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Año II - Nº 74 - Uruguay, 16 de Abril del 2004

El huevo de la serpiente
Comentando sobre lo expuesto por "Euromoney"
Novillos del Uruguay a la Isla Martín García
Sobrevolando la realidad
Camino de los Indios
Largaron!!!!! Sujétense!!!!!
Ojos uruguayos en Brasil
Detectores de terremotos

Anécdotas Bancarias: Coincidencia

Sucedió en España
Durazno apuesta al retorno de los uruguayos
Intendencia aprueba proyecto del Rotary Club
Así Somos
Hurgando en la web
Globalilzación
Globalización: identidad e integración
Celia Cuesta Rosales expone en la sala CentrA Almería
Chairando Ideas
Ecos de la Semana
Una introducción a la investigación de la Fé y la Religiosidad
Ahora sí, se acabaron las excusas, a trabajar
Un dilema permanente
Más que un abismo
La Cocina Uruguaya
Rincón de Sentimientos
El Interior también existe
Olvidémonos de las Pálidas
Las Locuras de El Marinero
Correo de Lectores

 

Globalización
Por Sebastián Saavedra

En todas partes se oyen las mismas noticias, arriban las mismas series televisivas, las mismas bebidas refrescantes, los mismos éxitos musicales, las mismas tarjetas de crédito, las mismas ofertas culinarias y etc. A fin de cuentas por mucho que viajemos todo se parece.

Mas no existe problema con la globalización en si, sino con la globalización masiva de algunas características culturales muy poco deseables, a saber: la estupidez, la pereza intelectual, la universalización de un solo sentido de lo justo, la universalización de una sola manera de vivir, el puritanismo paternalista, la irresponsabilidad, el consumismo, la ambición mercantilista, la cobardía, la ignorancia, la obsecuencia, la ambición crónica de querer siempre mucho más de lo necesario, en fin, la universalización del espíritu burgués y la universalización de un sistema que provoca y perpetua las desigualdades, ya no solo dentro de un país, sino también entre los países mismos. Un sistema que siente pasión por la mentira y la brutalidad para lograr objetivos; un sistema que siente pasión por intervenir, por reparar, por corregir, por ayudar a quien no pide ayuda, por curar a quien disfruta con lo que el sistema considera enfermedad. Mas parece ser que estas características culturales extranjeras nos resultan demasiado avasalladoras, irresistibles, tentaciones a las que no podemos dejar de ceder. Ahora que la mayoría de los ciudadanos tienen a su alcance, en cuestión de educación, música, espectáculo o literatura, incluso en tiempos de ocio, disfrutes que antes estaban reservados para los aristócratas, muchos se empecinan en derrochar esas ofertas exquisitas y se inclinan por lo que menos esfuerzo intelectual exige o por lo que más se acerca a los postulados de la brutalidad. Luego enarbolan estandartes en contra de este tipo de globalización sin sospechar siquiera cuan culpables son de ella.

¿Se debe condenar a la globalización por esto? Jamás. Como se mencionó anteriormente, el problema es aquello que se globaliza y no la globalización en si. Y uno de los mayores logros de la globalización, que incluso atenúa los problemas antes dichos, es el reconocimiento global de los derechos humanos. Esto es el reconocimiento de la esencia del hombre más allá de la cultura a la que pertenece; más allá de la nacionalidad, de la raza, del sexo, de la posición social, la ideología política, la religión; una ética que busca lo que lo seres humanos tenemos en común y no aquello que nos diferencia o singulariza. Es la busca de una civilización mundial, protagonizada por seres humanos, no por uruguayos, ni argentinos, ni norteamericanos, ni… Esta civilización es el impulso que en cada cultura no busca enfrentarse con la otra sino que relativaza la pertenencia a la propia, subordinándola a una comunidad universal de derechos e intereses para todos los seres humanos. La diversidad cultural no desaparece sino que se subordina al respeto por los derechos humanos.

¿Qué tenemos los seres en común? Que lo responda Shakespeare por boca del judío Shylock cuando protesta contra la discriminación que sufría a causa de su pertenencia étnica: “Soy un judío. ¿Es que un judío no tiene ojos?, ¿es que un judío no tiene manos, órganos, proporciones, sentidos, efectos, pasiones?, ¿es que no está nutrido de los mismos alimentos, herido por las mismas armas, sujeto a las mismas enfermedades, curado por los mismos medios, calentado y enfriado por el mismo verano que un cristiano? Si nos pincháis, ¿no sangramos? Si nos cosquilleáis, ¿no nos reímos? Si nos envenenáis, no morimos” (Mercader de Venecia)

El mundo tiende a globalizarse en varios aspectos y uno de ellos es el cultural. Bueno sería que todas las naciones se reúnan y lleven a votación que cultura consideran deseable para que se globalice. Si por mi satisfacción y bienestar fuera, votaría por la cultura uruguaya, ahora, si fuera por el bien de la mayoría, sin duda mi decisión sería incompatible con la satisfacción personal.

Es probable que las culturas de cada país desaparezcan, o se conviertan en meros matices de una cultura universal, principalmente en sus lenguajes. Pero esta cuestión es la menos grave de todas.

Material extraído de Brumas y Lluvias