FINALMENTE
OCURRIO |
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Por Roberto Bogorja
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El del largo nombre triunfó y festejó. Para quienes creían que era imposible, para los otros que decían "los partidos tradicionales van a buscar jugarretas para que no ganen", también para aquellos que decían "si ganan estos, va a haber otro golpe", para los que dijeron "si ganan se nos vienen los comunistas y nos sacan todo", para aquellos que creen que solo por medio de la violencia se llega y disienten con la democracia, para todos los de ese folclórico dicho y entre dicho, finalmente en elecciones libres, en el libre juego de la democracia, bajo una Constitución no del todo aceptada, gano la izquierda y no pasó nada más que el reconocimiento y los festejos correspondientes.
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Nuevamente el pueblo acudió a las urnas, se manifestó y voto a favor de sus preferencias, una mayoría lo hizo a favor de Vázquez, y ganó. Claro, se puede decir que por un ajustado margen y que el triunfo en sí se lo debe a aquellos uruguayos que viajaron desde el exterior para votarlo. No gano con un 55 o 56 % como algunas encuestadoras aseguraban. Quizás los márgenes de error, las técnicas empleadas o su partidirzación los indujo al error. Ganó con un 1%, que es menor a los uruguayos que lo vinieron a votar, pero ganó.
Cuatro cosas se desprenden de este trascendental acto.
Primero y sin caer en lugares comunes, los uruguayos seguimos dando cátedra de ser un pueblo con un arraigado civismo y una fuerte creencia en las instituciones que hemos formado. Fundamentalmente por que en circunstancias aún adversas a quienes las dirigen, las instituciones funcionaron y los hombres las acataron.
En segundo término, el Frente Amplio y sus agregados, Encuentro Progresista y ahora Nueva Mayoría, ha demostrado que ha cumplido con la maduración exigida por el uruguayo. Demostró que está en condiciones de no sólo luchar una elección con vehemencia, sino con coherencia, con la ponderación necesaria como para poder encarar un gobierno. Más de treinta años, y cerca de quince ocupando la principal intendencia, le han convertido en un partido tan tradicional como los otros.
Tercero. Los uruguayos votaron para darle una oportunidad a ese partido, en parte por esa maduración, pero en gran parte por el hastío de soportar una crisis económica y social como nunca antes se había visto. Y de la cual el actual gobierno no supo amparar a los más débiles, sino que por el contrario cobijó a los más fuertes en desmedro de los más pobres y fundamentalmente de la enorme clase media que era el equilibrio del sistema.
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Cuarto y por fin cuarto. Los uruguayos mostramos nuevamente que no nos interesan los extremos, pues el gran ganador fue la renovación y con ella la mesura. Una gran mayoría se volcó a favor de un Frente Amplio desplazado desde la izquierda extrema (aquella predecesora del FIDEL, de los comunistas, troskistas, y otros istas revolucionarios, a la que luego se le sumó el Movimiento Tupamaro y otros grupos armados), hacia una izquierda muy ladeada hacia el centro, buscando ese centro y queriéndose comparar más con un socialismo moderno o europeo. Pero hubo otra gran mayoría que renovó las estructuras y con ella a gran parte de la dirigencia de un viejo partido, el de la nación. Los blancos dieron otra vez pauta de ser el partido de las libertades y de los derechos de la gente (aquellos "defensores de las leyes"), honrando a sus ancestros desde Saravia, a Roxlo, de Leandro Gómez a Martín C. Martinez, de Oribe a Fernández Crespo, y por supuesto a aquel gran hombre que fue Wilson Ferreira Aldunate. Renovó sus autoridades, viró hacia esa posición que siempre lo debió caracterizar, de centro.
Estas son sólo algunas primarias reflexiones que me han surgido, las que luego iremos completando en una serie de notas en donde iremos analizando el desarrollo político y las diversas causas de estos resultados.
Finalmente esperemos que estos nuevos (en sus cargos) dirigentes no defrauden a ese pueblo que los llevo al triunfo.