EL MARXISMO Y LA ORTODOXIA TOTALITARIA |
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Por Ricardo Ayestarán
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Mucho se ha hablado, y aún se habla, sobre el hecho de que el marxismo es apenas una visión teórica del mundo compatible con la democracia, y que todos los horrores cometidos por las dictaduras comunistas, así como su estrepitoso fracaso, ha sido fruto de una aplicación defectuosa de las tesis del pensador alemán. En el brevísimo espacio de esta nota, pretendemos esbozar algunos argumentos que demuestran lo contrario: que el marxismo fue, y lamentablemente todavía es en algunos países, la base doctrinaria y teórica que ha permitido erigir estados totalitarios, inhumanos y subdesarrollados.
1.- ¿QUÉ ES EL MARXISMO?
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Karl Marx
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Sintéticamente el marxismo es una teoría del desarrollo de la historia. Una explicación del desarrollo de las sociedades en el tiempo. De cómo y porqué se producen los cambios históricos. Para ello Marx concibió el materialismo histórico, ideación que plantea a la sociedad en dos niveles: la Infraestructura material que constituye el modo de producción de los bienes materiales y la Superestructura, que abarca el plano de los fenómenos culturales, ideológicos, jurídicos, etc. Entre esos dos niveles existe una relación causa – efecto: lo económico determina el resto de la vida social. La economía guía la marcha de la historia.
Las transformaciones ocurridas en el modo de producción han provocado cambios globales en la historia. Marx plantea cuatro grandes períodos de la historia europea: esclavismo, feudalismo, capitalismo y prevé un cuarto el socialismo. Las diferencias entre ellos radican esencialmente en la forma de producción de la riqueza. Estas etapas históricas no son fijas ni estáticas sino que son dinámicas, y por tanto atraviesan períodos de nacimiento, crecimiento, desarrollo, agotamiento y muerte. Según Marx, así como murió el feudalismo habrá de morir el capitalismo. El modo de pasaje de un período histórico a otro (de un modo de producción a otro según la terminología marxista), se da por la lucha que se libra en el área de la producción de bienes materiales, donde las clases sociales se enfrentan defendiendo su interés particular.
La lucha de clases determina la prevalencia de una sobre las demás, y ella impone un modo de producción que salvaguarda sus intereses.
Así, la nobleza señorial estableció el modo de producción feudal, que a su vez determinó ese período de la historia que fue la edad media. La clase burguesa industrial se corresponde con el capitalismo y el proletariado habría de imponer el modo de producción socialista. La preeminencia de una clase provoca la subordinación de la otra, esta última lucha por liberarse de la opresión y logrado el poder acaba con el modo de producción que la había explotado y sienta las bases del modo sustitutivo.
La lucha de clases es, por tanto, el motor de la historia, el gran generador de revoluciones y cambios históricos.
Cuando Marx desarrolló su teoría el mundo se encontraba en una etapa en la cuál la clase burguesa industrial ya había luchado y dominado a la clase hegemónica del período feudal y se había adueñado de los medios de producción imponiendo el modo de producción capitalista. Este cambio significativo traería aparejado, junto con el desarrollo tecnológico e industrial y la concentración fabril, la semilla de la destrucción de la burguesía y el capitalismo: el proletariado.
Una de las claves del análisis marxista se basa en que la historia del capitalismo será la historia del enfrentamiento entre la burguesía y el proletariado. La primera clase defiende su interés en conservar la propiedad de los medios de producción, obligando a la segunda a trabajar el mayor tiempo al menor costo posible. A su vez el proletariado intentará acabar con el capitalismo expropiando a la burguesía y socializando los medios de producción.
Un par de apuntes finales de esta apretada y poco académica síntesis sobre la teoría marxista.
De acuerdo a Marx la transición de un modo de producción a otro tiene lugar cuando el primero alcanza el límite de su desarrollo y comienza su declinación. La sustitución que configuran los procesos revolucionarios ocurre luego del agotamiento del modo de producción sustituido, no antes. Por ello Marx avizoraba que la revolución socialista llegaría primero a aquellos países donde el capitalismo hubieses obtenido el mayor nivel de desarrollo. A mediados del siglo XIX decir eso era nombrar a Inglaterra.
Pero además el pensador alemán sostenía que este proceso de desenvolvimiento de la historia estaba basado en leyes inexorables que se cumplirían científicamente. Y este punto tuvo derivaciones políticas de enorme relevancia para la historia de la humanidad y para el debate ideológico entre marxistas y liberales a lo largo y a lo ancho de todo el siglo XX.
2.- BREVE VISION CRÍTICA DEL MARXISMO
Como vimos, Marx elaboró una visión mecanicista del desarrollo de la historia. Basada en leyes inexorables que deberían cumplirse científicamente, esta visión hace subsidiario que el hombre se libere de sus cadenas sociales; lo sustancial estriba en la dilucidación de las leyes que rigen la historia y consecuentemente en la evolución que ellas supondrán hacia nuevas formas de organización social.
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León Trotsky
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Para el marxismo el hombre no es un hacedor de su propia historia, sino un mero partícipe del movimiento que las estructuras productivas realizan en el tiempo, sobre la base de leyes históricas inexorables.
En este esquema conceptual el hombre es un mero objeto de las leyes económicas. No solo carece de libre albedrío respecto a sí mismo, por hallarse condicionado por las leyes de la historia, sino que además se halla imposibilitado de alterar el curso predeterminado de los acontecimientos históricos.
El socialismo no constituye una meta a perseguir, sino que es el objetivo ineluctable al que conducen las leyes históricas descubiertas por Marx “científicamente”.
Esto explica que ni Lenin ni Stalin fueron desviacionistas, sino marxistas ortodoxos. Toda la barbarie que ha sido capaz de engendrar el socialismo real es consecuencia de la teoría marxista.
Incluyendo la erección de un estado totalitario y antihumanista.
Si la realización del socialismo colectivista es lo que indican las leyes históricas para que la humanidad avance científicamente, poco importa que el costo suponga miles de campesinos muertos como sucedió en la colectivización forzosa estalinista. Y justifica el terrorismo de estado que deliberadamente implantó Lenin como instrumento político de elección para contener huelguistas, disidentes y minorías étnicas molestas.
Un terrorismo de estado que Lenin justificó en múltiples documentos como un instrumento legítimo en tanto coadyuvara con los fines superiores de la revolución. Esa visión ética teleológica de Lenin donde el fin justifica los medios, es el complemento perfecto a la teoría del predeterminismo científico de Marx. De esa manera la dialéctica marxista justifica políticamente a los tanques soviéticos aplastando a los patriotas húngaros, marchitando la primavera de Praga o despedazando musulmanes de Afganistán.
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Josef Stalin
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En la construcción teórica marxista, la economía mundial debe evolucionar hacia el socialismo, las leyes “científicas” de Marx así lo corroboran. En consecuencia todo aquel valor que obstaculice dicha evolución -como la democracia, los sindicatos independientes o la autodeterminación de los pueblos- debe ser visto como un remanente burgués de épocas científicamente superadas.
En aras de la realización del socialismo, cualquier método resulta procedente. Como expresara Engels cuando Estados Unidos intervino militarmente en México: “las débiles naciones deben sentirse agradecidas a aquellos imperios que las integran al proceso universal”. Parece curiosa esta legitimación de las tropelías yanquis por Hispanoamérica por parte del coautor del manifiesto comunista. Sin embargo es coherente con la tesis de Marx que sostiene que los atrasados países del tercer mundo deben pasar por la etapa del capitalismo como paso previo e ineludible para llegar al socialismo. Ese determinismo histórico explica también porque Marx saludó la colonización inglesa de la India como el método más eficaz para desarrollar el capitalismo y crear las condiciones para el socialismo.
Hoy es fácil observar el error.
Pero siempre estuvo presente y es difícil de entender como en la década del ’60 en pleno siglo XX, miles de intelectuales y pensadores de fuste no les rompía los ojos semejante evidencia.
Nunca, en ningún caso, ninguno de los países que integraron el famoso socialismo real cumplió con las leyes “científicas” de la historia descritas por Marx.
El error de Marx es absoluto: 100% de los casos. Ninguno de los países del “socialismo real” pasó por las etapas de nacimiento, desarrollo, apogeo y decadencia del modo de producción capitalista.
La enorme mayoría, empezando por la propia Unión Soviética, saltó del feudalismo o de un bisoño e incipiente capitalismo al “socialismo”. Muchos otros países se hicieron socialistas como resultado directo del botín de guerra dividido en Yalta y Postdam después del la II Guerra, o por acción directa o indirecta de la política exterior del Kremlin durante la Guerra Fría.
Pero sobre todo ninguno de los países capitalistas más avanzados, que de acuerdo a las leyes marxistas deberían ser los primeros en volverse socialistas, sufrió dicha transformación.
Antes bien siguen siendo cada vez más capitalistas.
Esta es la doble prueba de que el determinismo histórico marxista ha sido un rotundo y demoledor fracaso.
Un error.
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Lenin
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Pero ese error -el marxismo- es el padre legítimo de los horrores que vinieron después: leninismo, estalinismo, trotskismo, maoísmo, castrismo y mesianismos de todo tipo y procedencia.
Un error -un horror- de cien millones de muertos.
Porque al arrogarse la condición de ciencia, y al mismo tiempo declararse dogmática y paradojalmente infalible, el marxismo facultó a aquellos que obraron en su nombre para realizar cualquier empresa.
Al confundir la ciencia con la verdad revelada, el marxismo cometió el mismo pecado que pretendió combatir en las religiones.
Porque quién cree poseer la verdad, sea por inducción o por revelación, naturalmente se siente políticamente legitimado para regir los destinos de la humanidad y no dar cuenta de sus yerros. Dicha legitimidad depende de la indiscutibilidad del marxismo como verdad revelada.
De ahí que la metodología utilizada para imponer su supuesta verdad científica histórica, haya sido la misma que la usada por el capitalismo: a sangre y fuego.
Montevideo, julio de 2004