Año II - Nº 95 - Uruguay, 10 de setiembre del 2004
  1 Campaa Mundial Seguridad en la Red
 
- Nosotros creemos que la salud debe estar vinculada a las realidades locales
- Historias del Oratorio
- Orto y sus dos cabezas
- La Frontera: Territorio común para la delincuencia
- ¿Creer o no creer?
- Educación y Democracia: Las claves de Uruguay en estado de tolerancia
- Paradoja
- Militares golpistas y tupamaros

- Descreimiento, conformismo
y otras corruptelas...

- Teatro Solís, Símbolo de Montevideo, "Nuevamente a Escena"
- Los asados, los amigos y las trampas
- Deportivísimo
- Anécdotas Bancarias: Fin de año
- Noticias de España
- Así Somos: El Teatro Solís
- Sin solución al conflicto de la familia Borgogno
- Hurgando en la Web: Arquitecturas Historicistas
- Chairando Ideas: Los ejemplos son masivos...
- El atardecer y los pájaros
- Preocupante solicitud de ayuda
- Bitácora Política
- Bitácora Uruguaya
- Información Ciudadana
- La Cocina Uruguaya
- Rincón de Sentimientos
- El Interior también existe
- Olvidémonos de las Pálidas
- Las Locuras de El Marinero
- Cartas de Lectores

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Mil cosas han sucedido durante toda una vida de trabajo. Sucesos jocosos, de irresponsabilidadtonterías, en fin, aconteceres que palpitan sentimientos y actitudes.
En una anécdota nos toca ser héroe, y en la historia siguiente somos infractores, representamos la inocencia y al instante conformamos el personaje que ha transgredido disposiciones superiores.
El anecdotario debe ser así, no con ánimo de sobresalir, sino con ánimo de ser sincero. Las cosas sucedieron y así las contamos. Aquí van mis historias, muy sencillamente narradas, en las que me tocó intervenir en todo el espectro de actitudes.
Los personajes que en ellas intervienen son reales, a veces son nombrados pero muchas veces he preferido dejarlas en el anonimato o con nombres supuestos, totalmente seguro de que al leerlas, cada uno de ellos verá y comprobará la sinceridad de mis narraciones.

FIN DE AÑO

Se me complicó justo al final, porque si bien es cierto durante la tarde la cosa fue difícil lo pude sobrellevar bastante bien. El asunto fue, mientras desempeñaba mi turno en el Aeropuerto aquel último día del año. En todas las oficinas había ambiente de fiesta y sobre todo en las Agencias de Vuelos, nacionales e internacionales. Los muchachos estaban contentos en demasía. El whisky corría y las invitaciones sobraban.
- Vení Ruben, vamos a brindar.
- Es que yo quiero, pero no puedo, aducía no muy convencido y con muchos deseos de acceder a las invitaciones. La insistencia no tardó y… uno no es de hierro. Debo aclarar que no soy afecto a la bebida, y si se da la situación de beber, más bien soy un flojo. Sin duda, me pesaba la responsabilidad y con mucho cuidado fui racionando los brindis... Lo curioso fue que el placer de brindar se me mezclaba con el deber, y muy a pesar mío no podía librarme de mis obligaciones. El alcohol hacía sus efectos y mi concepción personal hacía los otros:- me dio por hacer balances, de tal manera que hacía un brindis y corría a la caja y hacía un balance. Claro, en un día de esos el movimiento de pasajeros en el Aeropuerto es casi nulo. Eso me favorecía y me venía bien. Un whisky y un balance. Llegó la noche, hora de cierre y había hecho muchos balances y tomado varios amarillos. Entre los vahos, yo sabía que tenía mi caja ajustada.
Eran las diez de la noche y debía volver a casa a recibir el año nuevo con los míos. Habiendo guardado correctamente el dinero en la Caja Fuerte de la Base Aérea,- puesto base de la Agencia Aeropuerto, ya tranquilo pero muy pasado, enfilé hacia casa en mi coche. Y acá está el drama de mi anécdota. No podía manejar porque se me nublaba la vista,...miraba hacia el frente y un solo vehículo que viniera en sentido contrario me hacía ver que venían diez, sus luces se me presentaban a todo lo ancho de la calzada. Se me venían encima...entonces frenaba al costado, esperando que pasaran. Era uno solo.
Arrancaba de nuevo y enseguida otra vez. !Qué espantoso!. Era consciente de que yo no estaba bien pero también era consciente de lo que estaba haciendo. Manejaba al paso del hombre... tenía que llegar... me estaban esperando... pero tenía miedo. Manejando junto a la banquina el viaje se me hizo eterno. Un trayecto que normalmente me demoraba diez minutos, esa noche me insumió una hora... tan despacio venía. Yo no podía controlarme, pero el auto venía controlado, a cinco kilómetros por hora.
Siempre me arrepentí de haber procedido así, juro que jamás volvió a suceder. Sí, me acuerdo que llegué justito cuando con los brazos en alto prontos para el brindis, mis hijos y mi señora me gritaron FELIZ AÑO NUEVO. Después, no recuerdo más nada.