Año II - Nº 85 - Uruguay, 02 de julio del 2004
  1 Campaa Mundial Seguridad en la Red
 
- El marxismo y la ortodoxia totalitaria
- Alegrías... Alegrías... ¿de qué?
- El manotón del ahogado
- Con acento australiano
- ¿Pero cómo?... ¿Había que pagar?
- Aecio "Coco" Barboza
- Cambios y decisión popular, primera visión de las internas
- Emergencia social en Chuy

- Un nuevo escenario en el camino a octubre

- Festejó sus 50 años el Liceo de Chuy
- ¿Y vamos a vincularnos con esto?
- Anécdotas Bancarias - Espera con complicaciones
- El racismo en Miami
- Así Somos
- Ecos de la Semana
- Chairando Ideas
- Hurgando en la web
- ¿Tiene futuro la prensa?
- Primer Concurso Literario
- Carta abierta - Adolfitos de izquierda
- Bitácora Política
- Información Ciudadana
- La Cocina Uruguaya
- Rincón de Sentimientos
- El Interior también existe
- Olvidémonos de las Pálidas
- Las Locuras de El Marinero
- Correo de Lectores

1 Campaa Mundial Seguridad en la Red

 

¿Tiene futuro la prensa?

Por Juan José R. Calaza

La Voz de Galicia (11/05/04, 07.23 horas)

Al calor de la difusión de las Tecnologías de la Información y Comunicación ha germinado un debate sobre el futuro de la prensa generalista que trasciende los ámbitos de la profesión.

Pero, quizás por la dificultad técnica que entraña la conceptualización solvente de la información, existe en la calle una notable confusión al respecto, entre otras razones porque la característica profesional del editor de prensa no es, como a veces se cree, imprimir periódicos sino organizar una redacción.

Analíticamente la información se asimila a un bien colectivo (o público) caracterizado por dos principios, que, dicho sea de paso, se expresan con sendos horribles barbarismos: no-rivalidad del consumo y no-exclusión.

Sirva como referencia que un faro situado en la costa es un bien colectivo puro --se puede consumir la luz del faro sin que el consumo por un barco reduzca la cantidad de luz que puede consumir otro barco que también pasa por allí (principio de no-rivalidad), al tiempo que, si el faro funciona, el Estado no puede excluir a ningún barco de su consumo ni tampoco un barco a otro barco (principio de no-exclusión)--.
Y dado que la información comparte estas características de los bienes públicos hay quien ha llegado a aventurar que las salas de redacción están condenadas a desaparecer pues Internet suministra sobradamente los inputs informativos.

Gran error: la información aun teniendo las características intrínsecas de los bienes colectivos presenta un carácter estratégico que influye en su valor.

Si el principio de no-exclusión estipula que no se puede impedir a un individuo consumir la información disponible en la red, el principio de no-rivalidad impone, por su parte, que una información pueda ser consumida por un lector cualquiera sin que se destruya, como sucedería con una manzana.

Ello implica que cabe reutilizar la misma información sin que pierda su valor, e independientemente del uso que le dé el agente que la procese, verbigracia, siete personas pueden leer el mismo ejemplar impreso de La Voz o cincuenta mil consultar simultáneamente su página en la red sin que en ninguno de ambos casos la información se volatilice.

Ahora bien, aquí se impone una consideración crucial: la no-rivalidad de consumo de ciertas informaciones es discutible pues las que tienen un carácter «estratégico» son susceptibles de devaluarse a medida que el número de individuos que las reciben, que las consumen, aumenta.

En consecuencia, quien posea información estratégica no la soltará públicamente si está capacitado para negociarla. De ahí que sólo empresas editoras dotadas de capacidad financiera y tradición organizativa muy rodada puedan acceder a la información estratégica, o semiestratégica, que no se encuentra en la red (comprándola a agencias o a redactores especializados) al tiempo que la procesan y transforman en compacta y clara con el fin de hacérsela asimilable al lector.

Esto es ni más ni menos el trabajo de los profesionales de la prensa hoy y lo será mañana: cualquiera tiene acceso en tiempo real a los resultados de los partidos de fútbol pero sólo encontrará un análisis razonado de los mismos gracias a la información estratégica que posee el redactor (su cultura profesional), y que verterá en el periódico.

En mi opinión si bien el soporte actual en papel desaparecerá en un plazo que no me atrevo a predecir pero cuyo horizonte alcanzo a vislumbrar, el modelo actual de prensa, en tanto que vector de información ordenada y sistematizada, terminará el siglo en curso gozando de la mala salud de hierro de la que disfruta ahora.

Es decir, las rotativas pararán su runrún mucho antes que la restricción impuesta por la reproducción forestal lo imponga, pero las salas de redacción seguirán más activas, numerosas y bulliciosas que nunca.

Pero que en el futuro la prensa suministre los flujos de información al lector por medio de Internet, y a qué precio, o en un disco que podrá comprar en el kiosco para evitar los virus, como hoy compra La Voz impresa en papel, es asunto a considerar aparte.