Año II - Nº 92 - Uruguay, 20 de agosto del 2004
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LA DECISIÓN DE VÁZQUEZ DE HABER DEBATIDO CUANDO LO CREYÓ CONVENIENTE Y NEGARSE A HACERLO CUANDO NO LE SIRVE, AFECTA DIRECTAMENTE EL DERECHO DE OTROS.

El debate
por Javier García


A esta altura debería alguien preguntarle a Tabaré Vázquez el porqué de su negativa a debatir. Ha puesto, sistemáticamente, excusas, sin que nadie le reclame por la falta grave en que incurre. Previamente a las elecciones internas fue el Dr. Lacalle quien lo invitó a participar en uno y su respuesta fue que tanto él como el nacionalista sólo eran precandidatos de sus respectivos partidos, y que luego de la interna cabría la instancia, cuando las colectividades hubieran definido su liderazgo.

Ha llegado el momento. No sólo ya se recorrió el camino de la elección de las candidaturas, sino que aún es más fácil el trámite en la medida que sólo dos partidos pueden alcanzar la presidencia de la República. Tener el máximo respeto por la situación del coloradismo no inhibe de reconocer realidades, y éstas dicen que objetivamente el 1o. de marzo del próximo año la presidencia la asume Larrañaga o Vázquez. Si esto es así, y así claramente es, ¿tiene uno de ellos derecho a ocultar su pensamiento?

Desde su instauración como medio apto para profundizar las ideas y para contraponerlas, que es la única manera de conocer lo consistente de las mismas, los debates se han constituido en una de las herramientas fundamentales en la definición electoral de una parte de la ciudadanía.

En Uruguay, en la campaña de 1989, el Dr. Batlle, en ese entonces candidato colorado, recurrió a una especie de maratón enfrentando ponencias con todos. El era el número puesto y frente a él desfilaron todos los otros candidatos de los demás partidos. En la campaña de 1994 los mismos se redujeron, si la memoria no falla, a dos: uno que contrapuso al Dr. Sanguinetti con Vázquez y otro a éste último con el Dr. Ramírez. Dos años más tarde hubo uno sobre la reforma de la Constitución entre los Dres. Volonté y el líder encuentrista. En la campaña electoral de 1999 no hubo forma que el Dr. Vázquez accediera a debatir.

Si lo anterior se graficara veríamos como de una intensa agenda de debates se llega hasta la extinción de los mismos. Se dirá que la actividad periodística suple, mediante entrevistas a los candidatos y la cobertura de sus actividades, esta carencia, y no es así. Sostener esto es un profundo error. Todas esas herramientas son buenas pero ninguna sustituye al debate.

El político cuando accede a las responsabilidades de gobierno debe ejercer una actitud de liderazgo en dos sentidos. Por un lado exponiendo sus actos a la ciudadanía, y para eso no hay otra forma que hacerlo mediante la comunicación periodística, y por otra ejerciendo el debate de ideas con aquellos otros políticos que ejercen la oposición. Esta práctica de superación intelectual es esencial en la democracia. Cuando sucede esto se le da elementos a las personas para que formen su opinión, y con ello ejerzan un derecho. Lo primero, el enunciado de ideas, sin lo segundo, su defensa, no alcanza. Y lo segundo en el ejercicio del gobierno, es el equivalente al debate en la campaña electoral.

La decisión de Vázquez de haber debatido cuando lo creyó conveniente y negarse a hacerlo cuando no le sirve tiene un límite, que es aquel que existe cuando se afecta el derecho de otros. Los debates no son para los políticos, son para la gente.

El presidente del Directorio del Partido Nacional y a su vez candidato blanco ha invitado al presidente del Encuentro Progresista y también candidato de esa fuerza a debatir. Uno de ellos será presidente, ¿es un tema importante para los uruguayos que debatan con honestidad sus ideas? ¿Puede negarse Vázquez a hacerlo? ¿Cuáles son las definiciones que se ocultan y que en un debate pueden aflorar?

Si el Dr. Vázquez no accede está afectando un derecho del ciudadano y quien desconoce uno, deja dudas sobre su respeto a los restantes.