Castillos estuvo presente en los acontecimientos de la guerra civil de 1897 y 1904, vecinos de la divisa blanca participaron activamente en las huestes de Aparicio Saravia, o con acontecimientos bélicos de la revolución civil como la batalla de Maturrango – La Lechiguana un 24 de mayo de 1897.
Dentro de este contexto de la rebelión blanca hubo una activa protagonista castillense de nombre Isidora Altez también conocida como Isabel, fue de las primeras parteras y curanderas que tuvo Castillos, descendiente de indígenas y madre de numerosos hijos.
Según Juan María Decuadro, en la oportunidad de la entrevista que le realizara por el año 1994 –vecino de unos noventa años- comentó que esta mujer habitaba una vivienda ubicada en las proximidades de lo que hoy es el Destacamento de Vialidad de Castillos, consistía de un rancho de terrón y galpones.
Esta morada fue edificada por un señor de apellido Cruz por el 1820 junto a unos ombúes y un corral de tunas, muy próximo a un pequeño cerro que actualmente es una cantera cuyas piedras fueron extraídas para la construcción de la Ruta Nacional al Brasil, ahora Ruta Nº9.
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Cantera de Vialidad de Castillos
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Isidora o Isabel Altez fue una criolla de temple y llevada por el idealismo de Aparicio Saravia lanza en mano se sumó a las huestes revolucionarias del caudillo nacionalista junto con sus seis hijos varones, recordándose el nombre de cinco de ellos: Bautista, Robustiano, Benito, Juan y Sarafín. En el peregrinar de Isidora por la pasión de la guerra civil cumplió la tarea de ser unas de las “enfermeras” que atendían y curaban a los heridos en los campos de batallas, afirman que utilizaba la riñonada (grasa) de oveja bien sobada, que junto con retazos de tela hacían las mechas para lograr sanar las heridas.
Con sus seis hijos dormían debajo de una carpa de cueros secos de vacunos, y Sarafín, el menor, era uno de los encargados de cuidar los caballos de las tropas revolucionarias. Isidora era una mujer de “armas tomar”, poseía una lanza y una rémington que llegó a sus manos en 1897 y además participó activamente en las contiendas de la guerra civil.
En 1897 estuvo presente en las batallas: Tres Árboles, en Arbolito donde cae mortalmente herido “Chiquito” Saravia, en la refriega de Cerro Colorado, en Cerros Blancos en el Departamento de Rivera en el cual es derrotado Aparicio Saravia, herido Diego Lamas y muerto el caudillo blanco Fortunato Jara.
En esta batalla de Cerros Blancos desaparece su hijo Bautista junto a otros revolucionarios perseguidos por las fuerzas gubernamentales comandado por el General Villar. Se supo después que ingresó al Brasil en horas de la noche y en un establecimiento rural de unos alemanes encontró hospedaje. Al ser recibido le interrogaron si “venía disparando de la guerra” Bautista respondió “no, vengo buscando trabajo”; lo tomaron como peón y así transcurrió unos cuantos años ganándose el aprecio de los propietarios y de la peonada.
Una vez firmada la paz de septiembre de 1897 Isidora vuelve con cinco de sus seis hijos, la lanza y el rémington al solar castillense. Estas armas lucieron como adorno junto a un rosario en la pared de la cabecera de su catre de cuero entrelazado.
En una oportunidad, en horas de la noche, ingresó un hombre con intenciones de robo e Isidora sin ningún tipo de vacilación tomó la lanza y lo mató sin temblarle el pulso. Ella era custodia de un cajoncito de libras esterlinas que le había dejado uno de sus hermanos y estaba enterrado en el piso del rancho debajo del catre.
Llegó 1903, otra vez Isidora o Isabel se suma a las filas revolucionarias de Aparicio Saravia hasta septiembre de 1904, mes en que cae mortalmente herido el jefe revolucionario, una vez enterada del fallecimiento de su General vuelve a sus pagos. Sólo le quedó una esperanza: ver con vida a su hijo Bautista. Pasaron más de una decena de años sin tener ningún tipo de noticia sobre su paradero, hasta llegó a pensar que estaba muerto.
Un día, quizás en las postrimerías de la década del 1900 el hijo ausente volvió, pero con una condición del estanciero riograndense-alemán “vaya y venga”. Hijo y madre se fundieron en un fuerte y emocionado abrazo, caricias y besos, fue la primera vez que la vieron llorar, pero de emoción, de esta manera se cumplió las ansias de tener junto a sí al mayor de los hijos.
Martina Ojeda, una vecina de edad centenaria en la oportunidad de la entrevista que le realizara el Periodista y Profesor Jesús Perdomo en el año 1990, afirmó: “...yo la conocí siendo muy chica y recuerdo que vino a una reunión en lo de Adelino Olivera donde estaba presente el Coronel Miguel Pereyra que había luchado bajo las órdenes de Aparicio Saravia. Mi padre era muy blanco y no quería que yo viniera, pero fui, y recuerdo que vi a Isabel Altez que venía en un charré campero vestida toda de celeste, hasta el pañuelo de la cabeza,... todo celeste...”
NÉSTOR ROCHA - CASA AMBIENTAL.