Año II - Nº 95 - Uruguay, 10 de setiembre del 2004
  1 Campaa Mundial Seguridad en la Red
 
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Historias del Oratorio
por Néstor Rocha

BARRIO MARTIRENA DEL ORATORIO 

Benjamín Sierra y Sierra en su libro APUNTES PARA LA GEOGRAFÍA DE ROCHA editado después del mil ochocientos sesenta detalla aspectos del paraje El Oratorio y dice “Don Juan Faustino Correa que a principios de este siglo (se refiere al siglo 19) poseía todo un señorío, en esta campaña, constituyó en la  región de los bañados, un verdadero Castillo Feudal. En esa heredad (de que solo quedan ruinas) existían cementerio, oratorio o iglesia, etc. Y, lo que al principio sirvió de nombre a la inmensa Estancia (casi 100.000 hectáreas hoy se ha reducido a una pequeña localidad.”

Casco de la Estancia el Oratorio
 

Precisamente en este paraje existió un pequeño poblado llamado Barrio Martirena  que albergó a unas treinta familias. El origen de su nombre se debe al apellido de las primeras familias que la conformaron, es decir Martirena. Los fundadores compraron un campo de poca extensión, lo dividieron en pequeños predios o chacras y de esta forma nació esta población. Los hombres mayoritariamente trabajaban  en las estancias aledañas, mientras que las mujeres se dedicaban a las labores domésticas, lavar y planchar como lo dice una expresión popular  “para la casa”  y “para afuera” además se ocupaban de atender el predio rural como cultivar la quinta  cosechar, criar, cuidar animales y aves.

Aún se recuerdan los nombres de los fundadores, como los hermanos Florencio –principal fundador de la casa Martirena-, Dionisio y Epifanía Martirena y aseguran que son descendientes de vascos. Otros apellidos integraron la vecindad del Barrio Martirena como ser González, Techera, Rocha, Zalayeta entre otros  y todos los que se  afincaron, nacieron, crecieron convivieron con hermandad. Con el impulso de los vecinos del Oratorio se logró la instalación de una Escuela en el lugar en momentos de grandes pobrezas materiales y entendieron que era necesario cultivar los dones del saber, y la primera Maestra del centro educativo fue “Tití” Amaral de Cardozo.

Este paraje de Rocha tuvo su actividad comercial y tuvieron almacenes de ramos generales Bernardino “Bernucho” Velásquez, Martiniano De León, José Rocha propietario del comercio “El Peso Justo”, Artigas y Américo Rocha. La diversión y la timba no estuvieron ausente en esta comunidad, en el juego de cartas se destacaba “el purrete”, las carreras de caballos y la taba eran en los campos de Orgís Rocha donde se apostaba fuerte.

Las familias pobres supieron del espíritu generoso de don Isaac Ferreira recibiendo alimentos, prendas de vestir y abrigos. Las fiestas y los bailes en casas de familias estuvieron presentes asiduamente involucrando a toda la vecindad y si algo faltaba para que continuara la diversión tres o cuatro vecinos tomaban la iniciativa de ir a buscar lo que faltara.

Cementerio del Oratorio

La última partera o “mamá cigüeña” fue doña Elongina Martirena mientras que Catalina Guerrero curaba a los enfermos de empacho, mal de ojos entre otras afecciones. El cementerio del Oratorio sirvió de santuario para muchos vecinos del Barrio Martirena para recordar a sus difuntos prendiendo velas por sus almas y eterno descanso.                                        

EL GRINGO DEL ORATORIO

“Un país, geográfica y no políticamente considerado, es una constelación de paisajes y los paisajes están humanizados por el trabajo de los paisanos, que son sus habitantes y constructores a un tiempo...” Daniel Vidart de la revista NUESTRA TIERRA – TIPOS HUMANOS DEL CAMPO Y LA CIUDAD. A fines de la primera guerra mundial arribaron a nuestro país una cantidad importante de habitantes de los países involucrados en esta contienda, y esta corriente inmigratoria incorporó nuevos matices a la población uruguaya de alto contenido europeo, entre ellos el personaje de esta historia: Julio Morasqui.

Aparentemente Morasqui no perteneció al grupo de los mercachifles o turcos, aquellos comerciantes ambulantes que deambulaban por la campaña uruguaya vendiendo diversas mercancías. Se presume que era ciudadano alemán y se radicó durante mucho tiempo, hasta su muerte, en el paraje El Oratorio en las cercanías del Barrio Martirena en los campos de Juan Martínez; este predio rural pasó a ser después propiedad de Pasiano Méndez.

En esos campos de sierras importantes y todo monte se dedicó al cultivo de árboles frutales donde predominaban los duraznos, tangerinas y otras frutas, además quinta de hortalizas. Su vivienda era un rancho quinchado de paja y para su mantenimiento construyó un pequeño bañado de pajas muy próximo a su morada y se le conocía como la Quinta del Alemán. A las frutas y la producción de la huerta cuando le iban a comprar los vecinos nunca les puso precio quedando a voluntad de los adquirentes. Aún hoy se encuentran ejemplares en esa quinta de frutas y muchos vecinos se llevaron para plantar  injertos, acodos y ramas de esos frutales.

Morasqui se distinguía por sus cabellos rubios y ojos celestes, de complexión gruesa. Vivió solo siempre y fue una persona hermética sobre su pasado, nunca se le oyó decir absolutamente nada y no le gustaba que le dijeran gringo pero sí Don Julio. Fue un aficionado a las carreras de caballos, o sea las pencas y la pista de carreras era en el propio campo donde él estaba asentado; tuvo su parejero y casi siempre terminaba último en la corrida, no le importaba perder porque disfrutaba competir.

Culminada la carrera volvía al galope a su rancho y encerraba el parejero. Era una persona muy enamorada y bailarín, cuanto baile hubiera en los parajes del Oratorio, Barrio Martirena o en sus proximidades allí estaba presente con su guitarra y hasta cantaba serenatas. Fue una persona muy sociable y querida en la zona, un día notaron su ausencia y extrañados concurrieron a su vivienda, lo encontraron muerto y lo sepultaron en el Cementerio de Castillos.

LA TRAGEDIA DEL ORATORIO

Puerta de ingreso al casco El Oratorio
 

Santana Olivera arribó a estos pagos en una fecha imprecisa y  tampoco se supo de donde provenía y esto fue  en el siglo pasado, deambuló por diversos establecimientos rurales de la región  y generalmente “paraba” en lo de Ramón Rocha, esta familia conocían la personalidad, la forma de ser de Santana, era especial, de “muy pocas pulgas” y su oficio fue el de contrabandista  de cargueros o quileros.

Santana Olivera se caracterizó por ser una persona “diabla” y como testimonio de ello lució una cicatriz en el rostro a consecuencia de una pelea con otra persona, con  un negro viejo apodado “El Chajá”  de apellido Gallo que había sido militar. En esta reyerta Santana lo atacaba ciegamente y el Chajá diestro en el manejo del cuchillo le dijo: “no te voy a matar pero te voy a dejar una marca para que lo recuerdes toda la vida”, y le estampó un tajo en la cara que lo exhibió como un sello personal hasta el día de su muerte.

Cuentan los vecinos del Oratorio que un día de la década del 1950 en la casa de Ramón Rocha a la hora del almuerzo dio muerte de una puñalada a otro vecino del pago, un peón rural del establecimiento de Antonio Perla. En la familia de Ramón Rocha había mujeres y la presencia de la víctima, Felicio Techera apodado “Felisiño” ó “El Negro” despertó los celos de Santana,  éste arteramente le dio una brutal puñalada con un cuchillo  afilado como una navaja,  lo dejó muerto en el acto. Santana en esa ocasión era una persona mayor conocido como el “Asesino” y no le gustaba que llegaran hombres cuando estaban las hijas de Ramón Rocha. Muchos vecinos del Oratorio afirman que el homicida se consideraba “el abuelo” de las hijas de quien ocasionalmente le daba hospedaje.

Se dio la voz de alarma apresuradamente al vecindario y a la policía. El asesino tomó rumbo a la Escuela del Oratorio, donde trabajaba una de las hijas de Ramón en las tareas de la cocina y limpieza. Era la hora del almuerzo, y todos los que estaban en el centro escolar tomaron inmediatamente conocimiento del trágico acontecimiento y vieron avanzar a Santana con un poncho de paño colgado del cuello y con el cuchillo de grande dimensiones en la mano; hay quiénes afirman que le afectó un estado de locura y quería matar a todos los que estaban en la escuela.

Los niños iban rumbo al comedor a almorzar y ante la situación de que se aproximaba el asesino la Maestra Directora “Potota” Mecías  huyó por el camino con los treinta y dos alumnos del centro escolar y buscó refugio en la casa de Pedro  “Perico” Alzaga. El asesino al encontrar la Escuela vacía se fue rumbo a unos árboles de coronilla en las inmediaciones del centro educativo, actualmente este predio rural pertenece a Simón Saralegui, de acuerdo a la historia oral del vecindario del Oratorio,  Santana se pegó un tiro y se degolló o viceversa porque no se sabe cuál fue el primer acto para suicidarse.

Cuando llegó la policía lo único que apreciaban del cuerpo eran las piernas entre el follaje de las coronillas y la autoridad policial daba la orden de entregarse porque desconocían que se había suicidado– según relatos- lo hacían  temblorosamente porque sabían lo diabólico que era el homicida. Uno de los integrantes de la patrulla policial al ver la inmovilidad del cuerpo se armó de coraje y se aproximó, vio la dantesca escena. Los cuerpos de la víctima y del asesino lo trasladaron en un mismo vehículo a Castillos, por mucho tiempo flotó en al ambiente escolar y en el vecindario una sensación de miedo por todo lo que había ocurrido.

NÉSTOR ROCHA DIFUNDIDO EN EL PROGRAMA DE CASA AMBIENTAL PUNTO  AZUL QUE SE EMITE LOS DÍAS SÁBADOS POR ESTEÑA FM 103.1 DE 9 Y 45 A 11 HORAS AM