Toda población tiene sus personajes, en diversos tiempos y forman el paisaje humano de una comunidad con diversas semblanzas y peculiares concepciones de la vida, carismáticos, generalmente hospitalarios. Esta historia es de un castillense, de un protagonista de pueblo y del campo. Aecio Barboza nació, vivió y falleció en el siglo pasado y fue conocido popularmente como el “Negro Coco”. Su madre fue empleada de Telma Sena de Ubal y afirman que era descendiente directa de esclavos.
Cuando “Coco” tenía un año, su mamá Ambrosia Barboza, brasileña y descendiente de esclavos se vio obligada internarse en el Hospital de Rocha para una intervención quirúrgica de una afección grave y dejó a su hijo al cuidado de la familia Ubal-Sena. “Te dejo a mi negrito” le expresó a Clara Ubal Sena que tenía en esa ocasión doce años de edad, “y cuídamelo mucho”, y así fue, pero la madre de Aecio “Coco” Barboza nunca más volvió.
Cuando Clara Ubal Sena contrajo matrimonio se llevó a Aecio consigo cumpliendo con el compromiso contraído, afirmó Dagoberto Terra Ubal hijo de Doña Clara. “Coco” significó un “padre” para Dagoberto popularmente conocido como Dago Terra “el peluquero”, a éste le enseñó muchas leyes de la vida y valores que no se enseñan en las aulas escolares y se obtiene mientras se transitan los caminos de la vida.
“Coco” fue un siete oficios, peón de estancia, nutriero, obrero de la construcción del camino “A los Indios”, hoy Camino del Indio, domador entre otras tareas camperas. Poseedor de una fuerte personalidad, catalogado como un extraordinario compañero de trabajo, sumamente alegre que por su exceso confundió a muchas personas, y enemigo de todo tipo de injusticias, ante ello reaccionaba al instante sin ningún tipo de demora.
Los caballos eran su gran pasión, fue un domador amansador, no de esos que montan un equino y es látigo por todos lados por lo cual se oponía tenazmente hacerlos bellaquear, éste tenía que ser totalmente manso, como seda y los adiestraba en muchas cosas prácticas para el hombre de campo. “El Negro Coco” cuando venía a la ciudad se “pasaba en el alcohol” y en esta situación hablaba a su caballo en la oreja diciéndole “agáchate que el negro está mamao y no puede subir”; esto lo demuestra como un “susurrador de caballos”.
Sus caballos eran una pintura, entraban escarceando, caracoleando a la ciudad con un “Coco” bien empilchado, sombrero aludo y golilla blanca, de bigotes anchos, retacón y de vientre algo pronunciado. Fue el líder de la caballada que recibían y acompañaban en nuestra ciudad a la caravana de La Victoria del Dr. Luis Alberto de Herrera que recorría todo el país previo a los actos electorales. La caballada y los vehículos esperaban a la caravana en las inmediaciones de lo que hoy es el ex – frigorífico Palmares de Castillos.
El conductor de esta caballada era nuestro personaje de hoy, ingresaba a la ciudad tomado de una de las manos del Dr. Herrera que sacaba por una de las ventanillas del ómnibus, sin perder en ningún instante la coordinación del andar entre la velocidad del vehículo y el galope de su caballo. Además lideraba la caballada cuando la peregrinación nacionalista se retiraba de la ciudad. En una oportunidad, según relatos recogidos y reafirmados, a dos castillenses se le ocurrió salir a flamear una bandera colorada (del Partido Colorado – opositor al Dr. Herrera) cuando la caravana transitaba la principal calle. “El Negro Coco” paró el ómnibus, a empujones con su caballo y el rebenque alzado obligó a estos ciudadanos incitadores a besar el retrato del Dr. Herrera que lucía en uno de los costados del ómnibus.
Algunos crearon una mala imagen de Aecio Barboza, Dagoberto Terra como otros castillenses afirman que era todo lo contrario, su gran defecto era tomar justicia con manos propias, un justiciero. En una ocasión en el bar de Erazo observaba desde atrás del mostrador una partida de casín y vio que uno de los jugadores se anotó seis tantos más en la pizarra, nuestro personaje lo tomó del cuello y obligó a borrar lo que había agregado de más. Esa era su característica y al respecto existe un sinnúmero de ejemplos.
Algunos agentes policiales le tenían animosidad, antipatía, pero no los jerarcas porque lo respetaban. Hubo un Comisario que todo el mundo lo conocían como “El Indio Silvera” y fue amigo personal de “Coco”; había corrido la voz de que éste estaba metiendo lío en el bar de Erazo e iban a salir unos agentes a aprehenderlo y la autoridad policial dio la orden de que no que él se iba a encargar de Barboza. Fue a buscarlo y resulta que terminaron bebiendo juntos, jugaron a la “primera”y al “nueve” luego se fueron a dormir a la Comisaría por voluntad propia, eran íntimos amigos.
Fue muy apreciado por los vecinos del paraje Paso del Bañado donde tenía su campito y muy valorado como trabajador en las estancias. Era aficionado de sembrar muchas sandías y todo aquel que se arrimara a su establecimiento se iba con unas cuantas de éstas. Un día, de esas decisiones inexplicables que muchos hombres toman en la vida y máxime teniendo en cuenta la personalidad y el carácter de “Coco” éste se quitó la vida, sobre las razones de tal extrema decisión rodea un profundo misterio y quizás exista alguna persona que sepa el porqué, nosotros optamos por sumarnos al silencio como testimonio de respeto a tan dura determinación.
NÉSTOR ROCHA – CASA AMBIENTAL