AlQaida como netocracia
Por David de Ugarte
Se acaba de publicar en España "AlQaeda", detallada y documentada investigación del periodista inglés Jason Burke sobre la red armada islamista. Pocas veces la abundancia de datos, unos conocidos, otros menos, resulta tan esclarecedora: la yihad islamista se configuró desde los tiempos de la guerra afgana como una red organizada según las reglas de la plurarquía, AlQaida es una parte de su netocracia. Los objetivos de la lucha antiterrorista han de redefinirse para la guerra de red, la netwar.
El primer atentado contra las torres gemelas tuvo lugar en 1993, ideado por dos "independientes": Ramzi Ahmed Yusef, pakistaní de 25 años y Jaled Sheij Muhammad, saudí. Escribe Burke:
Se puede ver claramente cómo estos dos hombres consiguieron reunir una y otra vez a los individuos que necesitaban para un ataque terrorista sin que estuviesen afiliados en ninguna de las etapas a ningún individuo u organización. Tanto Sheij Muhammed como Razi Yusef estaban decididos a sembrar el caos en Occidente. Para eso necesitaban gente, dinero, conocimientos técnicos y equipo. Ambos disponían, o si no consiguieron enseguida, los contactos, el dinamismo y la experiencia para poder encontrar esos recursos. Eran los dos "centros operativos". Como el organizador de fiestas profesional (...) recurrieron a su agenda de direcciones, llenas de números recogidos durante el periodo de la yihad [afgana] o en los campamentos de instrucción o por sus relaciones familiares o tribales para reunir lo que necesitaban.
Ramzi sirve de ejemplo a Burke para hacer un modelo general de la red islamista, AlQaida incluída:
Ramzi era un inividuo sumamente motivado que, como cualquier combatiente político de éxito, es capaz de unir una serie de apoyos, activistas y especialistas diferentes en diferentes momentos para llevar a cabo proyectos diferentes. Buscar una línea de mando o una fuente de recursos única es interpretar de forma completamente errónea el carácter de lo que Ramzi y miles de hombres estaban haciendo entonces y están haciendo ahora.
El islamismo como enredadera
La tesis de Burke sobre la naturaleza de AlQaida ajusta como un guante en el modelo general que, dando como ejemplos la red española y el movimiento ciberpunk, trazábamos en estos primeros apuntes de verano. Burke y su detallado análisis prueba una de las tesis centrales de 11M: redes para ganar una guerra: el islamismo armado no se parece al viejo terrorismo más que marginalmente, como sólo marginalmente se parecen las redes y las viejas organizaciones jerárquicas. AlQaida y el movimiento más amplio del que forma parte, es una enredadera, no un árbol. Como escribíamos en esta bitácora hace poco:
Las redes que llamamos de enredadera, o bien nacen de un pacto entre iguales que se reconocen como tales, o bien articulan una relación que en nigún caso es de dependencia (...) Lo que define a una red enredadera es como dicen Alexander Bard y Jan Söderqvist que "todo actor individual decide sobre sí mismo, pero carece de la capacidad y de la oportunidad para decidir sobre cualquiera de los demás actores". En este sentido toda red es una red de iguales.
En un sistema así la toma de decisiones no es binaria. No es "si" o "no". Es "en mayor o menor medida". Alguien propone y se suma quien quiere. La dimensión de la acción dependerá de las simpatías y grado de acuerdo que suscite la propuesta. Este sistema se llama plurarquía y según los mismos autores "hace imposible manterner la noción fundamental de democracia, donde la mayoría decide sobre la minoría cuando se producen diferencias de opinión". Aunque la mayoría no sólo no simpatizara sino que se manifestara en contra, no podría evitar su realización.
Con un sistema así es comprensible por qué en las redes no existe "dirección" en el sentido tradicional, pero también por qué inevitablemente surgen en su interior grupos cuyo principal objetivo es dar fluidez al funcionamiento y los flujos de la red. Son grupos especializados en proponer acciones de conjunto y facilitarlas. No suelen estar orientados hacia fuera sino hacia el interior, aunque inevitablemente acaben siendo tomados, desde fuera, por la representación del conjunto de la red o cuando menos como la materialización de la identidad que les define. Estos grupos son los netócratas de cada red, sus líderes en el sentido estricto, pues no pueden tomar decisiones pero juegan con su trayectoria, prestigio e identificación con los valores que aglutinan la red, a la hora de proponer acciones comunes.
Es claro que AlQaida es una parte de la netocracia islamista, la élite de prestigio de una red amplísima tanto geográfica como socialmente que no se articula como una pirámide de mando, sino sobre una enredadera de agendas, contactos y complicidades. Como en cualquier red, el verdadero capital no es otro que la confianza derivada y surgida de la identidad. El islamismo radical contemporáneo es -parafraseando la definición de la red académica que hacía Juan Urrutia- la suma de biografías y conversación.
Dentro de esa red, AlQaida, la organización formal, es un grupo pequeño, una minoría propositora cuyo objetivo es influir en los miembros y através de ellos en el mundo. Alrededor de este núcleo se articulan una agenda de contactos con otros líderes de la red amplia y, con el tiempo, una telaraña más o menos amplia de activistas y simpatizantes en cuya identidad las tesis del núcleo han hecho mella. Gente que sigue los textos y amplifica los mensajes nacidos del nodo teórico, a la que se puede convocar y que suele participar en las acciones concretas que el núcleo propone a la red general. La arquitectura de cualquier netocracia en cualquier campo y a cualquier escala, como escribe Burk:
Esta división tripartita en un "núcleo", una red de redes y un movimiento más amplio de simpatizantes militantes con objetivos más o menos coincidentes, se repite una y otra vez, en los ámbitos nacional, regional internacional, cuando examinamos la posición de Bin Laden en el movimiento más amplio de la militacia islámica moderna.
Construyendo confianza con acciones
Burke argumenta con razón y conocimiento el carácter de shahada, de profesión de fé, que tiene el sacrificio de la vida del suicida en el atentado. Incorporando su propia muerte a los objetivos de la acción, presentándose frente a la comunidad musulmana como "mártires", los terroristas en realidad proponen con su ejemplo un camino estratégico para la red. La propia muerte sirve de enfático argumento. El objetivo de los atentados nunca es tanto conseguir un resultado inmediato, como mantener el camino de la yihad abierto y señalar la ruta a los demás. Shahid, la palabra con que los terroristas suicidas se designan a si mismos no quiere decir sólo "martir caído en el combate" sino también "testigo". El tiempo en el que viven es el tiempo de las redes, tremendamente inmediato y trascendente al mismo tiempo. Inmediato porque vive rápido, trascendente porque no cabe esperar resultado de la propia acción que no sea mediado por la red. La acción más que el argumento es el construye la identidad frente a otros y en la comunidad de los muyahidim.
El 11S y AlQaida
Burke insiste una y otra vez en que Bin Laden y AlQaida no son más que una parte, durante mucho tiempo ni siquiera especialmente destacada, de esa red más amplia. Lleva razón. Sin embargo la polémica con el tratamiento que desde las agencias de información y los medios dan a la red yihadista, presentándola como un cuerpo coherente y jerarquizado, hace perder a Burke parte del significado estratégico del 11S.
Antes del 11S el movimiento islamista armado se desarrolla fundamentalmente en el terreno nacional. Siquiera entienda ya la yihad como esa "guerra cósmica" de la que habla Burke, la realidad era la de una serie de grupos locales, minoritarios y en marginalización. Su enemigo material eran los viejos y corruptos regímenes del nacionalismo árabe laico, verdaderos zombies políticos tras la caída del Muro de Berlín... y aún así no parecían tener ninguna oportunidad real de victoria. En todo el mundo árabe tan sólo Sudán pasa a un régimen islámico (1991)... y es mediante un golpe militar, no por una insurrección popular o la extensión de la guerra de guerrillas. Cuando Sudán -posiblemente con participación del propio Bin Laden- intente exportar a Egipto su revolución, intentando asesinar al presidente Moubarak en 1994, el resultado será contraproducente y acabará forzando la salida del país del núcleo de AlQaida (1996).
El yihadismo queda como una telaraña en descomposición, unidos sus nodos todavía por unos mitos comunes y una red de solidaridad y socorro generósamente nutridas por las fortunas wahabíes del Golfo. La inteligencia de este proceso es la que llevó al conocido islamólogo Gilles Kepel a entonar el RIP del islamismo en el 2001... No era el único, Bin Laden también se había dado cuenta de que la yihad estaba perdiéndose en un mar de frentes dispersos y locales. O cambiaba la escala o el sueño de un ejercito muyahidin internacional y reticular, se diluiría, a falta de un nuevo Afganistán, como grillos en la mañana.
Así, desde el primer atentado "con firma AlQaida" en Yemen en 1992, las acciones patrocinadas, impulsadas o diseñadas por el núcleo y ejecutadas por la red de simpatizantes, se orientarán hacia esa ampliación del campo de batalla en un crescendo que acabará el 11 de septiembre de 2001 con el atentado suicida contra las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono.
Como escribe Burke sobre la respuesta americana (bombardeo con misiles) al atentado contra su embajada en Kenia:
Bin Laden consideró los ataques una confirmación de que su polémica decisión de atacar a Estados Unidos antes que a los gobernantes hipócritas que estaban en el poder en Oriente Próximo era la correcta. Para los activistas islámicos de todo el mundo, los atentados demostraban que Bin Laden no era, como habían creído muchos, sólo un joven rico diletante y fanfarrón que vivía seguro en Afganistán liejos de la dura lucha contra el aparrato de seguridad del estado en Arabia Saudí, Egipto, Jordania o Argelia. Para los asppirantes a activistas de todo el mundo islámico, Bin Laden, del que muchos no habían oido hablar antes, se convirtió en el foco de sus ambiciones.
Las consecuencias del 11S
El 11S multiplica la escala de Nairobí hasta el punto de cambiar el panorama del yihadismo completamente. Es el comienzo del gran triunfo de AlQaida. En primer lugar cambia la definición política y geográfica del campo de batalla dramáticamente. A partir de entonces, los muyahidines ya no luchan contra regímenes locales, luchan contra Occidente enfrentandose a su imperio directamente, en su propio terreno, a los "cruzados y los judíos". En el nuevo marco, cuando los islamistas describan su lucha, los regímenes laicos árabes ya no aparecerán como actores del mundo islámico, sino como apéndices de "los cruzados", como zipayos desprovistos de legitimidad. En un sólo golpe AlQaida ganó la guerra simbólica para todos los activistas, grupitos y bandas terroristas locales en descomposición, dotando de proyección global y creíble a la identidad que los teóricos afganis (Laden, Azzam, Zawahiri...) llevaban años proponiendo en la red como base para una redefinición de la yihad tras la guerra contra los soviéticos.
En segundo lugar, las invasiones norteamericanas de Afganistán y sobre todo Iraq, representan una oportunidad única de replicar el fenómeno muyahidim de la guerra contra los soviéticos y multiplicar sus efectos en una nueva generación. Como escribía en mayo de 2004 el analista Gassan Sharbil en Al-Hayat y traducía Amaya del Amo en La Yihad vista por los árabes, comentando la posición de Bin Laden en Iraq:
La ocupación americana de Iraq proporciona una inestimable oportunidad para transformar un conflicto de baja intensidad en una guerra total, que aspire a cambiar conjuntamente Iraq y la región. El pais del Éufrates y el Tigris, que nada en petróleo, proporciona por su situación, su composición y su extensión una oportunidad de difusión que no han dado las montañas de Afganistan.
Por esto, el mensaje [de Bin Laden sobre la situación en Iraq] llama a avivar el fuego iraquí y a los jóvenes musulmanes al reclutamiento. Los combatientes de Al-Qaeda ya no necesitan vagar y acechar para fijar el objetivo americano y su encuentro casual. Los americanos tienen aquí un ejército, cuarteles, convoys, cárceles y abusos. La oportunidad del choque es factible y el escenario de las operaciones suicidas está abierto.
Iraq es el escenario y el programa de Osama Bin Laden se amplia. Por eso intenta repetir el anterior experimento, a pesar de las diferencias, y cambiar los papeles. Apuesta a que el incendio iraquí se caracterice por una capacidad de atracción semejante a la que adquirió la yihad afgana contra los soviéticos. Lo que implicaría que el escenario de los choques polarizase a los jóvenes de diferentes paises y nacionalidades. Y lo ve como una oportunidad de involucrarles, asegurar su lealtad y reenviar a los que sobrevivan a otros incendios, tal vez en sus propios paises de origen. Busca una guerra larga, no sólo debilitar al ejército de ocupación y desgastar a la potencia hegemónica (...). Hundir a las fuerzas americanas en una larga guerra reaviva la indignación árabe: ganar el espíritu del musulman es el objetivo.
Conclusiones: jugando el juego de AlQaida
Desde el punto de vista de un entorno pluriárquico AlQaida ya ha vencido: ha reorientado estratégicamente a su red amplia (los grupos, militantes, simpatizantes y donantes del yihadismo) hacia una nueva identidad de acuerdo con sus postulados internacionalistas. Ha dinamizado la red llevándola hasta un grado de conocimiento público en el mundo islámico impensable a finales de los noventa. Y sobre todo ha conseguido que el mundo occidental, con Estados Unidos a la cabeza, juegue su juego con las reglas que le son más propicias y en su terreno. Aunque AlQaida fuera eliminada "quirúrgicamente" hoy mismo (EEUU asegura haber capturado o muerto a dos terceras partes de sus cuadros), el movimiento yihadista es más fuerte que nunca. No sólo militarmente, sino en el imaginario, en la identidad musulmana. Ese es el verdadero campo de batalla. Y la causa de que AlQaida vaya, a día de hoy, ganando la guerra que emprendió hace ahora diez años.
AlQaida es un triste ejemplo del poder de las redes, de la operatividad de la plurarquía y de la potencia de una pequeña netocracia cuando hace buen análisis estratégico y dispone de fondos suficientes para respaldar acciones clave. La forma de organización es su principal ventaja tecnológica, ¿cuando dejarán de invertirse fortunas en una ciberguerra imaginaria que no ha existido hasta ahora para dar el salto hacia una nueva concepción del conflicto que vivimos y que sin duda nos seguirá azotando en los próximos años? ¿Cuantos muertos más tendrán que alfombrar Europa para que nos demos cuenta de que a las redes se les gana con redes, que el campo de batalla no son los arenales de Iraq sino "los espíritus de los musulmanes"?