| LAS PUERTAS CERRADAS |
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Por Helena Arce
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Me he largado a escribir con el alma enferma por lo ocurrido en Paraguay, pero intentando ver más allá.
Este siglo XXI, a quienes tenemos más de cuarenta años nos pareció siempre tan lejano, y de pronto nos invadió, sin darnos cuenta nos alcanzó y lo hizo con una agresividad que nos aturde.
Seamos justos, ya desde los fines del siglo pasado cada día se nos hace más común escuchar el estallido de bombas, baja de civiles, bombas humanas, coches bombas, etc.etc. Sin embargo es el pan de todos los días en este siglo XXI, todos los días recibimos el comunicado de una tragedia, en este caso un accidente terrible. Pero el común denominador en todas ellas es la muerte, la muerte de personas que simplemente pasaban por allí, o habían cometido el delito de vivir en las inmediaciones, personas que no estaban en el problema, únicamente hacían uso del diario vivir. El peligro es que nos estamos acostumbrando a ello, a tenerlo cerca, a convivir con ello.
El otro día fui al Teatro del Notariado a ver H. de P., recomiendo que todos los chicos vayan a verlo, y aquellos adultos que estén dispuestos a mirarse con una mirada autocrítica.
Pues cuando uno sale realmente impactado, de ver la obra, puede sufrir de un intento de culpar a los jóvenes por el mundo en que viven, y olvidarse de analizar el rol que hemos jugado en este mundo que les dejamos. El alcohol, la droga, el sida y todas las pestes que caen sobre la libertad de vivir la vida.
Imagino que quien esté leyendo dirá, pero que ensalada está haciendo esta mujer, que de un accidente espantoso como el de Paraguay, se nos fue al problema de la droga y el Sida. Claro, como somos "facilistas" y "cortoplacistas", habrá más de uno que pensará: Seguramente cree que los dueños del supermercado que no dejaron abrir las puertas, mientras la gente se calcinaba, estarían drogados.
NO, no creo que estuviesen drogados con una sustancia química, pero sin embargo creo que si lo estaban, con la droga que aqueja al mundo actual la ambición. Ambición que nos fascina y que nos ha llevado a olvidarnos de la importancia de la vida de los demás. Hemos perdido la óptica de los demás como personas en si mismas, que nada importa lo que tengamos que hacer si a cambio no solo le salvamos la vida a una persona, si le evitamos el riesgo de pasar por el peligro de perderla Seguramente no evaluaron lo que sucedía, seguramente pensaron que lo controlarían fácilmente, y que era más lo que perdían si abrían las puertas. Y por ello crearon una catástrofe. Lo triste es que a lo largo y ancho del mundo , más personas en la misma situación hubiesen hecho lo mismo, pues para desgracia para todos, hemos aprendido a evaluar costos cuando se habla de vidas humanas.
Hoy leía una noticia que en un supermercado de nuestro país, el Geant precisamente, un bombero denunció que hubo un principio de incendio y la orden fue la misma, cierren las puertas, que nadie se vaya sin pagar. Por suerte el incendio era en horas en que no había público y fue controlado fácilmente.
Y esto y la Estación de Atocha, y las Torres Gemelas y las Bombas Humanas, y los asesinatos seleccionados de líderes palestinos y los adolescentes rompiendo vidrios y las favelas brasileñas y la guerra de Irak y la de Afganistán y la violencia doméstica y y y.......... a mi me suena todo lo mismo.
No soy antisemita, ni chauvinista, ni izquierdita, ni derechista, ni antiimperialista, ni ningún "ista" en el que estén pensando. Soy solo una mujer, como dice Laura Canoura en una soberbia canción, soy solo una mujer, decía, terriblemente impactada por este mundo que entre todos estamos destruyendo, un mundo en el que debemos vivir, y tenemos la obligación de dejarle a nuestros hijos. Y ya, nuestros hijos, son habitantes de este mundo enfermo en el que nos toca vivir. Pobre mundo, el enfermo en realidad no es él, somos nosotros. Porque el mundo, somos los seres que lo habitamos.
Enfermos estamos, si terriblemente enfermos, donde todos sin excepción hemos perdido nuestra condición de seres humanos, pues hemos perdido la óptica de la vida, de la vida del otro. Hablamos de derechos, de hábitat, de desarrollo, de desempleo, de producción, de tecnología, pero nos olvidamos que nada de ello tiene sentido si no fuese por los seres humanos, el fin de todo ello es el ser humano. .
Tenemos que sobrevivir y en alas de ello, necesitamos conservar lo que nos permite hacerlo, como sea y a costa de quien sea. Esa es la filosofía, barata, pobre filosofía, que impulsa hoy en día la realidad. .
Hace algún tiempo me pasaron un texto atribuido a Bill Gates, no se si será dicho por él o no, pero lo haya dicho quien lo haya dicho, me impresionó una frase: "No te burles de los Nerds pues seguramente mañana serán tus jefes". Y sin embargo quienes hemos propiciado este mundo, crecimos sabiendo que no había que burlarse de los demás, pues a los demás les dolía esa burla y a nosotros nos hacía mal como personas disfrutar con el dolor ajeno.
¿Es acaso el problema de un sistema político, o de un país en particular? Los economistas hablan de los sistemas corporativos y yo agrego que no es solo un problema de sistemas económicos, el sistema corporativo ha invadido toda la vida diaria, y ya no importa quienes forman esa corporación, la corporación en si misma es la que vale. Vivimos un mundo donde se ha perdido de vista al hombre como el fin mismo de todo lo demás, donde únicamente quienes están cerca de los círculos de poder, los que dirigen la corporación, obtienen una vida fácil y estos círculos de poder se observan en el primer mundo y en el tercero, en las economías capitalistas, socialistas o mixtas, en las democracias y en las dictaduras, en las repúblicas y en las monarquías, entre los religiosos y los ateos, desde los gobiernos hasta los barrios, desde los deportes a los círculos literarios. La que vale es la corporación en si misma, no quienes la integran, si por ella hay que sacrificar a cualquiera, eso es correcto, poco importa si es o no integrante de la corporación, poco importa lo que haya hecho en la vida, poco importa si fue bueno o malo, poco importa si lo apreciamos o no, poco importa el y su vida, poco importa lo que el sienta, poco importa si existen otros seres para quienes sea imprescindible, poco importa si muere o lo condenamos a una muerte en vida, poco importa, poco importa...,... . .
Nos hemos vuelto facilistas y cortoplacistas, la vida es esta y hay que vivirla hoy y ya, todo lo tengo que obtener ya. El máximo beneficio, con el menor esfuerzo, hoy y ahora.
Y sin embargo sigo pensando y sintiendo que el tirar abajo las hipocresías y las barreras que llevaban a la gente a sufrir lo que fuera en alas de esperar el beneficio de la vida eterna, fue saludable, tampoco era sano vivir en la mentira..
El gran desastre es que hemos confundido el fin con los medios. Hemos aprendido a medir la existencia en base a costos, los sentimientos en base a costos. Manejamos la posibilidad de salvar vidas, en base al rendimiento de lo que hará falta destinar para ello.
Sabemos que los recursos son escasos, hay que administrarlos para que alcancen, pero se nos ha ido la mano y hemos convertido eso en el eje de todo lo demás. .
Tal vez vaya siendo hora, que empecemos a cuestionarnos si este mundo que hemos creado, merece la pena ser vivido. Porque llegará un día en que la bomba explote, las puertas queden cerradas y la trampa atrape a alguien que amamos, o a nosotros mismos. Y el que tiró la bomba, el que cerró las puertas, el que atrapó con la trampa simplemente estaba defendiendo su causa, la que el entendía justa. Simplemente olvidó que cualquiera sea la causa: defender una religión, un país, una nación o simplemente sus intereses económicos, no sirve de nada si ello no se incluye a todos los seres humanos como fin último.
Vimos transformar un mundo que de despreciar el lucro, se transformó en un buscador de lucro con excelencia. Se me ocurre que llegó la hora de encontrar el camino del equilibrio, el que nos permita la armonía necesaria que haga interesante seguir viviendo. Un día leí un análisis de un economista de este país, que incluso conozco fue compañero mío, donde analizaba .la incidencia de los costos en los actos médicos de alto riesgo. El entendía que de nada servía el gasto si las persona era anciano, que seguramente la misma persona preferiría dejarle el dinero necesario en ese gasto para que lo usaran sus deudos, que debía racionalizarse esos gastos, salió publicado en el diario. Y me enfurecí, claro yo acababa de enterrar a mi padre,. quien a pesar de ser operado en las mejores condiciones, no sobrevivió. Y yo me revelé y pensé si esa operación sirvió para que yo tuviese a mi padre un minuto más, bien gastado estaba, si esa operación le ahorró un segundo de sufrimiento bien gastado estaba, pero claro era mi padre. Posiblemente si fuese el padre de Claudio, el hubiese pensado igual.
Tal vez vaya siendo hora que entendamos que hay instancias que no admiten cálculos, y entonces en ese momento, ante la sola perspectiva de peligrar una vida humana, todas las puertas se abran.