El "ciudadano",
una especie en extinción
Los "ciudadanos", especie integrada por individuos dueños de sus propios destinos y guardianes celosos de la libertad, están desapareciendo rápidamente en todo el mundo, hasta el punto de que hoy se consideran ya en claro peligro de extinción.
Los últimos recuentos son alarmantes: apenas quedan pequeños reductos en Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña y la Unión Europea, y en unos pocos individuos aislados en Oceanía y los otros continentes. En la gran mayoría del planeta, aunque en el pasado fueron una especie floreciente, no se encuentran ya ejemplares viviendo en comunidad, que es donde pueden reproducirse y brillar como especie. Los pocos ciudadanos que quedan viven aislados y acosados por los partidos políticos y políticos profesionales, sus predadores naturales.
Los "ciudadanos" están pereciendo incluso en las democracias, espacios de convivencia creados por ellos mismos en el pasado y considerados como su hábitat natural. Se ha constatado que en estos ámbitos, donde antes florecían enormes comunidades de ciudadanos, los políticos los suprimen ahora porque prefieren mandar rebaños de seres simples y fáciles de dominar, mejor que a los indómitos ciudadanos libres, pensadores y gestores de su libertad y destino.
Los métodos de exterminio son varios, pero casi todos coinciden en la manipulación de los mensajes, que causa desorientación, la represión sistemática del afán, que anula la acción, y en la estimulación del miedo, que paraliza a los ejemplares libres.
Aseguran los estudiosos del fenómeno que el político le tiene pánico al ciudadano y que por eso lo está eliminando. Los predadores prefieren mandar sobre rebaños degradados, a cuyos miembros también llaman, curiosamente, "ciudadanos", pero éstos se distinguen de los auténticos en que viven como meros observadores y en que suelen permanecer sentados cómodamente en la pasividad.
El nuevo y falso "ciudadano" que está proliferando en las praderas de las democracias es un ser fatalista, presa del guión que otros han escrito para él, corroído por el infeccioso virus de la tristeza e inclinado a rumiar pensamientos como "no se puede hacer nada", "no vale la pena mover un solo dedo" o "para qué complicarse la vida".
Los políticos, insensibles ante el peligro de que la antigua especie ciudadana desaparezca, argumentan que ahora tienen todo el campo libre para ejercer el poder para el que han sido elegidos y el buen gobierno, sin hacer caso a las advertencias de los estudiosos, según los cuales el mundo, sin ciudadanos, carece de impulso, se dirige hacia el desánimo, hacia la resignación y hacia la agonía de las libertades, derechos y conquistas civiles.
Los ciudadanos, como es sabido, nacieron en la antigua Grecia Clásica, donde alcanzaron un brillante desarrollo. Después, tras la caída de la Roma Republicana, vivieron durante muchos siglos ocultos, en pequeños grupos aislados, hasta que en el siglo XVIII volvieron a renacer con fuerza. Entonces, muchas comunidades, tras una inesperada orgía de inconformismo y rebeldía, decidieron abandonar el viejo ropaje del súbdito para engalanarse con las vestimentas ciudadanas. En 1789 los ciudadanos decidieron crear un tipo de sociedad sostenido por los pilares de la libertad, la igualdad y la fraternidad, un modelo que se extendió por todo el planeta después de que las campanas de la libertad tocaran a rebato.
Desde entonces, manipulados primero y acosados después, sin piedad, por sus predadores, los ciudadanos no han hecho más que perder fuerza, declinar y retroceder como especie.
Los pocos ejemplares que sobreviven son plenamente conscientes de que su existencia es incompatible con unos partidos políticos que han optado por monopolizar la política y que odian al verdadero ciudadano precisamente por su elevado sentido de la libertad y de la responsabilidad cívica. Sin embargo, los ciudadanos creen que el tiempo corre a su favor y que terminará por imponerse el criterio de que los ciudadanos son los únicos que legitiman la democracia y que, sin ciudadanos, la democracia es una farsa.
Fuente: Torpedo 49