el senador-poeta reaccionario, no llegó a presenciar la aprobación del voto femenino, que se produjo diez años después de su muerte.
A partir de entonces, las representantes del irónicamente llamado “sexo débil” han invadido, y desvirtuado uno a uno los ámbitos del quehacer humano naturalmente reservados a los hombres. Pero últimamente la situación ha llegado al ridículo. Las mujeres uruguayas tienen el increíble desparpajo de creer que pueden abortar sin que la ira del creador se descargue sobre ellas.
¿De donde habrán sacado la ridícula ocurrencia de que son dueñas de sus propios cuerpos y que pueden hacer con ellos lo que su conciencia y su alma les dicten?Es hora de que alguien les indique con claridad su papel en la creación, que les diga que están aquí sólo como envase, como “receptáculo biológico-reproductivo”, y como motor de escoba, por supuesto.
Pero por suerte tenemos al gran estadista que dirige los destinos de los uruguayos, al presidente de presidentes, que nos mantiene a salvo de tales excesos. Él vetará cualquier intento de los atrevidos legisladores de pasar una ley que consagre los derechos de las mujeres a decidir por sí mismas acerca de su cuerpo, su vida, su familia, y la gestación de sus hijos.
Ya lo vimos hace algunas semanas, cuando los legisladores uruguayos, tomando el ejemplo de sus colegas Juan Ferreira y Manuel Flores, asumieron el papel de cuzquitos que para ellos prevé la constitución, y pusieron el asunto en la congeladora con la esperanza que luego del próximo evento realmente importante, como un partido de Peñarol y Nacional, quede en el olvido; evitando así cualquier indeseable interferencia con las sagradas elecciones que renueven |
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Juan y Manuel antes de poner el asunto que tienen entre manos en la congeladora
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sus contratos de uso de silla y país. Mientras tanto, muchas mujeres mueren.
Además Batlle cuenta para su veto con el apoyo del Gran Maestro, el Presidente del Imperio norteño, esa nación que hace un tiempo cometió el error de promulgar una ley por el estilo, pero ya está tomando medidas tendientes a la pronta corrección del lapsus.
Obviamente esos pobres hombres fueron desviados del buen camino por satánicas mujeres que los tentaron con inenarrables placeres de la carne, tales como la fornicación desenfrenada (puajjjjjjjjjjj) y el estofado con tallarines.
Pero la sabiduría popular norteamericana ha vuelto las cosas a su sitio, ha entregado las riendas de su país a un hombre que sabe como eliminar esos brotes de malignidad de raíz. Y da prueba de ello diariamente, matando gente en masa (gran masa) en los lugares más recónditos del planeta. Así mantiene en su lugar a los atrevidos que osen pensar en determinar sus destinos. Parafraseando a los grandes maestros de la filosofía política, Les Luthiers; “¡el que piensa pierde!”
De hecho hace dos semanas un imperdonable problema tecnológico desperdició la oportunidad de eliminar de un solo golpe a un millón de estas intolerables revoltosas que se reunieron a molestar frente al Capitolio (¡habrase visto!). Al parecer la lluvia de esa tarde mojó la mecha y malogró la explosión que, obviamente, se atribuiría al mítico Al Quaeda.
Y no desesperen amigos australianos, el Primer Ministro faldero con que afortunadamente contamos, no tardará en obedecer las órdenes de su amo (otra vez); y recobrar la rectitud moral que nunca debió abandonar las cangurezcas tierras.
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