Semblanza del General Liber Seregni
por Germán Queirolo Tarino
¿Se puede homenajear al General Liber Seregni
de forma "apolítica"?
¿Puede hacerse desde el aséptico compromiso de no meterme en la política de los turbulentos años en los que le tocó desempeñarse al frente de una fuerza política largamente ideada, pero de reciente concreción gracias en buena medida al esfuerzo de este hombre que hoy nos dejó?
No sé si se puede.
Pero vale la pena hacer el intento.
El General Seregni ha dejado de pertenecer a una fuerza política para transformarse en un icono de todos los uruguayos.
En los años 70, su mensaje fue de esperanza. "Hermano, no te vayas.." rezaba por entonces un corto spot publicitario que aún recuerdo.
En medio de un Uruguay polarizado, ese General de origen batllista, puesto al frente de un cúmulo de partidos pequeños y políticos desarraigados, simbolizaba para unos, la posibilidad de un cambio, para otros, la figura más visible de un conglomerado político integrado entre otros por los comunistas y mirado con simpatía por los tupamaros. Glorificado por unos, demonizado por otros, su breve carrera política terminó en la cárcel.
Algunos de sus antagonistas de entonces valoraron esa prisión como la demostración de valentía y coherencia de un político extraño, que desechó las ofertas recibidas en el sentido de partir hacia el exilio negándose a hacer uso del generoso asilo político que varios países le ofrecieron durante un breve interregno de libertad durante el año 1976.
El General Seregni pudo haber sido presidente de facto, pero prefirió renunciar a la tentación de llevar adelante su proyecto de país por fuera de los cánones democráticos que son parte de nuestro patrimonio más querido.
También, junto con un grupo de militares demócratas, frenó una tentativa de golpe de estado, prolegómeno de la traición infame que vendría años después, generando un incidente por el cual debió recibir las disculpas del Presidente del Consejo Nacional de Gobierno de la época, quien se había negado a estrechar su
mano, tal vez utilizando ese desplante público, como represalia por la defensa realizada por el General, de las Instituciones amenazadas.
Debió ser represor de los trabajadores en el transcurso de las militarizaciones decretadas por el Poder Ejecutivo de entonces, y lo hizo más allá de que esta acción estuviera en desacuerdo con sus propias convicciones.
Como militar, debía obediencia a la máxima autoridad de las Fuerzas Armadas, ejercida entonces por Dn. Jorge Pacheco Areco. Otro camino hubiera sido un acto de insubordinación tan condenable como lo fueran aquellos cometidos el 9 de febrero del 73 por quienes a la larga se adueñarían del gobierno de la república.
Expresó su disidencia con la postura del Poder Ejecutivo, solicitando el pase a retiro junto con el General Santiago Pomoli, padre del actual Comandante en Jefe del Ejército de la República.
Detenido luego del golpe de estado en diversas dependencias militares, fue trasladado posteriormente a la Cárcel Central, donde junto con otros militares que habían optado por adherirse al Frente Amplio estuvo preso hasta prácticamente la caída de la dictadura.
Propició los acuerdos del Club Naval, que posibilitaron una transición negociada hacia un gobierno democrático, otorgando concediendo en esos acuerdos su ausencia de la candidatura a la Presidencia de la República en representación de su fuerza política, la que concurrió a las urnas con el Dr. J.J. Crotogini como candidato a presidente y José D'Elia como candidato a vice.
Salió de la cárcel con un discurso pacificador, cuando bien pudo haber sembrado la discordia y fomentado fuertes turbulencias sociales a los efectos de apurar una salida, que si bien podría haber dejado las manos más sueltas a los gobernantes de la democracia entrante por ejemplo con respecto a las proscripciones y las investigaciones sobre las violaciones a los DDHH, seguramente no hubiera estado exenta de cadáveres.
Buscando consensos y acuerdos para llevar adelante un proyecto de país donde la democracia estuviera garantizada y no corriera peligros innecesarios. En la búsqueda de la estabilidad democrática, no dudó en sacrificar su propia posibilidad de llegar al gobierno.
Manifestó en diversas oportunidades, discrepancias con muchos de sus compañeros frenteamplistas, ya que su visión de la política, le alejaba muchas veces de los criterios radicalmente opositores de algunos integrantes del Frente Amplio. Esas discrepancias de forma y fondo, le llevaron a renunciar a la presidencia del Frente cuando consideró que su permanencia en el cargo no tenía objeto, dando un paso al costado y cediendo espacios a la renovación.
Como Wilson Ferreira, el General Seregni está más allá de sus errores.
Su visión abarcaba mucho más allá del horizonte puntual al que generalmente apuntamos y en ese sentido, muchos no lo supimos comprender. Los que en décadas anteriores habían sido sus acérrimos enemigos, ahora vertían sobre él conceptos elogiosos y muchos de los que estaban a su lado, sobre todo a nivel de las masas, lo miraban con desconfianza, en muchos casos casi como a un infiltrado.
Pero el General no había cambiado. Era el país el que ahora se desenvolvía en otras realidades, y a esas realidades, Seregni se había ajustado con su particular óptica concertadora, negociadora.
Este militar devenido a político, tomó la política como un acto de servicio y sirvió a su pueblo con heroísmo abnegación y sobre todo con desinterés.
Aceptó la cárcel y la incomprensión de amigos y enemigos manteniendo hasta el último de sus días la coherencia entre su acción y su pensamiento. Se ganó el respeto de sus amigos y de sus adversarios.
Logro incluso el respeto de quienes una vez fueron sus carceleros.
Recientemente se publicó un libro con las cartas que el General escribía a su esposa desde la prisión escrito por la periodista Blanca Rodríguez.
Entrevistada en El Espectador, Lilí confesó que muchas de esas cartas, eran tanto para ella como para los militares que debían leerlas a los efectos de permitir o no su llegada a manos de la destinataria. El General Seregni, a través de esas cartas, intentaba dar formación a los militares que lo tenían prisionero.
A ese punto llegaba su vocación de servir a su país.
El mensaje que nos lega, habla de que la democracia es el supremo bien que nos cobija.
Nos cuenta que la peor de las democracias es mejor que la mejor de las dictaduras.
Aunque uno mismo deba renunciar a sus aspiraciones.
Aunque se deba dejar el prestigio, la libertad y hasta la vida para que sea otro quien gobierne en el nombre de todos.
General, espero que hayamos aprendido esta lección y no la olvidemos nunca.
Ayer, 31 de Julio de 2004, nos ha dejado un grande.
Todos los orientales hemos quedado un poco huérfanos.
Salinas, 1° de Agosto de 2004