Año II - Nº 96 - Uruguay, 17 de setiembre del 2004
  1 Campaa Mundial Seguridad en la Red
 
- Reflexiones sobre la Nación
- En algo somos distintos a todos
- Desde Massoler, pasando
por El Cordobés, vientos Saravistas llegan a Montevideo
- Para el I.N.A.M.E. "Alternativa Chuy": Un ejemplo para el país
- La realidad supera la ficción
- Vida y Obra de Isaac Ferreira
- El oficio más viejo del mundo
¿Necesita su lugar?
- La electrónica, la informática
y la vida diaria

- Comienza a desilucionar la promesa de regularización a inmigrantes

- No iba a hablar del tema
- Tabaré y Carrasco
- Pulseada Solidaria
- Para llegar a Europa
- Deportivísimo
- El Cuco, el Carlanco y el
Viejo de la Bolsa
- Nosotros, las computadoras
y los virus
- Espectáculo: Will Smith nuevamente nos salva la vida en "Yo, Robot"
- El "ciudadano", una especie
en extinción
- Anécdotas Bancarias: Confusión funesta
- Noticias de España
- Así Somos: Los niños esclavos de Latinoamérica
- Hurgando en la Web: El primitivo hombre de América y los Charrúas
- Chairando Ideas: Los piqueteros
- Primer Concurso Literario Alberto "Pocho" Domínguez
- Día del Patrimonio
- Bitácora Política
- Bitácora Uruguaya
- Información Ciudadana
- La Cocina Uruguaya
- Rincón de Sentimientos
- El Interior también existe
- Olvidémonos de las Pálidas
- Las Locuras de El Marinero
- Cartas de Lectores

1 Campaa Mundial Seguridad en la Red

 
Vida y Obra de Isaac Ferreira
por Néstor Rocha

 

Isaac Ferreira Correa fue un estanciero que  vivió y trabajó en la zona rural del entorno de la ruta 14 entre ruta 16 y el arroyo de India Muerta; fue el propietario de la Estancia el Sauce y se caracterizó por ser una persona esforzada en la labor agropecuaria. Isaac Ferreira nació un 20 de octubre de 1890 en la estancia Santa Ana en las proximidades de Castillos  y falleció un 20 de julio de 1962 en Montevideo. Contrajo matrimonio con Blanca Piaggio Garzón y de esta unión nacieron cuatro hijas: Blanca, Martha, Estela y Teresa. Su familia era de origen  brasileña y descendiente del Encomendador Correa.

Se destacó por su perfil de hombre benefactor de las familias humildes de Castillos y sus inmediaciones;  como también del área de influencia de la Estancia el Sauce por ejemplo el Barrio Martirena, como también  la Portera Negra. Quien no recuerda en épocas de invierno las frazadas moras; la carne, los panes dulces en la víspera de Navidad, todo esto fue por obra y gracia de Isaac Ferreira. La donación del equipo de rayos X para el hospital de Castillos, de dos nichos en la necrópolis local uno para los funcionarios policiales de la Cuarta Sección y otro para los funcionarios municipales de la Junta Local,  el apoyo a la Iglesia María Auxiliadora y San Vicente Mártir de Castillos quien colaboró con la distribución de abrigos y alimentos, además era su fuente de información de las necesidades de los hogares pobres.

Estela Ferreira Piaggio afirmó: “nosotros nos enteramos de muchísimas cosas después que falleció, recibimos cartas mal escritas con faltas de ortografías agradeciendo la casa, agradeciendo un montón de cosas, de gente humilde.

Juntaron bronce para hacerle una placa; en una oportunidad entraron a la casa de una persona viejita que estaba cocinando con un primus y le preguntaron si tenía bronce, respondió que no tenía nada,... mire que es para hacerle una placa a Don Isaac, sacó la olla y regaló el primus, son gestos que a uno le llegan...”

Existen un sin número de ejemplos de bondad; se rememora que una oportunidad Isaac vio a un hombre de Castillos que siempre andaba a pie por los caminos rurales o la ruta y le dio un caballo, a los pocos meses encontró al mismo hombre que nuevamente andaba a pie y le peguntó por el equino, éste le respondió:

·         “Se me murió, Don Isaac”

·         “Por que no pediste otro” preguntó Ferreira

·         “No, porque se viene las elecciones y usted es tan blanco y yo colorado por eso no me animé a pedirle”

·         “Entonces vamos hacer una cosa, se va a la estancia y eliges un caballo colorado y te lo traes para Castillos” le propuso Isaac.

Su hija Estela Ferreira afirmó que él tenía una bondad natural y no existen palabras para medirla. Su caridad, su dulzura no conoció límites. La familia prácticamente ignoraba toda esa labor humanitaria en favor de los más carenciados, desfavorecidos; sostenía que la mano derecha no tenía por que enterarse lo que hacía la mano izquierda. En la tarjeta de invitación de Homenaje a la memoria de Don Isaac Ferreira Correa recopilamos una de las reseñas de su personalidad: “1920 lo encuentra dedicado a tareas agrícolas-ganaderas en su Estancia “El Sauce”. Allí aplica sus ideas de justicia social en el trato humanitario al personal y en aspectos económicos: salarios por encima de laudos, aguinaldos y estímulos especiales, descanso retribuido y jubilaciones costeadas de su peculio, son algo de lo mucho que hizo”.

Un ex peón de la Estancia El Sauce – Don Gregorio Ríos -  lo recuerda de esta manera:“... El Gaita tenía dos lecheras que había traído de la estancia, sacaba leche la señora en el pueblo. Por la tarde andaba con una y en la mañana con la otra vendiendo leche; eran vacas de la estancia de Don Isaac...”  interrogado que significó para él Isaac Ferreira, respondió emocionado: “...le digo sinceramente que lo perdimos... lo perdimos... y me quedó eso... la bondad de él para mí... era excelente, era como si fuera un familiar de él, fue bueno con todos... no sé, no se como expresarme señor... yo lo sentí... yo le sentí señor... yo que sé, la vida es así... la vida es así...”

La vida del benefactor no todo le fue color de rosa, pasó por grandes dificultades económicas y tres peones se quedaron trabajando a la par de él. Estela Ferreira los recuerda con gran afecto: Donato López, el “Negrito” Macario y el tercero un señor de apellido Alvez. Trabajaron casi una década sin cobrar un sueldo, cuando Ferreira superó la crisis les tuvo un eterno reconocimiento por el apoyo recibido. Un ejemplo de ello era con Macario, se iban a Montevideo y lo llevaba a la afamada tienda Introzzi y al gerente de este comercio con quien tenía una gran amistad le decía: “vengo con mi amigo y vamos a vestirlo”, Macario salía con una estampa extraordinaria, no fue una sola vez lo hizo siempre. Recibió también  en los momentos difíciles el apoyo de Mario Correa su primo hermano, éste también se caracterizó por ser una persona bondadosa.

Nuestra entrevistada Nélida González de Arrieche memorizó: “...un día vino Ricardo Sosa y me invitó para realizar un homenaje a don Isaac Ferreira y le respondí: ahh! Me parece muy bien, muchísimo... tenemos que hacer algo de acuerdo a lo que él fue, para mí sería un busto. Entonces nos reunimos la Comisión del Hospital y resolvimos hacerle una placa para colocarlo en el hall del Hospital y luego nos abocamos al busto.

...Mire que supo dar ese dar ese hombre; para el Hospital donó el equipo de rayos x, frazadas, sábanas, colchas, pan dulce en navidad para las que pudieran comer, sidras para las enfermeras; carne siempre!. El concepto que tengo de él es que con su ida al cielo, que bien gano lo tenía, se rompió el molde y no quedaron nadie mas!...”

Isaac Ferreira fue un hombre tenaz, trabajador, bromista, católico y  cuando falleció generó un vacío de diversos órdenes,  difícil de olvidar porque fue un ser que se hizo sentir. Su esposa prácticamente se sumó al silencio y sentada en un sillón esperó el mandato del Supremo para reunirse para siempre en el más allá,  con su amor y eterno compañero.

En el cierre de este trabajo de investigación periodística, se transcribe una creación poética del castillense Mario Zelmar Vitabares:

A LA MEMORIA DE ISAAC FERREIRA CORREA

Te conocí siendo niño
Y tu magnetismo sencillo
Ganó un nido en mi pecho
Como un pájaro bueno...
Te vi labrador de trigales
En el sueño de los pobres...
Y la Tierra en un abrazo
Mojó tu pecho de lágrimas.
Tu mano se tendió en las noches
Con tibieza de vellón,
Donde hubo dolor brilló la luz
Que de tu mirada buena escapaba;
Y el invierno se volvió, cara al pecho,
Cual soldado en la derrota...
Se hizo mas claro el tiempo,
Las palomas con su vuelo
Cubrieron de esperanza las barriadas.
Y con la generosidad del árbol en estío
Agrupaste en tu sombra a los viajeros
Cansados de desdicha y con heridas;
Y como un milagro, de pronto
Las ollas de los pobres se agrandaron...
Y se agrandaron las bocas de los niños,
Mostrando sus dientes desparejos...
Y a la distancia tu sonrisa grande
Y el pecho descubierto... acelerando tu Tiempo...
¡Nadie sabía todo lo hermoso que su profundidad escondía!
¡Y llegaba diciembre, y tu también como en otro Desierto
el pan repartías, y el advenimiento del Nuevo Dios festejabas!
¡Que indeleble la luz de tu recuerdo!
¡Que suave contra el rostro la lana del cordero!
¡Que huella más profunda la de tu paso en la Tierra!
¡Pero qué faz más pequeña para encerrar tu figura,
sólo el Cielo, infinito y profundo
Es capaz de albergar tu corazón tan grande!

 

 

 

 

 

 

6 de agosto de 1988.
PROGRAMA PUNTO AZUL DE CASA AMBIENTAL – NÉSTOR ROCHA