Año II - Nº 85 - Uruguay, 02 de julio del 2004
  1 Campaa Mundial Seguridad en la Red
 
- El marxismo y la ortodoxia totalitaria
- Alegrías... Alegrías... ¿de qué?
- El manotón del ahogado
- Con acento australiano
- ¿Pero cómo?... ¿Había que pagar?
- Aecio "Coco" Barboza
- Cambios y decisión popular, primera visión de las internas
- Emergencia social en Chuy

- Un nuevo escenario en el camino a octubre

- Festejó sus 50 años el Liceo de Chuy
- ¿Y vamos a vincularnos con esto?
- Anécdotas Bancarias - Espera con complicaciones
- El racismo en Miami
- Así Somos
- Ecos de la Semana
- Chairando Ideas
- Hurgando en la web
- ¿Tiene futuro la prensa?
- Primer Concurso Literario
- Carta abierta - Adolfitos de izquierda
- Bitácora Política
- Información Ciudadana
- La Cocina Uruguaya
- Rincón de Sentimientos
- El Interior también existe
- Olvidémonos de las Pálidas
- Las Locuras de El Marinero
- Correo de Lectores
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MEMORIAS DE UN FEO (por el mismo feo)


Cuando nací, el doctor fue a la sala de espera y le dijo a mi padre

-"Hicimos lo que pudimos... pero nació vivo".

Mi mamá no sabía si quedarse conmigo o con la placenta.

Como era prematuro me metieron en una incubadora... con vidrios polarizados.

Mi madre nunca me dió el pecho porque decía que sólo me quería como amigo.

Mi padre llevaba en su billetera la foto del niño que venía cuando la compró.

Pronto me di cuenta que mis padres me odiaban, pues mis juguetes para la bañera eran un radio y un tostador eléctrico.

Una vez me perdí. Le pregunte al policía si creía que íbamos a encontrar a mis padres. Me contesto: "No lo sé; hay un montón de lugares donde se pudieron haber escondido".

Mis padres tenían que atarme un trozo de carne al cuello para que el perro jugara conmigo.

Una vez me atropelló un auto y quedé mejor.

Cuando me secuestraron, los secuestradores mandaron un dedo mío a mis padres para pedir recompensa. Mi madre les contestó que quería mas pruebas.

Trabajé en una veterinaria y la gente no paraba de preguntarme cuánto costaba yo.

Un día llamó una chica a mi casa diciéndome: "Ven a mi casa que no hay nadie". Cuando llegué no había nadie.

El psiquiatra me dijo un día que yo estaba loco. Yo le dije que quería escuchar una segunda opinión. "De acuerdo, además de loco es usted muy feo", me dijo.

Una vez cuando me iba a suicidar tirándome desde la terraza de un edificio de 50 pisos, mandaron a un cura a darme unas palabras de aliento. Sólo dijo: "En sus marcas, listos..."

El último deseo de mi padre antes de morir era que me sentara en sus piernas....
................Lo habían condenado a la silla eléctrica...